“El hombre es un lobo para el hombre” y “El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad quien lo corrompe” son dos visiones aparentemente opuestas sobre la naturaleza humana, planteadas por Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau, respectivamente.
A pesar de la antítesis que representan estas afirmaciones, la sociología moderna nos enseña que la bondad o maldad de las personas depende en gran medida de las circunstancias. Así pues, tanto la perspectiva hobbesiana como la rousseauniana son parcialmente ciertas: todo depende del contexto.
Sin embargo, es cierto que si vemos a una persona sufriendo un percance, nuestra primera reacción es tratar de ayudar. Así pues, en igualdad de condiciones, ¿somos más buenos o más malos? Como criaturas sociales, somos claramente cooperadores y altruistas (aunque ese altruismo sea una forma sofisticada de egoísmo, pues puede buscar la reciprocidad).
Además, los datos estadísticos también parecen sugerir que nos matamos cada vez menos. De hecho, los crímenes de sangre siempre han tenido tasas muy altas desde la introducción de la agricultura, hace unos 13.000 años. Solo recientemente ha tenido lugar un descenso significativo, como señala el profesor de Historia Yuval Noah Harari en su reciente libro Homo Deus:
Mientras que en las sociedades agrícolas antiguas la violencia humana causaba alrededor del 15 por ciento de todas las muertes, durante el siglo XX la violencia causó solo el 5 por ciento, y en el inicio del siglo XXI está siendo responsable del alrededor del 1 por ciento de la mortalidad global.
De hecho, podemos afirmar que Occidente, en la actualidad, es probablemente el lugar más seguro de la historia de la humanidad, como se detalla en el libro De qué (no) te vas a morir.
Altruismo y solidaridad (en ratones)
En esta búsqueda de los orígenes de la bondad, un equipo de científicos, liderado por el neurobiólogo Weizhe Hong, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), ha llevado a cabo un nuevo estudio en ratones.
Sabemos que los seres humanos y los animales muestran diversas formas de comportamiento prosocial de ayuda hacia otros en necesidad. Aunque investigaciones previas han explorado cómo los individuos pueden percibir los estados de los demás, los mecanismos neuronales que subyacen a la respuesta de ayuda ante las necesidades y objetivos de otros aún no se comprenden del todo.
En este contexto, este estudio muestra que los ratones participan en una forma de comportamiento de ayuda hacia otros individuos que experimentan dolor físico y lesiones, a través de lo que se denomina allolicking (lamido social), específicamente dirigido al sitio de la lesión, lo que ayuda a los receptores a sobrellevar el dolor.
Mediante el uso de imágenes microendoscópicas, se descubrió que la actividad de neuronas individuales y de conjuntos de neuronas en la corteza cingulada anterior (CCA) codifica el estado de dolor de otros. Esta representación es distinta de la que se tiene para el estrés general en otros.
Además, manipulaciones funcionales demostraron un papel causal de la CCA en el control bidireccional del allolicking dirigido. Es significativo que este comportamiento esté representado en un código de población en la CCA que difiere del de la alopreparación general, otro tipo de comportamiento prosocial que se desencadena por el estrés emocional de otros.
La base neuronal de la empatía
Estos hallazgos enriquecen nuestra comprensión sobre la codificación neural y la regulación del comportamiento de ayuda, sugiriendo que la capacidad de percibir y responder a las necesidades de los demás está arraigada en mecanismos neuronales específicos.
La diferenciación en la codificación neural entre el allolicking y la alopreparación general indica que el cerebro tiene sistemas especializados para diferentes tipos de comportamiento prosocial, adaptados a responder de manera apropiada a las distintas formas de necesidad o estrés en otros.
Por consiguiente, este descubrimiento no solo arroja luz sobre la base neural de la empatía y el altruismo en los animales, sino que también podría ofrecer perspectivas para entender cómo estos mecanismos podrían estar presentes y funcionar en los seres humanos.
Fuente: nationalgeographic.com.es