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Químicos de la UNAM diseñan métodos para volver potable el agua

Químicos de la UNAM diseñan métodos para volver potable el agua

Investigadores de la Universidad de Estocolmo y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich realizaron un estudio en la Antártida que les llevó una década, para determinar la pureza del agua.

Los resultados de su investigación señalan que a pesar de ser un territorio que en su mayoría es virgen, la poca lluvia y la mucha nieve que cae contiene ya sustancias potencialmente cancerígenas conocidas como PFAS.

Estos resultados han llevado a la comunidad científica internacional a concluir que, sin importar lo lejano, o cercano del entorno, el agua pluvial ha dejado de ser potable en todo el mundo.

Que las fuentes que abastecen nuestras reservas de agua estén contaminadas es un problema que no ha pasado inadvertido para los expertos de la UNAM, quienes, desde diversas disciplinas y entidades buscan soluciones.

Elena Tudela Rivadeneyra, del Área Urbano Ambiental de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, recuerda que parte importante del agua que bebemos proviene de la captación de lluvias y de su escorrentía.

“Recordemos al Nuevo León de hace pocos meses y aquellas imágenes de presas secas, suelos agrietados por el Sol, nubes ausentes, pipas que abastecían en las colonias populares a cuentagotas y millares de regiomontanos molestos por la ausencia tanto de autoridades como de chubascos. Atravesamos una crisis hídrica y saber que las precipitaciones pluviales traen consigo partículas riesgosas complica todo.”, indicó la académica.

¿Qué son las PFAS y por qué afectan al agua?

Los PFAS –o sustancias perfluoro y polifluoroalquiladas– son un conjunto de más de cuatro mil 700 agentes químicos que se distinguen por tener múltiples átomos de flúor unidos a una cadena de alquilo.

Lo anterior da pie a enlaces extremadamente fuertes que no se degradan de forma natural y hace que permanezcan casi inalterados en el medio ambiente.

Dichos compuestos fueron creados en un laboratorio estadunidense en la primera mitad del siglo XX.

No llevan con nosotros ni cien años y ya se encuentran por doquier. Se les ha detectado en fosas marinas, en los tejidos de animales de todas las geografías y se sospecha que cada uno de nosotros, sin excepción, cargamos con alguna cantidad en la sangre.

Gregorio Benítez Peralta, de la Facultad de Medicina de la UNAM, indica que se ha observado que la exposición a los PFAS afecta en diversas formas.

Porque favorece la disminución de la respuesta de anticuerpos, dislipidemia (o colesterol anormalmente alto), crecimiento infantil y fetal mermado, cáncer de riñón, colitis ulcerativa, tiroiditis, eclampsia y preclampsia (la Agencia Europea de Medio Ambiente añade a este listado sobrepeso e infertilidad).

Elena Tudela, llama a replantear mucho de lo que hacemos en cuanto a gestión pluvial, pues al día de hoy las lluvias siguen siendo una opción para abastecer de líquido a regiones marginadas.

“La precipitación es el vehículo a través del cual estas sustancias llegan al humano y afectan su salud”, subraya la especialista de la UNAM.

Y añade que no se trata de desechar los esfuerzos, sino de considerar las posibles afectaciones a la salud y, a partir de ello, perfeccionarlos y generar mecanismos más seguros.

¿Desde cuándo se estudian los PFAS?

Los PFAS fueron creados en 1938 por un joven estadunidense llamado Roy Plunkett quien, a sus 27 años, los sintetizó al fusionar átomos de carbono y flúor.

Y aunque al principio se usaron en tanques de guerra e incluso en la bomba atómica, por sus propiedades hidro y oleofóbicas muy rápido se comercializaron en una infinidad de productos domésticos, como empaques de alimentos, productos de limpieza dental o ropa impermeable, aunque el más conocido de todos es la sartén con teflón marca DuPont.

Tiene poco que comenzamos a preocuparnos por estos contaminantes orgánicos, ello porque aunque el estudio más temprano sobre lo nocivo de estas sustancias data de 1961 (aunque desde 1950 3M detectó que se acumulaban en la sangre), los resultados fueron ocultados por las compañías fabricantes hasta que, en 1999, un granjero de Virginia Occidental demandó a DuPont por verter dichos químicos en el suministro de agua comunitario de Parkersburg, ocasionando la muerte de ganado y enfermedades en al menos tres mil 500 vecinos.

Este ocultamiento de evidencias permite entender por qué se permitió la elaboración masiva de PFAS durante ocho décadas.

Y también se entiende cómo llegaron a los cuerpos de agua y cómo, a partir de la evaporación, las nubes y los vientos, se fueron diseminando hasta llegar incluso a la Antártida, como recién lo señala el estudio de la Universidad de Estocolmo y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich.

UNAM diseña materiales para volver potable el agua

Con el objetivo de deshacerse de ellos (PFAS), un grupo de científicos del Instituto de Química (IQ) de la UNAM actualmente diseña materiales porosos que filtran dichas sustancias en el agua.

“A simple vista, nuestro desarrollo parece un polvo blanco, pero en realidad está compuesto por cristales microscópicos diseñados para capturar las sustancias perfluoro y polifluoroalquiladas presentes en el líquido”, comenta Dazaet Galicia, del Departamento de Química Orgánica del IQ.

Estos esfuerzos no son exclusivos de la UNAM, científicos de todo el mundo trabajan en proyectos similares.

“Aunque es importante señalar que el objetivo ahora es degradar los PFAS in situ, y no sólo filtrarlos”, señala Alonso Acosta, compañero de laboratorio de Dazaet, quien añade, “pero de hacerlo mal corremos el riesgo de quedarnos con compuestos de las mismas características y con cadenas de carbono más cortas”.

Pese a que estas investigaciones están en proceso y sin fecha próxima de aplicación, lo que se busca es reducir la presencia de sustancias perfluoro y polifluoroalquiladas, algo que a decir de los científicos del IQ es posible.

Fuente: unioncdmx.mx

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