Un grupo de investigadores de la Universidad de Tokio ha encontrado grafito mineral que muestra la evidencia de vida en la Tierra más antigua jamás encontrada. Tanto, que las señales de organismos datarían de hace 3,95 mil millones de años.
El estudio de Yuji Sano y Tsuyoshi Komiya, publicado en Nature, describe el hallazgo del grafito en rocas de Labrador, al este de Canadá y uno de los tramos metasedimentarios más antiguos en el mundo. Los expertos analizaron isótopos de carbono de material carbonoso y carbonato de rocas sedimentarias.
El grafito puede formarse cuando el material orgánico en descomposición se calienta a cientos de grados, y el mineral formado de esta forma ofrece una pista química distintiva de que se formó a partir de un material con vida. Además, el grafito está hecho de carbono, y si el isótopo carbono-12 está presente en concentraciones particularmente altas, en comparación con el carbono-13, es un signo de material orgánico claro.
En cualquier caso y como explican los investigadores, datar este material tan antiguo es siempre un desafío. Sólo hay cuatro lugares en la Tierra que se sabe que tienen roca que se remonta a la era Eoarcaica, hace más de 3,6 mil millones de años.
Habiendo sobrevivido tanto tiempo, la roca se ha transformado, lo que hace difícil trazar la historia de cualquier muestra en particular. Con todo, el equipo fue capaz de calcular que el grafito se formó a temperaturas que también podrían haber transformado la roca circundante, de 3.95 mil millones de años, en su actual estado metamórfico. Esa evidencia sugiere que la muestra ya estaba en su lugar durante esa transformación y también se remonta hasta ese momento.
Sin duda un trabajo complicado del que siempre quedan algunas dudas, aunque otros científicos que no participaron en el estudio también se han mostrado bastante entusiasmados con los resultados.
La Tierra en sí tiene unos 4.500 millones de años de antigüedad, y esta línea de investigación está situando el origen de la vida cada vez más cerca del nacimiento de nuestro planeta.
Fuente: The Atlantic