Paleontólogos han publicado pruebas en el ‘Journal of Human Evolution’ sobre la larga saga de Ekgmowechashala, último primate conocido en el registro fósil de Norteamérica anterior a los humanos.
El Ekgmowechashala vivió hace unos 30 millones de años, justo después de la transición entre el Eoceno y el Oligoceno, durante la cual América del Norte experimentó un gran enfriamiento y desecación, lo que hizo que el continente fuera menos hospitalario para los primates amantes del calor.
Los investigadores tuvieron que reconstruir primero su árbol genealógico, tarea a la que ayudó el descubrimiento de un «taxón hermano» chino de Ekgmowechashala, aún más antiguo, al que el equipo ha llamado Palaeohodites (o «antiguo errante»). El descubrimiento del fósil chino resuelve el misterio de la presencia de Ekgmowechashala en Norteamérica, demostrando que fue un inmigrante y no el producto de una evolución local.
«Este proyecto se centra en un primate fósil muy característico conocido por los paleontólogos desde la década de 1960», explica en un comunicado la autora principal, Kathleen Rust, doctoranda en paleontología del Instituto de Biodiversidad y Museo de Historia Natural de la Universidad de Kansas.
«Debido a su morfología única y a que sólo está representado por restos dentales, su lugar en el árbol evolutivo de los mamíferos ha sido objeto de controversia y debate –prosigue–. Ha prevalecido un consenso que se inclina hacia su clasificación como primate. Pero el momento y la aparición de este primate en el registro fósil de Norteamérica son bastante inusuales. Aparece de repente en el registro fósil de las Grandes Llanuras más de 4 millones de años después de la extinción de todos los demás primates norteamericanos, que se produjo hace unos 34 millones de años».
En la década de 1990, el asesor doctoral y coautor de Rust, Chris Beard, catedrático distinguido de la Fundación KU y conservador principal de paleontología de vertebrados, recogió fósiles de la Formación Nadu en la cuenca de Baise, en Guangxi (China), que se parecían mucho al material de Ekgmowechashala conocido en Norteamérica. Por aquel entonces, el Ekgmowechashala era muy enigmático para los paleontólogos norteamericanos.
«Cuando estábamos trabajando allí, no teníamos ni idea de que íbamos a encontrar un animal estrechamente emparentado con este extraño primate de Norteamérica, pero, literalmente, en cuanto cogí la mandíbula y la vi, pensé: ‘Vaya, es ésta’ –recuerda Beard–. No es que nos llevara mucho tiempo y tuviéramos que realizar todo tipo de análisis detallados: sabíamos lo que era. Aquí, en la colección de la KU, tenemos algunos fósiles fundamentales, incluido el que sigue siendo, con diferencia, el mejor molar superior de Ekgmowechashala conocido de Norteamérica. Ese molar superior es tan característico y se parece tanto al que encontramos en China que lo confirma», asegura.
Beard dejó en manos de Rust la realización del análisis morfológico que unió a Ekgmowechashala y a su primo Palaeohodites de China en un árbol filogenético para establecer sus relaciones evolutivas. En el transcurso del trabajo, Rust pudo sacar conclusiones sobre cómo Ekgmowechashala llegó a ser descubierto en Nebraska, millones de años después de que sus compañeros primates se extinguieran en el registro fósil del continente.
«Recopilamos una gran cantidad de datos morfológicos para crear un árbol evolutivo utilizando un software y un algoritmo de reconstrucción filogenética –explica Rust–. Este árbol evolutivo sugiere una estrecha relación evolutiva entre el Ekgmowechashala norteamericano y los paleohodites de China, que Chris y sus colegas descubrieron en la década de 1990. Los resultados de nuestro análisis apoyan inequívocamente esta hipótesis».
Los investigadores de la KU afirman que su hallazgo no sólo es emocionante por el descubrimiento de una nueva especie de primate de finales del Eoceno chino, sino también por resolver la historia del origen de Ekgmowechashala. Según su investigación, Ekgmowechashala no desciende de un primate norteamericano más antiguo que sobreviviera a las condiciones más frías y secas que provocaron la extinción de otros primates norteamericanos. Más bien, sus antepasados cruzaron la región beringiana millones de años más tarde, anticipándose a la ruta que siguieron los primeros nativos americanos mucho más tarde en el tiempo.
«Nuestro análisis desmiente la idea de que Ekgmowechashala sea una reliquia o superviviente de primates anteriores en Norteamérica –afirma Rust–. En su lugar, se trata de una especie inmigrante que evolucionó en Asia y emigró a Norteamérica durante un periodo sorprendentemente frío, muy probablemente a través de Beringia».
Las especies como el Ekgmowechashala, que aparecen de repente en el registro fósil mucho después de que sus parientes hayan desaparecido, se conocen como «taxones Lázaro», en honor al personaje bíblico que resucitó de entre los muertos.
«El ‘efecto Lázaro’ en paleontología se produce cuando encontramos en el registro fósil pruebas de animales aparentemente extintos que reaparecen tras un largo paréntesis, aparentemente de la nada –explica Beard–. Este es el gran patrón evolutivo que vemos en el registro fósil de los primates norteamericanos. Los primeros primates llegaron a Norteamérica hace unos 56 millones de años, a principios del Eoceno, y florecieron en este continente durante más de 20 millones de años, pero se extinguieron cuando el clima se volvió más frío y seco cerca del límite entre el Eoceno y el Oligoceno, hace unos 34 millones de años».
«Varios millones de años más tarde, Ekgmowechashala aparece como un pistolero a la deriva en una película del Oeste, sólo para ser un destello en la larga trayectoria de la evolución. Después de que Ekgmowechashala desapareciera hace más de 25 millones de años, los Clovis llegaron a Norteamérica, marcando el tercer capítulo de los primates en este continente», relata.
Según Rust, la historia de Ekgmowechashala merece la atención de la gente porque ocurrió en una época de profundos cambios ambientales y climáticos, muy parecida a la nuestra, impulsada por la actividad humana.
«Es crucial comprender cómo reaccionó la biota en el pasado ante tales cambios –explica–. En tales situaciones, los organismos suelen adaptarse retirándose a regiones más hospitalarias con recursos disponibles o se enfrentan a la extinción. Hace unos 34 millones de años, todos los primates de Norteamérica no pudieron adaptarse y sobrevivir. Norteamérica carecía de las condiciones necesarias para sobrevivir. Esto subraya la importancia de los recursos accesibles para nuestros parientes primates no humanos en épocas de cambios climáticos drásticos», resalta.
El estudio también forma parte de una historia más amplia que representa los primeros capítulos de nuestro propio viaje evolutivo que, en última instancia, dio lugar a nuestra propia especie, enfatiza Rust.
«Comprender este relato no sólo nos hace sentir humildes, sino que también nos ayuda a apreciar la profundidad y complejidad del dinámico planeta que habitamos –comenta–. Nos permite comprender el intrincado funcionamiento de la naturaleza, el poder de la evolución para dar origen a la vida y la influencia de los factores ambientales».
Fuente: europapress.es