En Genesis 1:3 dice: “Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz”.
Pero eso fue apenas el principio de la creación divina del Universo. Esto, según la Biblia, es lo que Dios hizo después con esa luz:
- Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean para señales y para estaciones y para días y para años;
- y sean por luminarias en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.
- E hizo Dios las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominio del día y la lumbrera menor para dominio de la noche; hizo también las estrellas.
- Y Dios las puso en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra,
- y para dominar en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
En el siglo XIII, un erudito inglés de la orden franciscana pensó sobre el tema.
Robert Grosseteste trabajaba en uno de los grandes centros de aprendizaje en Oxford, al que la gente había empezado a llamar “universidad”.
Para Grosseteste -cuya mente estaba repleta de arcoíris y rayos de luz- todo, hasta el acto divino primordial de la creación misma, tenía que ver con la luz.
Sin embargo, ¿cómo la hizo exactamente Dios?
La respuesta del religioso es verdaderamente excepcional. Su teoría fue el primer intento de describir los cielos y la Tierra usando un conjunto de leyes.
Desde su punto de vista, todo había empezado con luz y materia estallando hacia afuera desde el centro: un Big Bang medieval.
Su historia es una de invención e imaginación atrevida, de cómo la fe en principios matemáticos y científicos combinados con la creencia en un cosmos ordenado por Dios, dio lugar a una idea sorprendentemente profética.
Empieza con la luz…
Pero, ¿qué es la luz? Esa pregunta nunca ha sido simple.
Algunos de los primeros escritores cristianos pensaban que había dos tipos distintos de luz.
La lux, como se llamaba en latín, era lo que Dios usaba para hacer el cosmos, una especie de fuerza creativa divina, casi una manifestación del mismo Dios.
La otra era lumen, la luz ordinaria que emanan los cuerpos celestiales y nos permiten ver las cosas.
Esa visión de la iluminación es evidente para quien ha estado en una catedral gótica inundada de luz que entra por los vitrales de las ventanas.
Los sacerdotes y teólogos pensaban que al contemplar la hermosa lumen en la iglesia, los fieles se sentirían atraídos por la lux bendita de Dios.
Religión y ciencia
A pesar de que hoy en día parece haber un conflicto entre la ciencia y la religión, durante una buena parte de la historia la religión fue una gran motivación para querer saber más sobre el mundo.
En las escuelas de las catedrales de los siglos XI y XII -predecesoras de las universidades- algunos estudiosos pensaban que era su deber aprender más sobre el Universo que, para ellos, había creado Dios.
No sólo consultaban la Biblia: leían los escritos de los antiguos griegos como Platón, Aristóteles e Hipócrates, que habían sido preservados en traducciones hechas por escritores islámicos.
El aprendizaje sobre el mundo natural floreció en la era de las grandes catedrales góticas, y muchos historiadores hablan de un primer Renacimiento en el siglo XII.
La más hermosa de las entidades
Robert Grosseteste nació en medio de esa excitante época.
A principios del siglo XIII era un profesor prominente, erudito y, como todos los investigadores en Oxford, un cristiano devoto. En 1235 se convirtió en el Obispo de Lincoln.
Para él, la luz era una de las más maravillosas creaciones de Dios.
“La luz física es la mejor, la más deleitable, la más hermosa de todas las entidades que existen. La luz es lo que constituye la perfección y la belleza de todas las formas físicas”, escribió.
Pero Grosseteste no se conformaba con sentarse a disfrutar de la luz que entraba por las grandes ventanas de la catedral gótica de Lincoln. Empezó a estudiarla como un científico.
Analizó por ejemplo el paso de la luz a través de un vaso de agua.
Se dio cuenta de que los lentes pueden magnificar los objetos, y cuando uno lee lo que escribió sobre eso se pregunta por qué pasaron otros 300 años antes de que los telescopios y microscopios fueran inventados.
“Esta parte de la óptica, cuando se entiende bien, nos muestra cómo podemos hacer que cosas que están a una distancia muy lejana parezcan como si estuvieran muy cerca, y las cosas que grandes que están cerca parecen muy pequeñas, y cómo podemos hacer que las cosas pequeñas que están lejos parezcan de cualquier tamaño que queramos; de manera que podría ser posible para nosotros leer las letras más pequeñas a distancias increíbles o contar la arena o las semillas o cualquier clase de objetos diminutos”.
Notó además que la luz se dobla al pasar de aire a vidrio o agua, un efecto llamado refracción.
Como otros antes que él, vio que la luz podía dividirse en un espectro colorido como un arcoíris, y escribió un tratado sobre los arcoíris en el que estuvo cerca de explicar cómo se forman: pensaba que las nubes actuaban como un lente gigante que refractaba la luz y la volvía de colores.
“De luce”
En 1225, Grosseteste reunió lo que había aprendido de la luz en un libro que llamó sencillamente “De luce” (Sobre la luz).
Era una mezcla de teología, ciencia, metafísica y especulación cósmica.
Pero trataba en particular la cuestión de cómo Dios hizo todo el cosmos usando luz.
En vez de ver la Creación como una especie de acto de magia, Grosseteste empezó a transformarla en algo más parecido a un proceso natural, algo que ahora llamaríamos “estudio científico”.
Como muchos de sus contemporáneos, creía que Dios trabajaba con principios simples basados en reglas que la humanidad podía entender usando lógica, geometría y matemáticas.
“Todas las causas de efectos naturales han de ser expresadas por medio de líneas,ángulos y figuras, porque de otro modo sería imposible tener conocimiento de la razón de estos efectos”, escribió.
Y, como el Universo estaba gobernado por las matemáticas, era ordenado, racional y se podían deducir sus reglas.
De hecho, la descripción de Grosseteste de la creación divina consignada en De luce es tan precisa que puede ser expresada con un modelo matemático, algo que historiadores y científicos de la Universidad británica de Durham hicieron con ayuda de una computadora.
La máquina del mundo
Para Grosseteste y sus contemporáneos, el Universo consistía en la Tierra, en el centro, y todos los cuerpos celestiales -el Sol, la Luna, los siete planetas conocidos y las estrellas- girando a su alrededor en círculos perfectos.
Pero para él todo empezó con una especie de Big Bang en el que una explosión de luz -del tipo lux- hizo que una densa bola de materia se expandiera, volviéndose cada vez más ligera y diluida.
“Esa expansión dispersa la materia ‘dentro de una esfera del tamaño de la máquina del mundo’, que es como nombra al cosmos”, le dice a la BBC Tom McLeish, uno de los físicos de la Universidad de Durham que tradujeron la teoría cosmológica de Grosseteste en un modelo matemático.
“Pero luego encuentra un problema: no lo puede expandir infinitamente, porque en esa época el Universo era enorme pero finito. ¿Cómo detenerlo? Con una brillante idea científica. Pensando como un físico, recurre a algo sencillo para explicar no sólo cómo deja de expandirse sino cómo se forman las esferas”.
Una luz brillante en la oscuridad
“Si no se puede llegar al vacío, porque la naturaleza lo aborrece -reflexiona-, tiene que haber una densidad mínima, y cuando se llega a ésta, se tiene que cristalizar”.
Siguiendo esa línea de pensamiento, eso ocurriría primero en la parte más lejana: el firmamento. Éste se cristaliza primero y se perfecciona, adquiriendo luz -lumen-, que también empuja masa, en este caso hacia adentro, y así se van creando las esferas en las que residen los planetas, el Sol, la Luna y la Tierra.
“El otro pensamiento moderno que tuvo fue que cuando miramos al cielo, el Universo que vemos de alguna manera contiene la huella o el eco de los procesos que lo formaron”, señala McLeish.
“Eso es precisamente lo que los cosmólogos piensan hoy en día… ¡acuérdate de la búsqueda de microondas con el eco del Big Bang!”, añade entusiasmado.
“Lo único oscuro de la Edad Oscura (entre la caída de Roma y el Renacimiento) es nuestra ignorancia sobre esa época. Grosseteste es un pensador profundamente impresionante”, declara McLeish.
“La historia que me contaron cuando era joven fue que antes de los 1600 no había más que misticismo, teología, dogmatismo, etc. Y de repente aparecieron Galileo, Kepler, ¡wow! Todo es luz e Iluminación, y volvemos a encaminarnos con la ciencia”, cuenta el físico.
“Pero la verdad es que la ciencia no funciona así. Todos damos pasos pequeños y, como dijo Isaac Newton, todos nos subimos sobre los hombros de gigantes. Y Grosseteste es uno de esos gigantes sobre cuyos hombros se subieron los primeros científicos modernos”.
Fuente: BBC