Un trozo de ámbar del Báltico de 40 millones de años encontrado en los años 60 por un coleccionista danés contiene el primer fósil de un mosquito depredador de hongos perteneciente a un género poco común.
El nuevo descubrimiento aporta nuevos conocimientos sobre la distribución de las especies de mosquitos y sobre la biodiversidad en el espacio y el tiempo, según el artículo publicado en la revista Scientific Reports.
En aquella época, el clima de Europa era más cálido y húmedo, lo que proporcionaba condiciones favorables para los mosquitos, entre otras cosas. Uno de estos mosquitos, que murió atrapado en un trozo de resina de pino, ha dado a los investigadores del Museo de Historia Natural de Dinamarca la oportunidad de añadir una nueva especie de mosquito prehistórico a su familia de insectos.
Durante décadas, la pieza había estado escondida en la colección de ámbar de 70.000 piezas del museo. Recientemente, fue recuperada de los cajones y sometida a un examen minucioso por un equipo de entomólogos polacos. Los especialistas en insectos pudieron identificar al mosquito como una especie extinta de un género raro de mosquitos depredadores. Hoy en día, las especies vivas del género solo se encuentran en Hokkaido, Japón y California.
“Es la primera vez que se encuentra un mosquito fósil de este género, que se creía que sólo vivía en Japón y Norteamérica. El hallazgo demuestra que este tipo de mosquito también estaba muy extendido en Europa en climas pasados y nos aporta nuevos conocimientos sobre su distribución en la Tierra”, explica en un comunicado Alicja Pelczynska, estudiante de doctorado en la Universidad de Lódz y la Universidad de Copenhague, que dirigió la descripción del mosquito.
Los investigadores creen que el mosquito antiguo es una especie de “eslabón perdido” que conecta a sus dos parientes raros y aún vivos en Japón y Estados Unidos. La distancia terrestre entre las especies actuales ha desconcertado a los investigadores, pero el nuevo fósil demuestra que la ruta de la especie puede haber atravesado el continente europeo.
“Hasta ahora, la distribución de este género de mosquitos ha sido extraña, con muchos miles de kilómetros entre especies. Por lo tanto, tiene sentido haberlo encontrado en Europa, que está aproximadamente a medio camino entre Japón y Norteamérica”, dice Pelczynska.
Para saber más sobre el mosquito enterrado en ámbar, los investigadores comenzaron puliendo la pieza de ámbar, que había estado cubierta por el mar y el sol, hasta que quedó brillante y transparente.
Una vez transparente, utilizaron una cámara avanzada y un espectrómetro para tomar una huella química del ámbar. Esto confirmó que la pieza es de ámbar báltico. A continuación, examinaron el fósil y determinaron la especie del insecto. Esta parte del proceso se llevó a cabo estudiando de cerca los genitales de los machos, donde las características de identificación a menudo varían.
“Los insectos se aparean de extremo a extremo, lo que impone ciertas exigencias a sus genitales. El macho tiene apéndices, o pinzas, junto al pene real, que utiliza para agarrar al mosquito hembra durante el apareamiento. Utilizamos la forma de estas pinzas para identificarlo”, explica Lars Vilhelmsen, profesor asociado y conservador del Museo de Historia Natural de Dinamarca.
Basándose en el análisis, los investigadores estiman que el mosquito zumbaba en los enormes bosques de pinos de lo que hoy conocemos como Escandinavia hace unos 35-40 millones de años. El mosquito quedó atrapado en un trozo de resina de un árbol, que los ríos, las corrientes oceánicas y los glaciares de la última edad de hielo llevaron hasta el Mar del Norte.
“Un coleccionista de ámbar llamado C.V. Henningsen encontró el trozo de ámbar en la costa occidental de Jutlandia en los años 60. Henningsen vendió la pieza, junto con el resto de su colección, al Museo de Historia Natural de Dinamarca. Como la especie de mosquito nunca había sido descrita antes, le pusimos su nombre y ahora se conoce como Robsonomyia henningseni”, dice Vilhelmsen.
El ámbar es una cápsula del tiempo natural excepcional para los científicos. Con su laminación protectora, preserva insectos antiguos y restos de plantas y nos permite aprender cómo era la Tierra hasta hace 230 millones de años. Pero si se libera de su envoltura de ámbar, el insecto desaparecerá.
Según Vilhelmsen, no hay sangre ni ADN que succionar de los mosquitos para reanimarlos de alguna manera, como se hace en las películas de Jurassic Park.
“Prácticamente todo el material orgánico del mosquito se ha descompuesto hace mucho tiempo, lo que lo convierte en una cáscara hueca. Si uno intenta sacarlo del ámbar, se desmorona. Por lo tanto, lo mejor que podemos hacer es estudiarlo dentro del ámbar. Los insectos atrapados en el ámbar pueden estudiarse casi con tanta precisión como sus parientes vivos”.
“Prácticamente todo el material orgánico del mosquito se ha descompuesto hace mucho tiempo, lo que lo convierte en una cáscara hueca. Si uno intenta sacarlo del ámbar, se desmorona. Por lo tanto, lo mejor que podemos hacer es estudiarlo dentro del ámbar. Los insectos atrapados en el ámbar pueden estudiarse casi con tanta precisión como sus parientes vivos”.
Fuente: europapress.es