Aun cuando los proyectos de vacuna contra el Covid-19 desarrollados por universidades e instituciones de educación superior públicas y privadas presentan “resultados alentadores” en las primeras fases de investigación, el escaso financiamiento y el déficit de laboratorios especializados retrasan y dificultan el desarrollo y producción de un fármaco mexicano.
De los cinco proyectos en curso, dos los realizan investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), particularmente de los institutos de Investigaciones Biomédicas y de Biotecnología, mientras los tres restantes pertenecen a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) y el Tecnológico de Monterrey.
En este último caso, en los próximos días se iniciará el reclutamiento de voluntarios para la aplicación de la vacuna desarrollada por esa institución, en conjunto con la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) y el laboratorio alemán CureVac. Aunque este proyecto es uno de los más desarrollados, dicha fase se esperaba desde hace un par de meses.
Juan Joel Mosqueda Gualito y Laura Palomares Aguilera, investigadores y líderes de los proyectos de la vacuna de la UAQ y del Instituto de Biotecnología, con sede en el estado de Morelos, respectivamente, coincidieron por separado en que el problema de financiamiento y la falta de laboratorios son los principales obstáculos que enfrentan sus investigaciones, cuyos primeros resultados en la fase preclínica de experimentación en animales presentan resultados alentadores.
La investigación de esa institución, luego de obtener resultados importantes en las pruebas de seguridad e inmunogenicidad animal, prácticamente está detenida ante la falta de un laboratorio de bioseguridad nivel 3 para evaluar la eficacia de la vacuna en la que trabajan y de esa forma confirmar, bajo los parámetros y requisitos internacionales, su efectividad.
“Terminamos desde diciembre esas fases preclínicas, pero seguimos atorados”, señaló en entrevista Mosqueda, quien ha buscado contactos en el extranjero para poder hacer las evaluaciones, pero tienen un costo muy elevado –casi 3 millones de pesos–, monto similar al recibido por parte de la Agencia Mexicana para la Cooperación Internacional y el Desarrollo (Amexcid) de la cancillería mexicana.
Necesaria para el futuro
Dificultades similares enfrenta la investigación del Instituto de Biotecnología de la UNAM. Laura Palomares, integrante de la Academia de Ciencias de Morelos, explicó que también están a la espera de concluir los trabajos de adecuación que actualmente se realizan en el laboratorio del Instituto de Investigaciones Biomédicas, aunque su fase preclínica terminará en los próximos tres meses, luego de tener que sortear algunos problemas de recursos.
Sin embargo, destacó la importancia de continuar con todos los proyectos nacionales, aunque ya se tengan las vacunas de consorcios internacionales, pues se desconoce la duración de la inmunidad de las que ya se comercializan, por lo que existen grandes posibilidades de que se deba aplicar de manera periódica, además de inmunizar a los mexicanos de futuras generaciones.
Agregó que el plan nacional de vacunación contra el Covid-19 se prolongará al menos hasta marzo de 2022, y qué mejor que México cuente, en algún momento, con su propia vacuna.
Fuente: jornada.com.mx