Ver reflejos en un espejo no solo sucede en Hollywood y en los cuentos para no dormir. Nuestros cerebros son rápidos para malinterpretar estas imágenes, a menudo asustándonos en lo que dura un espasmo visual
Los espejos son grandes habituales en las películas de terror, y lo son porque siempre han estado presentes en el terror mismo. Nada mejor que ellos, claro, para capturar aquello que nuestros ojos parecen no ver. Reflejos, presencias, entes que solo el cristal puede atrapar, eso dice la historia.
En el thriller de Darren Aranowsky, El cisne negro, ganador del Oscar en 2010, el director emplea un desajuste a menudo sutil entre el personaje principal y su reflejo para aumentar la sensación de lo que sería un estado de despersonalización, los síntomas más potentes de lo disruptivo que puede ser nuestro propio cerebro. No obstante, ver el reflejo equivocado no solo sucede en Hollywood y en los cuentos para no dormir. Nuestros cerebros son realmente rápidos para malinterpretar lo que vemos en un espejo, a menudo asustándonos en lo que dura un espasmo visual.
Las leyendas sobre los poderes de los espejos datan de la Antigüedad misma, según explica la folclorista de la Universidad de Binghamton Elizabeth Tucker en un artículo para Atlas Obscura. «Narciso trata sobre la primera historia clara relacionada con ver un reflejo», señala. El antiguo mito griego habla de un apuesto joven que se enamoró tanto de su propio rostro reflejado en el agua que se consumió mirándose a sí mismo. ¿Y si todo radica en esa forma de extraño placer hacia la imagen?
Un miedo clásico
Más tarde, la sociedad romana creía que los espejos tenían la capacidad de atrapar el alma; también creían que el alma tardaba siete años en regenerarse, de ahí la superstición de que romper un espejo da como resultado siete años de mala suerte.
Con el tiempo, los supuestos poderes de los espejos se expandieron, incluida la adivinación: «Es en el período medieval cuando empezamos a tener historias de invocaciones deliberadas utilizando superficies reflectantes, ya sean espejos o el agua», dice Tucker. Estos rituales parecen ser los primeros usos de los reflejos en la «magia del amor».
«Si lo haces bien, invocas el rostro de la persona que será tu amada», apunta Tucker. Esta superstición sobrevivió mucho más allá de la Edad Media. De hecho, en las típicas tarjetas con las que se felicitaba Halloween en Estados Unidos a principios del siglo XX aparecen mujeres jóvenes mirándose en los espejos, junto con rimas como «En Halloween, mírate en el espejo. La cara de tu futuro esposo pasará ante ti».
La ilusión de la cara extraña
Esta narrativa perdura aún en nuestros días. De tanto mirar, algunos ven distorsionarse sus propios rasgos faciales, mientras que otros ven los rostros de seres queridos fallecidos o incluso monstruos. Existen experimentos que han demostrado que ni siquiera hace falta un espejo para que ocurra la llamada ilusión de la cara extraña. Basta con mirar fijamente la cara de otra persona.
El psicólogo italiano Giovanni Caputo lleva décadas estudiando el trastorno de identidad disociativo (anteriormente llamado «trastorno de personalidad múltiple»), una condición en la que las identidades de las personas se dividen en diferentes personas, a menudo como un mecanismo de adaptación para un trauma extremo. En 2010, publicó la primera descripción de lo que se conoce como la ilusión del rostro extraño. Demostró que cuando las personas se miran fijamente en un espejo con poca luz, a menudo verán que sus rostros se deforman y cambian.
Fuente: elconfidencial.com