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Investigación revela que el estrés salino podría ayudar a controlar plagas en cultivos de tomate

Una nueva investigación revela que un viejo enemigo de los agricultores, el estrés por salinidad en el suelo, podría tener un lado positivo para el control de algunas plagas

La agricultura moderna enfrenta retos por todos lados. Entre los más complicados están el cambio climático, la escasez de agua y el deterioro de los suelos. Uno de los efectos más comunes de estos problemas es el aumento de la salinidad del suelo. En pocas palabras, hay demasiada sal en donde deberían crecer nuestras plantas.

Este fenómeno, conocido como estrés salino, afecta la salud de los cultivos, limita su crecimiento y reduce la producción. Cuando se habla de suelos salinos, normalmente se piensa en pérdidas y dificultades. Y con razón. El exceso de sal daña las raíces, altera el balance de nutrientes y debilita a las plantas.

Pero, ¿y si ese mismo estrés pudiera servir como un escudo natural contra ciertos enemigos? ¿Y si, en vez de solo ver lo negativo, pudiéramos descubrirle un lado útil a esta condición? Eso fue precisamente lo que se preguntaron unos investigadores de la Universidad de Penn State.

Su trabajo se centró en el tomate, un cultivo querido por muchos pero también víctima constante de plagas como el temido gusano del fruto del tomate. Este insecto puede causar daños graves en la producción, dejando pérdidas económicas importantes para productores de todo tamaño.

¿Qué es el estrés salino y por qué ocurre?

Primero lo primero. El estrés salino sucede cuando el suelo acumula demasiadas sales minerales, especialmente sodio. Esto puede pasar por muchas razones: riegos con agua de mala calidad, evaporación excesiva del agua en climas cálidos, uso constante de fertilizantes químicos, entre otros.

Algunos cultivos se han adaptado genéticamente a suelos salinos, como el arroz y el trigo en ciertas zonas costeras.

Lugares como India, California, Florida o zonas mediterráneas enfrentan este problema todos los días, y no es raro verlo también en regiones de África o América Latina donde el agua es escasa. Cuando hay demasiada sal en el suelo, la planta no puede absorber bien el agua ni los nutrientes.

Eso la debilita, ralentiza su crecimiento y puede hacer que dé menos frutos. Es como si estuviera constantemente deshidratada, aunque esté siendo regada. A simple vista, puede parecer un suelo seco o una planta enferma, pero en realidad se trata de una acumulación invisible que actúa desde abajo.

¿Cómo afecta esto a las plagas?

Aquí es donde se pone interesante. El equipo de investigación descubrió que los tomates cultivados en suelos con niveles elevados de sal sufren menos daño por insectos como el gusano del fruto.

El gusano del fruto del tomate también ataca maíz, algodón y frijol, lo que lo convierte en una plaga muy costosa a nivel global

¿Por qué? Resulta que estos insectos no se sienten tan atraídos por las plantas saladas. Cuando se les da a elegir entre una planta con sal y una sin sal, eligen la segunda casi siempre. Las larvas que se alimentan de plantas salinas crecen menos, se desarrollan más lento y muchas no sobreviven.

Incluso cuando los investigadores les dieron dietas artificiales con diferentes concentraciones de sal, los efectos fueron los mismos: los insectos no crecían bien, no se desarrollaban como deberían y, en algunos casos, ni siquiera llegaban a convertirse en adultos.

Este cambio en los compuestos volátiles puede ser una señal de que la planta no tiene las condiciones ideales para que la larva se alimente. Así que, en cierto modo, la planta se vuelve menos atractiva sin hacer nada activamente para defenderse.

¿La sal es la nueva aliada contra plagas?

Antes de que salgas a echar sal en tu huerto, hay que aclarar algo: el exceso de sal también daña a la planta. En el estudio, las plantas más saladas eran más pequeñas, estaban visiblemente estresadas y rendían menos. No se trata de usar la sal como insecticida natural sin más.

Se ha observado que la sal potencia la acción de algunos pesticidas, por lo que en ciertos casos se podría usar menos cantidad y obtener el mismo efecto.

Lo que se plantea es la posibilidad de encontrar un punto medio, una especie de “punto salado ideal” donde la planta no se dañe tanto, pero sí sea menos atractiva para los insectos. Algunos estudios incluso han mostrado que los tomates cultivados con un poco más de sal terminan siendo más pequeños.

Por supuesto, aún falta mucho por investigar. No todos los cultivos responden igual a la sal, y no todas las plagas se comportan como el gusano del fruto. Pero este tipo de investigaciones muestran que las soluciones a veces están en lo que dábamos por perdido.

Si aprendemos a manejar los niveles de sal con inteligencia, podríamos no solo proteger nuestras plantas, sino también obtener frutos más sabrosos y reducir el uso de químicos. A veces, lo que parece un problema, puede ser también parte de la solución.

Fuente: meteored.mx

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