Cuando miras un mapamundi para hacerte una idea de las grandes masas de tierra firme del planeta, lo último que se te ocurre es fijarte en Nueva Zelanda y Nueva Caledonia, esas islas que según todas las apariencias pertenecen al gran continente australiano. Pero es probable que, a partir de ahora, tengamos todos que prestarles un nuevo tipo de atención, una que ni estudiamos en el colegio ni estamos habituados a practicar. Porque hoy sabemos que Nueva Zelanda y Nueva Caledonia no pertenecen a Australia, sino que son las montañas que emergen de un continente distinto hundido bajo el Pacífico sur, Zelandia, con una extensión de 10 Españas y un montón de misterios que ofrecer al escrutinio científico. La primera gran misión para investigarlo, de hecho, ya está lista para zarpar desde el puerto de Townsville, en la costa nororiental de Australia, como puedes leer en Materia.
Que Zelandia se acabe considerando o no un continente dependerá en parte de las evidencias que reúna esta misión científica del Programa Internacional de Descubrimiento Oceánico (IODP), basado en la perforación profunda de los fondos oceánicos y el análisis de sus estratos y sus microfósiles; pero también dependerá en parte de unas dificultosas cuestiones políticas y económicas, pues Nueva Zelanda aspira con ello a reclamar sus derechos sobre la (posible) plataforma continental y sus recursos minerales y biológicos.
Los científicos, sin embargo, ya tienen una idea aproximada de la historia de este continente sumergido y misterioso, insospechado y casi literario. En la era en que los dinosaurios se estaban haciendo con el resto del planeta (el Jurásico), Zelandia formaba un solo continente con Australia y la Antártida, y los dos primeros, todavía juntos, se desgajaron de la Antártida en el siguiente periodo, el Cretácico, cuando el resto de la tierra firme se vio dominado por los grandes dinosaurios de las películas (incluida la mal titulada Parque Jurásico), como el tiranosaurio y el velocirráptor. Para cuando Zelandia se separó de Australia, hace unos 60 millones de años, los dinosaurios ya habían sido barridos del mapa por el impacto de un gigantesco asteroide y otros cataclismos. Y Zelandia fue un continente convencional durante decenas de millones de años, hasta que se sumergió casi por completo hace 23 millones de años. Solo sus más altas montañas se mantuvieron emergidas, y constituyen hoy Nueva Zelanda y Nueva Caledonia. La misión del IODP añadirá a esta historia de trazo grueso una exquisita precisión científica, y aportará datos que abrirán nuevos campos a la investigación geológica y evolutiva.
El papel de España en este esfuerzo científico internacional es una auténtica vergüenza. La única científica española en esta expedición solo ha podido embarcarse gracias a una beca Leonardo de la Fundación BBVA.
El papel de España en este esfuerzo científico internacional es una auténtica vergüenza. Con miopía característica, el Gobierno suspendió en 2011 sus –ya de por sí cicateras— contribuciones a los proyectos del IODP. El año pasado abrió empezó a poner unos rácanos 150.000 euros anuales que no nos dan ni para poner un investigador al año a bordo de una misión del instituto. La única científica española en esta expedición, Laia Alegret, solo ha podido embarcarse gracias a una beca Leonardo de la Fundación BBVA. Ay madre, si no fuera por los bancos.
Fuente: elpais.es