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Las plantas no piensan, crecen: no a la teoría de la conciencia vegetal

Las plantas no piensan, crecen: no a la teoría de la conciencia vegetal

Investigadores de la Universidad de California en Santa Cruz han publicado un artículo de opinión en la revista ‘Trends in Plant Science’ en el que desmienten la teoría de la conciencia vegetal.

Extraen esta conclusión de la investigación de Todd Feinberg y Jon Mallatt, que explora la evolución de la conciencia a través de estudios comparativos de cerebros de animales simples y complejos.

“Feinberg y Mallatt llegaron a la conclusión de que solo los vertebrados, artrópodos y cefalópodos poseen la estructura cerebral de umbral para la consciencia –explican–. Y si hay animales que no tienen consciencia, entonces puedes estar bastante seguro de que las plantas, que no tienen neuronas, tampoco la tienen”, explica Lincoln Taiz, profesor emérito de biología molecular, celular y del desarrollo en la Universidad de California en Santa Cruz.

El tema de si las plantas pueden pensar, aprender y elegir intencionalmente sus acciones ha sido objeto de debate desde el establecimiento de la neurobiología de las plantas como campo en 2006. Taiz fue un firmante original de una carta, también en ‘Trends in Plant Science’, argumentando en contra de la sugerencia de que las plantas tienen una neurobiología a estudiar.

“El mayor peligro de las plantas antropomorfizantes en investigación es que socava la objetividad del investigador –dice Taiz–. Lo que hemos visto es que las plantas y los animales desarrollaron estrategias de vida muy diferentes. El cerebro es un órgano muy costoso, y la planta no tiene ninguna ventaja en tener un sistema nervioso altamente desarrollado”.

Los defensores de la neurobiología de las plantas trazan paralelos entre la señalización eléctrica en las plantas y los sistemas nerviosos en los animales. Pero Taiz y sus coautores argumentan que los proponentes dibujan este paralelo al describir el cerebro como algo no más complejo que una esponja. El modelo de conciencia de Feinberg-Mallatt, por contraste, describe un nivel específico de complejidad organizativa del cerebro que se requiere para la experiencia subjetiva.

Las plantas usan señales eléctricas de dos maneras: para regular la distribución de moléculas cargadas a través de las membranas y para enviar mensajes a larga distancia a través del organismo.

En el primero, las hojas de una planta pueden enroscarse debido a que el movimiento de los iones produce un movimiento del agua fuera de las células, lo que cambia su forma; y en esta última, una picadura de insecto en una hoja podría iniciar respuestas de defensa de hojas distantes.

Ambas acciones pueden parecer como si una planta decidiera reaccionar a un estímulo, pero Taiz y sus coautores enfatizan que estas respuestas están codificadas genéticamente y se han perfeccionado a través de generaciones de selección natural.

“Siento una responsabilidad especial para tomar una posición pública porque soy coautor de un libro de texto de fisiología vegetal –dice–. Sé que a muchas personas de la comunidad de neurobiología de las plantas les gustaría ver su campo en los libros de texto, pero hasta ahora, hay demasiadas preguntas sin responder”.

Un estudio de referencia frecuente sobre el aprendizaje de las plantas es la aparente habituación de la ‘Mimosa púdica’. En este experimento, una planta se cae y sus hojas se enrollan en defensa. Después de caer varias veces, pero sin sufrir daños graves, las hojas dejan de curvarse. Cuando se agita la planta, las hojas se enroscan, eliminando aparentemente la fatiga del motor como causa de la falta de respuesta cuando se deja caer.

“El temblor fue en realidad bastante violento. Debido a que el estímulo tembloroso fue más fuerte que el estímulo de caer, no descarta definitivamente la adaptación sensorial, que no implica aprender –argumenta Taiz–. Los experimentos relacionados con guisantes que pretenden mostrar el condicionamiento clásico pavloviano también son problemáticos debido a la falta de controles suficientes”.

Taiz y sus coautores esperan que la investigación adicional aborde las preguntas sin respuesta de los experimentos actuales de neurobiología de las plantas mediante el uso de condiciones y controles más estrictos.

Fuente EP

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