“Las heces podrían ser el futuro de la medicina. He llevado las mías a través de Londres para convertirlas en cápsulas, que alguien tomará algún día”
Hablar de heces (o en su caso, ahora mismo, leer sobre heces) puede resultar poco atractivo. Pero cada vez lo hacemos más, de un tiempo a esta parte. El motivo es que ahora somos conscientes del importante papel que pueden jugar en nuestra salud, en el tratamiento de diferentes enfermedades.
Hace unos meses les contábamos la aprobación del primer biofármaco elaborado a base de heces. Rebyota es un medicamento elaborado con microbiota fecal que se administra por vía rectal. Si les pareció sorprendente, hoy les pedimos que vayan con nosotros un poco más allá. ¿Se imaginan tomando una pastilla elaborada con heces de otra persona?
Suena raro, pero puede que deje de serlo, en un futuro no muy lejano. Teniendo en cuenta que ya hay donación de heces, ya se hacen trasplantes de heces, ya hay bancos de heces… Es un campo de investigación que resulta desagradable de imaginar, pero que abre muchas posibilidades terapéuticas.
Ya es posible donar tus heces para la causa. Y es lo que ha hecho Linda Geddes, periodista científica de The Guardian que ha decidido contar todo el proceso en el diario británico. ¿Saben cómo donar sus heces? ¿Se plantean hacerlo? ¿Saben que sus heces podrían curar a otras personas o a ustedes mismos? Le contamos todos los detalles del proceso, tan escatológico como interesante.
De paseo por Londres con un tupper de heces
Para que haya trasplante, antes tiene que haber donación. Y si hablamos de trasplante de heces, la donación ha de ser de eso mismo: de heces. La primera cuestión que se plantea es: ¿dónde llevarlas? Linda las metió en un tupper, lo selló (a prueba de olores) y se paseó con ellas por medio Londres. Fue caminando (mejor que en transporte público), y despacio (para evitar percances), hasta el Hospital St. Thomas. Una vez allí, directa al quinto piso: departamento de infecciones.
“Recién hechas y llenas de bacterias, los médicos a los que se las entrego creen que esas heces podrían ser el futuro de la medicina. He llevado las mías a través de Londres”, relata Linda, “para convertirlas en cápsulas, que alguien tomará algún día”.
El primer paso es asegurarse de que son heces “sanas”, es decir, que la persona que las dona no tiene ninguna enfermedad y su microbiota es digna de ser donada, está libre de parásitos, virus o bacterias resistentes a antibióticos. Si no, no valdría para nada.
Pero Linda ha superado todas las pruebas. Así que sus heces pasan a manos de Désirée Prossomariti, la investigadora que abre su tupper dentro de una cabina de bioseguridad. El momento es engorroso, confiesa, pero Prossomariti le asegura que para ella, las heces, son como “cualquier tipo de espécimen. A mucha gente le da asco, pero no es mucho peor que la sangre”, dice. “No es lo más repugnante con lo que se puede trabajar”. “¿Y qué es lo más repugnante?”, pregunta la donante. “Esputo”, confiesa. “Es horrible.”
Un “delicioso pastel de bacterias”
Las muestras que toma de sus heces se volverán a analizar, para mayor seguridad. Después, dos tercios de lo donado (100 g) se recogen en una botella, junto con 200 ml de solución salina, y se agitan hasta obtener una suspensión. “La caca licuada se filtra y luego se centrifuga, para eliminar cualquier alimento no digerido; esta suspensión se vuelve a agitar a mayor velocidad para eliminar la solución salina y concentrar las bacterias en una bolita blanda”, explica en el artículo. El proceso termina cuando Prossomariti “vuelca el fluido marrón sedoso en una placa de Petri”, que pone en una secadora de hielo toda la noche para eliminar el agua restante.
¿El resultado? Un “delicioso pastel de bacterias” de color “marrón dorado pálido”. Prossomariti toma “este maravilloso material” y lo tritura, hasta convertirlo en “polvo, que recoge y envasa en cinco grandes cápsulas rojas”.
Confiesa la donante que, al coger una de esas cápsulas, “nunca adivinarías lo que contenía”. Es inodora y está diseñada para no derramar su contenido hasta que hayan pasado por el estómago y hayan entrado en el intestino delgado. Su apariencia es “como la de cualquier otro medicamento que pueda recibir en el hospital”. Así es como las heces donadas por Linda se han convertido en una cápsula que puede ayudar a salvar vidas.
Trasplantes fecales: del enema a la pastilla
El trasplante fecal sólo está autorizado, de momento, en el tratamiento de infecciones de Clostridioides difficile (CDI), una bacteria intestinal que puede causar diarrea severa y que es potencialmente mortal. Cada año, está asociada a entre 15.000 y 30.000 muertes en EE.UU. El FMT (siglas en inglés de trasplante de microbiota fecal) es una vía terapéutica para los casos en que no funcionan los antibióticos, que no son pocos. Un 20% de las personas que se infectan con esta bacteria tiene infecciones recurrentes.
Pero con el trasplante de heces, la tasa de éxito es impresionante. El 85% de los pacientes se curan después de una sola transferencia. De ahí la autorización de Rebyota, hace cuatro meses. Pero claro, su administración (vía enema) por el recto no es muy cómoda. Sería mucho mejor disponer de un tratamiento con cápsulas. “Es un cambio de partida, para hacer que el FMT sea mucho más accesible, fácil y económico”, explica en The Guardian el profesor Simon Carding, del Instituto Quadram, que está liderando un ensayo de este tipo.
Y ahí volvemos a ese tupper con las heces de Linda que llegó al hospital de St. Thomas y se convirtió en cápsulas. Helen, de 45 años, es una de las 40 personas inscritas en un ensayo en ese hospital para evaluar si el trasplante de microbiota fecal, en ese formato, puede ayudar a erradicar las bacterias resistentes a los antibióticos de los intestinos de los pacientes. Y explica a Linda que, tras el ensayo, sus síntomas han desaparecido.
En su caso, el problema eran las bacterias resistentes a antibióticos. Pero cuando hablamos de heces, de la microbiota fecal, hablamos de muchas enfermedades en las que ya se está ensayando esta terapia.
Superar el factor “puaj”
La microbiota son esas bacterias que todos tenemos en el intestino y que son clave para nuestra salud, tanto física como mental. Se ha constatado que hay relación entre los desequilibrios en nuestra microbiota intestinal y enfermedades como diabetes, obesidad o artritis. Pero también se ha visto con el autismo o la depresión. Les contábamos hace poco, incluso, las implicaciones que se está viendo que tiene la microbiota en las enfermedades neurodegenerativas, como en el párkinson.
Todavía queda camino por recorrer antes de que los trasplantes fecales, en cualquier formato, lleguen a la medicina convencional, pero el hecho de que ya existan fármacos como Rebyota muestra que es posible. “Superar el factor “puaj” sigue siendo una barrera importante”, advierte Linda Geddes con conocimiento de causa. Ella lo ha superado.
Pero todavía son pocos los pacientes que se inscriben en este tipo de ensayos con “cápsulas fecales”. Donar las heces es igual de importante. Y quizá eso resulte más fácil. Por si se lo plantean después de leer esto, en España ya hay dos bancos de heces: en el Hospital Universitario de Bellvitge y en el Hospital Universitario Gregorio Marañón.
Fuente: niusdiario.es