Muchos animales vertebrados, incluyendo algunas aves y peces y numerosos primates, minimizan los costos de luchar contra individuos concretos mediante la observación de estos, a fin de averiguar qué la capacidad de lucha tiene cada uno de los potenciales contrincantes antes de interactuar con ellos personalmente.
Mantener el seguimiento de una red de relaciones sociales diferenciadas individualmente es un desafío cognitivo y, hasta hace poco, se consideraba que estaba fuera del alcance de insectos como las avispas, que tienen cerebros un millón de veces más pequeños que el cerebro humano.
Pero un creciente conjunto de evidencias sugiere que los sistemas nerviosos en miniatura de los insectos no limitan los comportamientos sofisticados tanto como se creía.
La capacidad de los insectos para tener una conducta compleja puede ser moldeada más por el ambiente social que por el tamaño del cerebro, a juzgar por los resultados de una nueva investigación, realizada por Elizabeth Tibbetts, Ellery Wong y Sarah Bonello, de la Universidad de Michigan en Estados Unidos.
En este estudio se comprobó que las avispas de la especie Polistes fuscatus observan con atención a los rivales que pelean entre ellos para evaluar rápidamente el nivel de capacidad combativa de cada uno de ellos sin tener que afrontar el riesgo personal de averiguarlo mediante el combate por sí mismos. Este nuevo hallazgo se suma a la creciente cantidad de evidencias que indican que incluso los insectos con cerebros minúsculos tienen una impresionante capacidad para aprender, recordar y hacer deducciones sociales sobre los demás.
«Es sorprendente que las avispas puedan observar y recordar una compleja red de interacciones sociales entre individuos sin interactuar directamente con ellos», destaca Tibbetts. «Se cree que las relaciones sociales complejas favorecen la evolución de cerebros grandes y el aumento de la inteligencia social, pero los cerebros de estas avispas son relativamente pequeños».
A diferencia de una colonia de abejas melíferas, que tiene una sola reina y múltiples obreras de igual rango, las colonias de avispas Polistes fuscatus contienen varias hembras reproductoras llamadas fundadoras. Estas hembras luchan contra sus rivales y forman complejas jerarquías de dominio lineales basadas en los resultados de esas luchas. El rango de una avispa en la jerarquía determina su participación en la reproducción, el trabajo y el consumo de comida.
En el laboratorio, los investigadores marcaron a todas las fundadoras con patrones de color únicos en el tórax. Luego, de dos en dos, las avispas eran colocadas en un pequeño contenedor para que se pelearan, mientras que dos avispas «espectadoras» observaban a las contrincantes a través de tabiques de plástico transparente.
Cuando una avispa observadora era colocada con otra avispa en el contenedor de combate, típicamente se envalentonaba contra aquellas avispas que había visto perdiendo peleas y no contra aquellas a las que había visto ganándolas.
Los resultados muestran que a través de la observación las avispas P. fuscatus son capaces de reunir información sobre nivel de capacidad de combate de congéneres y luego usar ese conocimiento estratégico para modular su comportamiento posterior ante cada individuo previamente observado.
Fuente: noticiasdelaciencia.com