“¿Cuántos años tiene?”, me preguntó el investigador James Clement. Cumplo 50 este año. Mis huesos están empezando a emitir nuevos crujidos y mi piel ya no es tan elástica como antes. Además, aunque ahora es más gruesa, casi no tengo sensibilidad: es imposible hacerme cosquillas. Mis encías se están reduciendo y retrayendo hacia mi mandíbula. Algunos de estos cambios han sido graduales, pero otros, inexplicablemente repentinos, como el día que dejé de ver las palabras que escribía. Presbicia, me dijo el oftalmólogo. Es algo totalmente normal para alguien de mediana edad.
A Clement, mi edad le pareció estupenda. El investigador me dijo: “Sí, usted va a vivir para siempre. Creo que cualquier persona menor de 50 años que no tenga una desventaja genética podrá alcanzar una larga esperanza de vida”.
Clement, de 63 años, es un hombre ágil con la cabeza afeitada y los ojos claros, que pasa sus días tragando vitaminas y tratando de descubrir cómo hacer que las personas vivan más tiempo, sus padres, él e incluso yo. Desde su casa y varios edificios anexos en Florida (EE. UU.), Clement dirige BetterHumans, que él denomina como la “primera organización de investigación transhumanista” del mundo. Gracias a fondos de personas mayores y adineradas que él conoce, explora de manera independiente los medicamentos conocidos por extender la esperanza de vida saludable de los roedores. Con una calculadora, extrapola cuál podría ser la dosis humana adecuada, y luego busca a personas dispuestas a tomarla.
Si los resultados parecen seguros y esperanzadores, recomendará los tratamientos a sus padres, que ya tienen más de 90 años, y también a sus socios financieros. Clement detalla: “Creo que no se está desarrollando lo suficientemente rápido. Mis padres son mi motivación. Si lo estuviera haciendo por la humanidad, bueno, no tendría tanta prisa”.
Clement también ha convertido su cocina en un laboratorio. En la encimera había botes de píldoras y jarras medio llenas de polvos blancos de proveedores chinos, cuyos bajos precios son una de las razones que permiten a su organización sin ánimo de lucro llevar a cabo esta investigación en humanos “con muy poco dinero”.
“¿Esas son todas las vitaminas que toma?”, le pregunté,.
“No, son estas”, dijo, abriendo un armario con cuatro estantes llenos de botes bien organizados: algas, gamma E, policosanol, super K, acetil-L-carnitina, DHA, extracto de granada, etcétera. En otro armario estaban todas las cápsulas que debe tomar por la noche. Ha aprendido a ingerirlas todas juntas.
Intentar evitar el envejecimiento no es un objetivo exento de riesgos. El día que le conocí, Clement se estaba recuperando de una caída grave sufrida tras un desmayo. Hace dos años, se puso un marcapasos. Cree que su grave problema de corazón fue provocado por un producto de venta libre, el extracto de la raíz de berberina. El compuesto puede ralentizar los latidos del corazón, un trastorno llamado bradicardia. Clement detalla: “Creo que es algo que hay que contarle a la gente. No todo el mundo lo sabe”.
Velocidad de escape a la muerte
El transhumanismo es un mosaico de creencias sobre cómo la tecnología mejorará la condición humana, tal vez de forma radical. Entre estas creencias destacan el extropianismo (o filosofía de la extropía) y la de quienes aspiran a preservar el cerebro humano, también hay artistas interesados en pintar en mundos virtuales, y biohackers dispuestos implantarse chips electrónicos en el cuerpo. Todos ellos tienen algo en común: la esperanza de una súper longevidad.
¿Quién no querría cumplir 110 años o incluso 500 años? A diferencia de los simples futuristas que teorizan desde el sillón, los transhumanistas están decididos a experimentar en su propia piel y en la de otros. Quieren probar vitaminas y medicamentos recetados para el cáncer, y compuestos disponibles en exclusiva a través de proveedores de productos químicos.
El fabricante de plásticos retirado Richard Daly, a quien conocí en Florida, jura que hay un péptido que redujo su edad biológica en cuatro años. Luego me dijo: “Esto no está pensado para usarse en personas”, y después me guiñó el ojo. Si un artículo científico revela una molécula prometedora, alguien encontrará una forma de probarla.
La idea de vivir más, quizás mucho más, parece cada vez más realista. A medida que los biólogos van descubriendo nuevos hechos fundamentales sobre la vida, hasta los académicos menos flexibles han empezado a afirmar que ya saben cuáles son las “características” moleculares del envejecimiento. Algunos investigadores ya han conseguido aumentar sin problemas la esperanza de vida de gusanos y ratones blancos en un 20 % o 30 % y, a veces, incluso más.
Ante estos hallazgos, el botiquín de Clement es cada vez más grande. Hasta ahora, ha financiado y supervisado cuatro pequeños estudios, en voluntarios, con distintos tratamientos que ya han alargado la vida la de roedores: el medicamento inmunitario rapamicina, el suplemento NAD +, una combinación de compuestos que eliminan las células envejecidas e inyecciones de plasma concentrado de cordones umbilicales. Su objetivo es “realizar tantas pequeñas pruebas como pueda” para generar y publicar la información básica sobre la seguridad y los posibles beneficios. Con estos datos en la mano, las personas interesadas en alargar su vida “podrán decidir si quieren correr el riesgo”.
¿Su objetivo? Mantenerse con vida hasta que los científicos logren curar la muerte. El director de investigación de Google y autor de libros sobre la “singularidad” tecnológica que se avecina, Ray Kurzweil, dice a la gente que use cinturones de seguridad, que evite los deportes extremos y que haga ejercicio; en otras palabras, que aguante hasta que la ciencia alcance la “velocidad de escape” y la vida se prolongue mediante las innovaciones que añadirán años más rápido de lo que pasan.
Doble dosis
Clement, abogado de profesión, trabaja para ayudar a que ese día llegue lo antes posible y para asegurarse de que, cuando llegue, resulte asequible para todos, “no solo para los multimillonarios”. Un posible tratamiento contra el envejecimiento que está probando en unos 30 voluntarios es una combinación de medicamentos descubierta en 2015 en la Clínica Mayo por el investigador James Kirkland como una forma de matar de forma selectiva las células “senescentes” que funcionan mal en ratones. Este año, Kirkland ha publicado su propio estudio piloto en el que analiza su tratamiento en 26 voluntarios con enfermedad pulmonar.
Ambos estudios, el del hospital número uno en Estados Unidos y el de un investigador desconocido de Florida, me parecieron bastante similares. Pero había una diferencia: Clement y sus padres tomaron la combinación de fármacos seis veces. En 2018, Kirkland lanzó una advertencia a los transhumanistas en la revista Journal of the American Medical Association: “Se debe advertir a los pacientes que no se automediquen con agentes senolíticos u otros medicamentos dirigidos a los procesos de envejecimiento fundamentales con la esperanza de que las condiciones mejoradas en ratones harán lo mismo en las personas”.
Pero la Clínica Mayo ha avivado este fenómeno con comunicados de prensa que hablan de resultados de antienvejecimiento potencialmente “transformadores”. La combinación de fármacos de Kirkland, dasatinib y quercetina, es conocida por la abreviatura “D&Q” en la comunidad antienvejecimiento. Después de que Kirkland mostrara que otro medicamento, llamado fisetina, alargaba la vida de los ratones un 20 % más, los autoexperimentos no tardaron en llegar. En una publicación que encontré en Age Reversal Network, leí: “El protocolo de la Clínica Mayo estipulaba 180 miligramos, pero decidí [tragar] más cantidad de esas células”. Esta plataforma es una especie de tablón de anuncios con consejos de larga vida. El que lo había escrito había decidido tomar una dosis casi doble, 300 miligramos.
Si los medicamentos de la longevidad no funcionan, los transhumanistas como Clement tienen un plan B. Este investigador aficionado lleva una pulsera de acero que ordena a cualquiera que encuentre su cadáver que llame a la compañía de congelación cerebral Alcor para que congele su cerebro y lo reanime en un futuro lejano.
La iglesia transhumanista
En una esquina de Hollywood (EE. UU.) rodesada de palmeras bajas y calles laterales de tierra, hay un edificio de color crema llamado Iglesia de la Vida Perpetua. Un viernes de junio, vi al empresario de vitaminas y suplementos William Faloon salir de un Mercedes descapotable blanco con su esposa. Se hicieron fotos delante de él. Ella llevaba un vestido corto y zapatos blancos; Faloon llevaba un traje, corbata y pañuelo a juego.
El lema de la iglesia, creada por Faloon y un socio comercial, Saul Kent, en 2013, es: “El envejecimiento y la muerte pueden ser opcionales”. Se autodenomina como una religión transhumanista (uno de sus “santos” mecenas es el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke). En la práctica, es un lugar de reunión para los que quieren prolongar la vida y el último de una serie de extraños proyectos financiados por Faloon, entre los que se incluye un plan para construir una “nave del tiempo” criónica para almacenar 10.000 cuerpos congelados.
“Es delirante”, opina Para el especialista en longevidad de la Universidad de Nueva York (EE. UU.) Steve Perry todo esto “es delirante”. El experto afirma: “[Faloon] se está burlando de la religión y tal vez también obtenga una exención de impuestos. Si vamos a vivir otros 100 años, debemos tener el sentido del humor”. Faloon, quien compró el edificio, los bancos y todo a una denominación bautista, sostiene que “es una iglesia tan legítima como cualquier otra”. Y agrega: “Tenemos un abogado al que le pagamos mucho dinero”.
“Empecé a preocuparme cuando mi madre me dijo que yo iba a morir”.
El inversior Peter Thiel afirma que la mayoría de las personas sobrellevan la muerte mediante una combinación de “aceptación y negación”, una mezcla a la que habrá que añadirle el humor. Pero Faloon es tan serio como parece. El empresario recuerda: “Empecé a preocuparme cuando mi madre me dijo que yo iba a morir. En cuanto lo escuché, dije que no, no iba a dejar que sucediera”. Ahora, con sus 64 años, afirma que se siente como “un pato en una galería de tiro”, dados sus riesgos de padecer enfermedades relacionadas con la edad.
Faloon obtiene el dinero del Life Extension Buyers Club, que gestiona una tienda, una clínica y un banco telefónico en Las Vegas (EE. UU.). El club vende grandes cantidades de suplementos dietéticos y publica una revista con artículos detallados sobre cómo mantenerse con vida. En 2017, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. les envió una advertencia en la que señalaba más de 400 productos a la venta con “varios” reclamos no comprobados de extensión de vida y salud.
El día que visité la iglesia, los coches desbordaban los aparcamientos aledaños. Algunas personas visiblemente enfermas llegaron hasta los bancos. Hubo una charla amistosa alrededor de un bufé gratuito y conversaciones entre un frutariano (una persona que solo come fruta) y el gerente de un retiro de salud vegano. Faloon subió al podio frente a una gran bandera negra adornada con un fénix en ascenso para presentar su “estrategia de revertir la edad”. Esta estrategia consistió en una lista de intervenciones básicamente idénticas a las cuatro que Clement estaba probando. Además, en uno de los puntos más altos estaba CRISPR, la tecnología de la ingeniería genética. Se espera que la edición de ADN algún día pueda prevenir el envejecimiento por completo.
Clement me dijo que no había estado en la iglesia, ya que el resto de ponentes no son todo lo “científicamente rigurosos que deberían”. Pero Faloon es uno de sus mayores partidarios; recientemente le dio 180.000 euros para un estudio de enfermedades del corazón, escucha sus consejos y los comparte en su iglesia. Faloon afirma: “James es probablemente el investigador clínico más eficiente que existe. Hará un estudio con 45.000 euros en el cual una compañía farmacéutica se gastaría nueve millones de euros. Resulta fácil extenderle un cheque”.
En sus charlas, Faloon muestra titulares de noticias recientes y artículos científicos sobre la medicina antienvejecimiento. En un encuentro en su iglesia el año pasado, le dijo al público: “Revertir la edad, extender la vida radicalmente, ¡está sucediendo, lo están reconociendo!”. No importa que algunas de estas publicaciones adviertan contra el uso de estos medicamentos. Para Faloon eso no es más que una actitud reticente. El empresario continuó: “¡Nos están diciendo que esperemos! Pero no lo hemos hecho. Gracias a eso, ya sabemos que no es tóxico y que resulta increíblemente beneficioso”. Claramente se estaba refiriendo a investigación de Clement.
Durante la reunión, Faloon les dijo a sus fieles cómo conseguir D&Q, la mezcla de fármacos senolíticos que necesita una receta médica. Les dio el nombre de una farmacia que podría suministrarlo. Llamé al farmacéutico, Alan Zimmer, quien me dijo que costaba cada dosis costaba unos 200 euros. Y añadió: “La demanda no ha sido muy fuerte. Es algo nuevo, no muy popular, aunque sé que muchas personas del mundo del antienvejecimiento están entusiasmadas. Cuáles son los resultados, el tiempo lo dirá. La mayor parte de la investigación se ha llevado a cabo en animales de laboratorio”.
Para Zimmer, quien ha sido testigo de distintas modas sobre la longevidad, se trata de un problema complicado. El farmacéutico afirma: “El dilema de la investigación antienvejecimiento es que hacer una investigación real en humanos requeriría comprobar la esperanza de vida, y si tuviéramos que esperar por eso, entonces toda la población en la Tierra habría muerto. La gente nunca podría aprovecharse de eso, porque estaría muerta. Así que buscan investigar en animales y aplicarlo hipotéticamente”.
A finales de este año tendrá lugar una conferencia de entusiastas de la longevidad llamada RAADfest en la que Faloon planea llevar su estrategia un paso más allá en lo que él ha llamado el “Ensayo clínico perpetuo”. Se llama así porque no tiene fecha de fin y “no hay un tope en cuanto al tiempo durante el que los participantes del estudio se mantendrán con vida”. El empresario ha invitado a 50 personas a unirse por una pequeña tarifa para obtener un tratamiento “agresivo” utilizando terapias de la reversión de la edad. Los siguientes participantes tendrán que pagar mucho más para poder participar.
Por supuesto, nadie puede decir si el tratamiento será capaz de alargar la vida. Eso sigue siendo una cuestión de fe. En un texto de Life Extension Buyers Club de Faloon, dice: “Como miembro, usted pertenece a un grupo de élite de personas visionarias que tienen una postura clara sobre las maravillas que existirán en ese estupendo mundo del futuro”.
Fuente: technologyreview.es