Alrededor del 47% de los millennials tiene un tatuaje y el 37% tiene dos. En el otro extremo, tan solo el 13% de los babyboomers puede decir lo mismo. Las cifras son de Estados Unidos, pero teniendo en cuenta que España es el sexto país del mundo con más personas tatuadas no debemos ir muy a la zaga.
Sobre todo, porque hace tiempo que los tatuajes dejaron de ser solo un tema decorativo para convertirse en una herramienta biomédica con mucho futuro.
Nuestra larga historia con la tinta. No sé si podemos decir que los tatuajes son tan antiguos como la humanidad, pero de lo que sí estoy seguro es de que tienen, al menos, 5.300 años. La edad de Ötzi, un cazador neolítico que descubrimos en el Tirol en 1991. Ötzi tenía la friolera de 61 tatuajes en su cuerpo. Es sorprendente, sí: pero es solo el principio de una larga historia que puede acabar ayudándonos a resolver muchos problemas.
¿Por qué los tatuajes son para siempre?. Porque nunca ha sido sencillo explicar (científicamente) cómo funcionan los tatuajes. Pensémoslo un segundo: los tatuajes son ‘para siempre’; sin embargo, las células de la dermis no: de hecho, estas células cambian bastantes veces a lo largo de la vida. ¿Por qué no desaparece la tinta con ellas incluso en tatuajes pequeños? ¿Qué es exactamente lo que está pasando ahí?
En los últimos años, los investigadores parecen convencidos de que el misterio de los tatuajes se escondía en los macrófagos, un elemento central del sistema inmunitario que se especializa en reconocer, engullir y destruir células dañadas, muertas o distintos tipos de infecciones. Son, por decirlo de alguna manera, los matones del sistema inmune, los que hacen «el trabajo sucio».
¿Podemos sacarle partido a esto? Una vez qué entendemos cuál es el mecanismo que está detrás de los tatuajes es más fácil empezar a pensar en ellos como ‘biosensores dérmicos inyectables’.
Es decir, cómo herramientas mínimamente invasivas que permitan controlar los metabolitos presentes en el líquido interticial. Por decirlo de forma sencilla: en pensar en tatuajes que cambien de color y puedan señalarnos nuestros niveles de glucosa o albúmina.
Precisamente eso es lo que ha conseguido este equipo de la Universidad Técnica de Munich: unos pigmentos que reaccionan con distintos indicadores y permiten controlar la diabetes o la insuficiencia hepática de forma sencilla a nivel visual (algo que podría venir muy para los niños con diabetes tipo 1, por ejemplo); pero que combinado con un smartphone capaz de reconocer e interpretar las tonalidades del tatuaje puede obtener lecturas cuantitativas muy precisas sin necesidad de pinchazos.
¿El futuro de los wearables? En Xataka llevamos años cubriendo este tipo de desarrollos que ahora parece que entran en fase pre-comercial. Hemos hablado también de «tatuajes OLED» que permiten colocar luces directamente en la piel; sin embargo, este enfoque biotecnológico abre puertas muy interesantes en la medida en que vamos aprendiendo a escuchar y a visualizar los mensajes que nos lanza nuestro propio cuerpo.
Hace unos días decíamos que los ciborgs eran una realidad y a la vista de estos desarrollos lo serán cada vez más.
Fuente: xataka.com