Recientemente, un equipo de científicos en Australia ha encontrado algo realmente sorprendente. En el fondo de un viejo armario del Museo de Melbourne, descubrieron la cabeza de un animal extinto hace más de 100 años. Lo más impresionante es que, a pesar de haber pasado más de un siglo sumergida en etanol, la cabeza está en excelente estado de conservación, y eso le ha dado a los científicos una oportunidad que jamás esperaron: intentar revivir a esta especie.
Resulta que dentro de esa cabeza conservada había material genético valiosísimo, incluyendo ARN, que es un tipo de molécula que nos dice mucho sobre cómo funcionaba el cuerpo del animal cuando estaba vivo. Esto es un hallazgo increíble porque el ARN no suele conservarse bien con el tiempo, y tenerlo les da a los científicos información muy precisa, como por ejemplo, cómo olía, veía o hasta qué podía saborear este animal.
El profesor Andrew Pask, que lidera el laboratorio de genética en la Universidad de Melbourne, fue quien estuvo a cargo de este descubrimiento, y aunque lo describe como un poco «grotesco» (porque, bueno, es una cabeza en un cubo de líquido), también está entusiasmado. Para él, y para su equipo, esto es clave para avanzar en su proyecto de devolver a la vida al tilacino.
Una empresa biotecnológica de Texas llamada Colossal, dirigida por Ben Lamm, también está metida en esto. Esta empresa tiene otros proyectos alocados, como intentar resucitar al mamut lanudo y al dodo, y ahora han puesto su energía (y su dinero) en intentar traer de vuelta al tilacino. Colossal ha invertido bastante en este laboratorio en Melbourne, y los científicos ya han logrado avanzar mucho más de lo que esperaban. De hecho, gracias a la calidad del material genético que han encontrado, pudieron crear el genoma más detallado del tilacino que jamás se haya hecho.
Ahora, no es tan fácil como parece. A pesar de todo este avance, el gran reto es encontrar un animal vivo que sea lo más cercano posible genéticamente al tilacino. Para esto, los científicos han puesto su mirada en el dunnart de cola gorda, un marsupial que vive en Australia y que, aunque pequeño, tiene un ADN bastante similar al del tilacino. La idea es usar células madre de este animal y modificarlas genéticamente para que se parezcan lo más posible a las del tigre de Tasmania. Con un poco de suerte, y mucho trabajo, creen que en unos tres a cinco años podrían tener el primer tilacino «revivido».
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Pask y su equipo son muy conscientes de que aún tienen mucho por resolver. Una cosa es recrear un animal en un laboratorio, pero otra muy distinta es lograr que este animal pueda vivir en la naturaleza, sobre todo cuando su hábitat ha cambiado tanto desde su extinción. El último tilacino murió en un zoológico en 1936, y el mundo ha cambiado mucho desde entonces. No hay más tilacinos con los que pueda interactuar, y eso plantea muchas incógnitas sobre cómo se adaptará a un entorno moderno.
Algunos expertos en conservación, como el profesor Euan Ritchie, han expresado su preocupación. Ritchie plantea preguntas importantes: ¿Qué impacto tendría este nuevo tilacino en el ecosistema actual? ¿Será capaz de sobrevivir por sí solo en la naturaleza, o necesitará de cuidados humanos constantes? Todo esto hace que el proyecto sea tan desafiante ecológicamente como lo es genéticamente.
Fuente: ensedeciencia.com