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Julio César, talento científico mexicano que persiste a pesar de la discriminación

Tras enfrentarse a dificultades y falta de apoyo en su educación, Julio César Martínez no abandona su sueño de contribuir a la ciencia

Julio César Martínez Basilio, un joven con discapacidad, soñaba con estudiar robótica en la Universidad Politécnica de Tapachula (UPTap). Sin embargo, la falta de apoyo, la discriminación y la falta de adaptaciones a su condición lo obligaron a abandonar la institución. Ahora, gracias a la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), en el sistema costero, ha encontrado una nueva oportunidad para continuar con su educación.

Desde pequeño, Julio mostró interés por la tecnología y la innovación. Durante su tiempo en el Colegio de Bachilleres de Chiapas (COBACH), destacó por su talento en proyectos científicos. Uno de ellos, un alimentador automático de peces, le permitió obtener el primer lugar en un concurso de ciencia. “Mi proyecto todavía está en desarrollo, pero estamos haciendo mejoras para que funcione mejor y ayude en la acuacultura“, contó en entrevista.

Al salir del bachillerato, Julio se inscribió en la UPTap con la esperanza de estudiar robótica. No obstante, su experiencia fue difícil desde el inicio. “Al principio, los profesores me entendieron, pero después todo cambió. Me dejaron sin equipo para un proyecto integrador, y cuando pedí ayuda, uno de mis profesores me dijo: ‘A mí no me importa’”.

Julio sufre de un trastorno que afecta su capacidad de concentración y procesamiento de información. Aunque presentó los documentos médicos necesarios para recibir apoyo, la universidad no tomó en cuenta su condición. “Me prometieron una tablet para poder trabajar en mis proyectos, pero nunca la recibí. También dijeron que me ayudarían con mi programación, pero fue mentira”, relató.

La discriminación y la falta de atención por parte de los docentes hicieron que su estrés aumentara al punto de afectar su salud. “Las tareas se tenían que entregar en la noche, y si tardaba un segundo más, no las aceptaban. Me desvelaba hasta las 2 o 3 de la mañana tratando de cumplir con las exigencias, pero cuando pedía explicaciones, me decían que lo hiciera como pudiera”, relató.

Ante la falta de apoyo, su madre, Adela Basilio Gómez, intentó hablar con las autoridades de la universidad, pero nunca le dieron respuestas. “Desde que lo inscribimos, entregamos los papeles de su discapacidad, pero nos dijeron que no podían tomarlo en cuenta. Pagamos la inscripción y cuando lo dimos de baja por la discriminación que sufría, no nos devolvieron ni un peso”, denunció.

Después de abandonar la UPTap, Julio no se rindió. Junto con su madre, buscó una opción para continuar con sus estudios y encontró una oportunidad en la UNACH, en el sistema costero. Aunque la carrera no es de robótica, la universidad le ha brindado el apoyo y las herramientas que necesitaba.

“El director de la UNACH fue muy amable y los compañeros son más comprensivos. Me dijeron que podía desarrollar mi proyecto del alimentador de peces y que me prestarían una laptop para seguir trabajando”, contó con entusiasmo.

Julio también trabaja en un triciclo en Puerto Madero para ayudar con los gastos del hogar y sus estudios. “Mis papás son de bajos recursos, y mi papá es diabético. Hago lo que puedo para apoyarlos mientras sigo adelante con mi educación”, dijo.

Su madre, aunque triste porque no pudo estudiar robótica, se siente agradecida por la oportunidad que le han dado en la UNACH. “No es la carrera que él quería, pero al menos aquí lo aceptaron y lo están apoyando. Como familia no tenemos los recursos para mandarlo a Tapachula, pero él está echándole ganas”.

Julio César sigue con el deseo de aportar a la sociedad con sus conocimientos. Aunque le cerraron una puerta, ha demostrado que la perseverancia y el esfuerzo pueden abrir nuevas oportunidades. “Voy a terminar esta carrera, y si en el futuro puedo, seguiré con la robótica. No me voy a rendir”, concluyó.

Fuente: oem.com.mx

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