En el Universo hay cuatro fuerzas fundamentales que permiten a las partículas interaccionar entre sí: la fuerza nuclear débil, la fuerte, la electromagnética y la gravedad. La más débil de las cuatro es la interacción gravitatoria, la cual será objeto de nuestra atención.
Uno de los primeros en ocuparse del estudio de la gravedad fue Aristóteles(384 a.C-322 a.C), que aventuró que la velocidad de caída de un cuerpo era más o menos constante y proporcional a la masa del mismo. Partiendo de esta premisa, el polímata sostenía que una bola de metal llegaría al suelo antes que la hoja de un árbol.
Galileo Galilei (1564-1642) fue el primero en insinuar que Aristóteles estaba equivocado, postuló que cuando se tira un objeto desde una altura determinada aumenta su velocidad a un ritmo constante mientras desciende, y lo hace a una aceleración constante (9.8 m/seg2).
Además el científico italiano teorizó que esa aceleración era la misma para todos los cuerpos si se anula la resistencia del aire. En otras palabras, si desde una cierta altura se lanza una bola de cañón y un pelo al mismo tiempo, si no hubiera aire, ambos llegarían al suelo a la vez.
La leyenda afirma que Galileo realizó el experimento en la torre de Pisa, sin embargo, no existe constancia de que esto fuera así. De la que sí existe certeza es del experimento que realizó el astrónomo y jesuita italiano Giovanni Battista Riccioli (1598-1671) en 1644 en la torre Asinelli de Bolonia (Italia). En esta ciudad italiana no sólo verificó las leyes de Galileo para la caída de los cuerpos, sino que también estudió en qué medida el rozamiento del aire frena la caída.
La pluma y el martillo
En el año 1971 llegó la demostración práctica de las teorías de Galileo. Entre el 26 de julio y el 7 de agosto se llevó a cabo la misión Apolo 15. Durante casi tres días el comandante David R Scott (1932) y su piloto James Benson Irwin (1930-1991) permanecieron en la Luna.
Durante ese tiempo realizaron tres salidas extravehiculares, durante un total de dieciocho horas y media, además recorrieron veintiocho kilómetros y recogieron casi setenta y siete kilogramos de rocas lunares.
Todo esto está muy bien, pero de lo que estaría verdaderamente orgulloso el genio florentino fue del experimento que realizaron en la Luna. Scott decidió rendir un homenaje muy especial al físico italiano al lanzar en caída libre una pluma y un martillo, analizando la fuerza gravitacional de la Luna.
Por todos es sabido que la gravedad de la Tierra es mayor que la de la de nuestro satélite. Así por ejemplo, un cuerpo de 60 Kg en la Tierra, pesará 10 Kg en la Luna, dado que la gravedad lunar es 1/6 de la terrestre.
El comandante del Apolo 15 lanzó desde la altura de su cintura un martillo de geólogo (de más de un kilogramo de peso) y una pluma de halcón (de unos treinta gramos de peso). A pesar de la diferencia de forma y masa, tal y como habría predicho Galileo ambos tocaron el suelo lunar a la vez. La razón es muy sencilla: nuestro satélite no tiene rozamiento con el aire debido a que no hay atmósfera.
Un simpático homenaje que rindieron los hombres de la NASA a uno de los “grandes de la astronomía”, más de trescientos años después de su muerte y a más de 380.000 kilómetros de su Italia natal.
Para los amantes de las curiosidades hay que subrayar que la elección de la pluma de halcón no fue fruto del azar, se eligió la de esta ave porque uno de los módulos de la misión estadounidense era un Falcon.
Fuente: abc.es/ciencia