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Los predadores marinos crecieron sin aumentar el tamaño de sus presas

Los predadores marinos crecieron sin aumentar el tamaño de sus presas

Agujeros dejados en cáscaras fósiles por cazadores como caracoles y babosas muestran que los depredadores marinos han crecido firmemente hacia tamaños más grandes y más poderosos con el tiempo.

Sin embargo, se atascaron escogiendo sólo presas pequeñas, en lugar de usar su mayor tamaño para conseguir presas más grandes, según muestra una nueva investigación.

El estudio, publicado en ‘Science’, encontró que la diferencia en las proporciones de tamaño entre los depredadores marinos y las presas duras como las vieiras y las almejas aumentó 67 veces en los últimos 500 millones de años. Los autores dicen que la creciente brecha podría estar causada por un mayor número y mejor valor nutricional de las especies de presas y tal vez para minimizar la vulnerabilidad de los depredadores a sus propios enemigos.

«Estos agujeros de perforación rastrean el aumento de los matones: depredadores más grandes y más fuertes cazando presas del mismo tamaño que sus predecesores mucho más pequeños», afirma en un comunicado el coautor del trabajo Michal Kowalewski, presidente de Paleontología de Invertebrados en el Museo de Historia Natural de Florida en la Universidad de Florida.

«Lo que es emocionante en este proyecto es que encontramos una concha fósil perforada que nos puede decir tanto el tamaño de la presa como el tamaño del depredador que se la comió, lo que nos da la primera visión de cómo el tamaño de los depredadores y las presas están relacionados y cómo esta relación de tamaño cambió a través de la historia de la vida», añade.

La depredación es un importante proceso ecológico en los ecosistemas modernos, pero su papel en la formación de la evolución animal ha sido polémico, explica Kowalewski. Este estudio arroja luz sobre la capacidad de la depredación para impulsar cambios evolutivos, apoyando un principio crítico de la hipótesis de la escalada: la idea de que la presión descendente de depredadores cada vez más grandes y fuertes ayudó a desencadenar cambios evolutivos clave en especies de presas como armadura defensiva, tácticas de sigilo o excavar en el fondo del mar.

Aparte de unos pocos hallazgos raros de depredadores y presas preservados en medio de la batalla, la falta de evidencia fósil directa ha impedido entender mejor cómo los depredadores han influido en las rutas evolutivas de otras especies. Adiel Klompmaker, entonces investigador postdoctoral en el Museo de la Florida, estaba trabajando en una base de datos de perforaciones –las marcas dejadas en una cáscara por un depredador como un caracol o una babosa– cuando vio su potencial inexplorado como «arma humeante» de evidencia sobre sucesos mortales en agua salada.

Los depredadores perforadores como los caracoles, las babosas, los pulpos y los escarabajos penetran el esqueleto protector de sus presas y comen la carne suave de dentro, dejando atrás un agujero revelador en la concha. Existen billones de estos agujeros en el registro fósil, proporcionando información valiosa sobre la depredación durante millones de años. Aunque estos agujeros se han empleado para explorar preguntas sobre la intensidad de la depredación, Klompmaker se dio cuenta de que también podrían arrojar luz sobre las proporciones de tamaño depredador-presa.

Al igual que un agujero de bala indica el calibre del arma con el que se disparó, un agujero de este tipo apunta al tamaño del depredador que lo creó, sin importar qué tipo de animal era. Mediante la recopilación de estos tamaños de agujero, los investigadores pueden obtener información sobre 500 millones de años de interacciones depredador-presa.

«Encontrar pruebas directas de comportamiento en el registro fósil puede ser difícil en comparación con todo el comportamiento animal que podemos observar hoy en día», afirma Klompmaker, autor principal del estudio y ahora investigador postdoctoral de la Universidad de California en Berkeley, en Estados Unidos, que realizó la mayor parte de la investigación. «Los agujeros en las conchas son una excepción a esta regla», añade.

Elegir presas fáciles

Para determinar si el tamaño del agujero es un buen predictor del tamaño del animal que lo hizo, los científicos recopilaron 556 medidas de tamaños de depredadores y el diámetro de los agujeros que produjeron. Las mediciones abarcaron 14 familias y cinco filas de perforadores, tanto terrestres como marinos: moluscos, artrópodos, nemátodos, ‘Cercozoa’ (protistas parasitarios) y ‘Foraminifera’ (protistas ameboides).

El equipo encontró una fuerte correlación entre el tamaño de los depredadores y el diámetro de los agujeros. «Es similar a cómo el tamaño de tu brazo está relacionado con tu altura y masa corporal en general -pone como ejemplo Kowalewski–. No es una correlación perfecta, pero hay una relación muy fuerte entre los dos».

El equipo utilizó entonces datos recopilados a partir de 6.943 animales agujereados que representaban muchas especies fósiles para examinar tendencias en el tamaño de las perforaciones, el tamaño de la presa y las proporciones de tamaño depredador-presa, comenzando en el periodo cámbrico, cuando apareció la mayoría de los organismos marinos, hasta el presente.

A pesar de crecer más, los depredadores pueden no haber necesitado cambiar a objetivos más grandes porque la presa se volvió más nutritiva a través del tiempo, según los investigadores. En la Era Paleozoica, hace entre unos 541 millones y 252 millones de años, los organismos similares a las almejas conocidos como braquiópodos eran la presa más común disponible, pero los depredadores obtenían pocos nutrientes de los braquiópodos y gradualmente se pasaron a los moluscos, una presa de tamaño similar pero que se volvió abundante en los océanos después del Paleozoico.

«En los océanos modernos, un depredador puede obtener bastante comida al comer un animal pequeño –apunta Kowalewski–. Esto no era así hace 500 millones de años, cuando en el menú se encontraban productos mucho menos carnosos de presa. Las antiguas presas pequeñas sólo podían satisfacer las necesidades de los pequeños depredadores».

Otro factor se remonta a la hipótesis de la escalada: eran cada vez más vulnerables a sus propios depredadores. La persecución, la caza y la perforación en la presa crean una ventana del tiempo en la que los depredadores se exponen a sus propios enemigos, como cangrejos y pescados, relata Klompmaker. La búsqueda de presas pequeñas y fáciles podría reducir el riesgo para los propios depredadores.

Fuente: Europa Press

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