Kokichi Sugihara hace arte con las matemáticas. Este septuagenario japonés lleva casi 40 años engañándonos, pero su magia está basada en la ciencia y en la ingeniería.
Él utiliza la física para burlar nuestros sentidos y demostrar que nuestra percepción de la realidad puede estar errada.
Así consigue que unas bolas se muevan desafiando las leyes de la gravedad, como «descendiendo» hacia arriba, o que el reflejo de un objeto en un espejo sea distinto de cómo lo ven nuestros ojos.
Sugihara es profesor de ingeniería en el instituto para el Estudio Avanzado de las Ciencias Matemáticas de la Universidad de Meiji, en Tokio.
Y a lo largo de su carrera sus «objetos imposibles» han ganado varios premios, entre ellos a la «Mejor ilusión óptica del año», en 2010, 2015 y 2016.
Cortando y pegando papel
«Empecé a hacer objetos imposibles en 3D hace 37 años», le dijo a BBC News Mundo desde Tokio.
Como en aquella época no existían las impresoras en 3D, Sugihara tenía que construir él mismo en papel lo que diseñaba.
«Creé un programa para dibujar los diagramas de las superficies sin doblar y empecé a construir los objetos en 3D cortando y pegando papel».
De hecho, algunos de sus diseños están disponibles en internet para hacer con papel en casa, como este de la foto inicial del artículo, «Techo de garaje ambiguo», que ganó el segundo premio de la mejor ilusión del año en 2015.
No obstante, en las últimas series de ilusiones, como la de los «cilindros ambiguos», utiliza la impresión en 3D para crear sus objetos imposibles.
El truco de hacer posible lo imposible
Su interés por estos objetos surgió a raíz de estudiar visión computacional (o visión artificial).
Sugihara creó su propio programa informático con el que descubrió que «algunas de las figuras imposibles no son en realidad imposibles: pueden ser construidas como objetos físicos en 3D».
Y entonces, ¿cual es el truco?
En resumen: el ángulo de visión afecta a la forma en que nuestro cerebro interpreta los objetos que vemos.
El cerebro «completa» ciertas formas para que tengan sentido. Pero al rotar los objetos queda en evidencia la ilusión óptica.
Según le explicó Sugihara a BBC Mundo, esa ilusión viene de «la diferencia» entre dos factores:
Por un lado, «matemáticamente una sola imagen no tiene información de profundidad, así que hay una cantidad infinita de formas en 3D que podrían generar esa misma imagen proyectada», explicó.
Y por otro, «psicológicamente, los sistemas de visión humana no pueden extraer todas esas posibilidades de formas en 3D para una misma imagen. En lugar de eso, percibimos un único objeto en 3D que encaja con el tamaño y la distancia de lo que vemos».
Cuando fiarse de los ojos y cuándo no
La ilusión también puede afectar a la percepción de objetos en movimiento, de hecho en 2014 Sugihara acuñó en un estudio científico el término de «movimiento imposible», para referirse a un nuevo tipo de ilusión óptica en la que los objetos parecen moverse siguiendo patrones que son físicamente imposibles.
Un ejemplo de movimiento imposible es el que genera su creación titulada «Pendientes-imanes», ganadora en 2010 del premio a la Mejor Ilusión del año.
Más recientemente empezó a trabajar con objetos creados con impresión en 3D y espejos. En otro estudio científico de 2016 bautizó a esa ilusión como una «Simetría anómala de espejos».
Pero toda esta magia de la ingeniería puede hacernos cuestionar cuánto debemos confiar en nuestros propios ojos. Se lo preguntamos a Sugihara y esto es lo que nos contestó.
«Cuando veo los objetos en 3D directamente, sí creo en mis ojos, porque la visión binocular o estereovisión en la mayoría de los casos sí nos da una idea correcta de la profundidad», dijo.
«Pero cuando veo fotografías y videos, siento que debería tener cuidado porque una cámara tiene solo una lente central, así que es el equivalente a ver objetos con un solo ojo», explicó.
Y seguramente también deba ser así en un sentido menos literal y más metafórico.
Fuente: BBC