Los psicólogos y neurólogos llevan décadas dedicados a estudiar nuestra capacidad de recordar a través de la mirada, y la clave para saber más parece estar en la infancia
Está claro que la vida actual está rigurosamente determinada por eso que denominan la sociedad de la imagen, está claro que lo somos y el por qué lo somos: nos desarrollamos en ellas, entendemos cualquier parámetro de nuestra existencia a través de su forma visual, y si no la tiene la inventamos. Sin embargo, el lenguaje de las imágenes ha establecido lógicas en el mundo desde mucho antes que pasara a pertenecer a la imagen. A lo largo de la historia, muchas personas han afirmado tener un don extraordinario en torno a ella, aunque curiosamente entendiéndola como la capacidad de poder memorizar instantáneamente grandes volúmenes de texto. La llamaron memoria fotográfica en el afán por cruzar las capacidades de personas y máquinas.
Los científicos Nikola Tesla y John von Neumann, el escritor Truman Capote, y un gran número de personas menos conocidas afirmaron poseerla. De hecho, es posible que conozcas a alguien que en algún momento te haya dejado caer que también está en ese grupo. Sin embargo, aunque la idea de la memoria fotográfica está muy extendida en la cultura popular, la realidad científica del fenómeno es bastante diferente de cómo se describe comúnmente.
En la década de los 1970, Ralph Norman Haber teorizó que, en ausencia de habilidades lingüísticas sofisticadas, los niños pequeños dependen más de las imágenes visuales para el procesamiento de la memoria. A medida que los niños aprenden a expresarse verbalmente y a pensar de manera más abstracta, confían cada vez menos en la memoria visual.
Observando a los niños
En lo que respecta a esa noción, fueron precisamente los niños los que abrieron un importante melón para psicólogos y neurólogos dedicados a estudiar eso de la memoria visual. Resulta que la memoria visual incluye dos tipos de capacidades que, a veces, se confunden: la memoria fotográfica y la eidética.
Según Scott Lilienfeld, profesor de psicología en la Universidad de Emory, la memoria eidética, del griego eidos, o «forma visible», se refiere a la capacidad de una persona para «mantener una imagen visual en su mente con tanta claridad que pueden describirla perfectamente o casi perfectamente… tal como podemos describir los detalles de una pintura inmediatamente frente a nosotros con una precisión casi perfecta».
Poniendo a prueba a niños y niñas, Haber encontró que esta capacidad se encuentra casi exclusivamente en pequeños de entre 6 a 10 años, y solo en un porcentaje muy escaso. Según este experto, alrededor del 2 al 10% de los niños en edad escolar primaria poseen la capacidad de retener una imagen residual clara en su campo visual. Sin embargo, estas imágenes generalmente se desvanecen de la vista en uno o dos minutos, y no son las grabaciones hiperprecisas que implica el término «memoria fotográfica».
Tres categorías
Cuando la pensamos en memoria fotográfica, tendemos a entender por ello la capacidad de memorizar instantáneamente grandes volúmenes de texto o conversaciones enteras con una precisión perfecta, porque así lo declararon algunos grandes personajes de la Historia. Pero hay que pulir mucho este pensamiento para llegar a una respuesta algo convincente sobre qué es exactamente la memoria fotográfica.
Para empezar, podemos clasificar a las personas en tres categorías en base a esta capacidad: Los primeros son los llamados sabios excepcionales. Tal vez el más famoso de estos fue Kim Peek, que sirvió de inspiración para el personaje de Dustin Hoffman, Raymond Babbitt, en la película ‘Rain Main’ de 1988. Cuando Peek murió en 2009, a la edad de 58 años, había memorizado el contenido de más de 12.000 libros, leyendo a una velocidad de una página cada 8-12 segundos.
El segundo grupo de personas que comúnmente se cree que tienen memorias fotográficas son aquellas que padecen un trastorno raro conocido como hipertimesia. Las personas con esta afección poseen una memoria autobiográfica excepcional y pueden recordar detalles aparentemente irrelevantes de casi todos los días de sus vidas, como el clima, lo que salió en las noticias o en la televisión, o lo que comieron en el desayuno.
La capacidad de olvidar
Aunque eso último suene estupendo, especialmente si acabas de intentar recordar qué hiciste ayer y no lo logras tener en mente con exactitud, lo cierto es que lejos de ser un defecto que limite nuestro potencial, nuestra capacidad para olvidar detalles irrelevantes y generalizar la información es esencial para que podamos navegar con eficacia por el mundo que nos rodea. Si bien esto puede parecer una habilidad muy útil, para la mayoría de las personas con esta afección, la incapacidad de olvidar es, de hecho, una auténtica carga.
Los mnemotécnicos no poseen habilidades naturales extraordinarias, sino que han aprendido a usar una variedad de técnicas mnemotécnicas para ayudarlos a memorizar información
El tercer y último grupo de personas con memorias supuestamente fotográficas son los mnemotécnicos. Esto es lo que la mayoría de la gente piensa cuando imagina la memoria fotográfica: personas con una inteligencia normal o superior a la media y una capacidad social capaz de memorizar instantáneamente y recuperar sin esfuerzo grandes volúmenes de información general.
Sin embargo, los mnemotécnicos en general no poseen habilidades naturales extraordinarias, sino que han aprendido a usar una variedad de técnicas mnemotécnicas para ayudarlos a memorizar información. Entre las técnicas más comunes se encuentran la codificación, el método de loci y el mind palace. Todo ello implica vincular la memoria semántica con la memoria episódica, que es más fácil de recuperar para la mayoría de los humanos.
Recursos para la edad adulta
Para entenderlo, basta un ejemplo: Asociando la secuencia numérica 1-9-4-5 con el año en que terminó la Segunda Guerra Mundial, estamos codificando, es decir, vinculando una información con otra que ya hemos memorizado. En cuanto al método de loci y mind palace, tienen que ver con colocar palabras, números u otras piezas de información específicas en ubicaciones u objetos en un espacio real o imaginario, y luego «caminar» mentalmente a través de ese espacio.
Al final, todos los supuestos casos de memoria fotográfica que no involucran el síndrome del sabio o la hipertimesia, han resultado ser meramente el resultado de estas técnicas mnemotécnicas combinadas con un simple trabajo duro.
Hasta la fecha, la mayoría de las investigaciones demuestran que los adultos perdemos rápido la posibilidad de tener memoria fotográfica, precisamente porque dejamos de poseer la habilidad natural de construir imágenes eidéticas. Al parecer, esto se debe justo a que en edad adulta las personas tienden a codificar lo que observan visual y verbalmente, lo cual dificulta la formación de una imagen eidética.
Fuente: elconfidencial.com