En menos de un segundo, nuestra mente activa distintos componentes para realizar multitud de procesos simultáneos hasta que reconocemos a quien tenemos enfrente. Todavía no sabemos casi nada sobre este fenómeno
Adam está de camino. Mi apartamento no tiene timbre, así que siempre me llama por teléfono cuando está a dos minutos de distancia. Nunca dice que está a dos minutos, sino que ya está en mi puerta, porque sabe que siempre intento terminar algo antes de abrirle.
Con el ruido de la ducha, oigo mi teléfono. Busco detrás de la cortina de plástico. Son las 18:31 horas. “Hola, ya estoy aquí”, dice Adam. Mierda. Corro por las escaleras sosteniendo la toalla enrollada en mi cabeza. Puedo ver la forma de su rostro a través de la ventana. Parece a un vikingo que trabaja en finanzas. Veo el inicio de una sonrisa. (0 milisegundos)
Veo su tono de piel, su aspecto relajado y juvenil. (40 milisegundos) Recuerdo la forma de su rostro, sus pequeños ojos almendrados y brillantes, su mandíbula con sobremordida (que me parece encantadora) y su pelo. (50 milisegundos) La piel del borde de sus ojos empieza a tener pequeñas arrugas, y su frente bastante marcada sugiere una masculinidad agresiva que no coincide con su personalidad. (70 milisegundos) Sé que es Adam aunque estuviera viéndolo desde el aire. (90 milisegundos)
Sé que su cabello se ha vuelto más fino porque recuerdo nuestra primera pelea cuando le pregunté si se estaba quedando calvo. Casi puedo oler a través de la puerta su aceite para barba de pachulí, que deja en mi apartamento cada dos semanas. Me recuerda a nuestras mañanas que pasábamos juntos antes de salir hacia nuestras oficinas cuando teníamos otra vida diferente. (400 milisegundos)
Al abrir la puerta intercambiamos sonrisas. Nos besamos en la mejilla. Nos abrazamos. “¿Cuánto tiempo llevas esperando?” le pregunto. “Oh, acabo de llegar. Llamé cuando estaba a dos manzanas de aquí”.
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La luz reflejada en la cara de Adam es absorbida por mi retina, que envía señales por el nervio óptico hacia el centro de procesamiento llamado núcleo geniculado lateral (LGN, por sus siglas en inglés). Desde ahí, la información visual se transmite a otras partes del cerebro. El LGN se encuentra en el tálamo, esa pequeña región que está por encima del tronco encefálico que envía información sensorial a la CORTEZA CEREBRAL, el principal centro de control del cerebro.
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El LGN comienza a construir una representación de lo que estoy viendo para la corteza visual combinando la información de ambos ojos.
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La corteza visual registra lo que veo por el otro lado de mi puerta.
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Las estructuras en la parte posterior de mi lóbulo temporal, llamadas parches faciales, el área facial occipital (OFA), el área fusiforme facial (FFA) y el surco temporal superior (STS), me indican que estoy viendo una cara y empiezo a distinguir su género y edad.
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Los parches faciales me dicen que esta cara pertenece a una persona particular y luego la comparo con las caras que he visto antes.
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En estos momentos, mi cerebro ha captado porciones de los lóbulos FRONTAL, PARIETAL y TEMPORAL que almacenan los recuerdos y las emociones para discernir si el rostro de Adam resulta familiar. La AMÍGDALA, donde se encuentran la mayoría de mis controles emocionales, también está involucrada. Todas juntas, estas áreas me ayudan a recordar la información fundamental sobre esa persona.
Fuente: technologyreview.es