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El diminuto cuasi-satélite que lleva décadas acompañando a la Tierra sin que lo supiéramos

Astrónomos detectaron 2025 PN7, un pequeño asteroide de apenas 19 metros que orbita el Sol en sincronía con la Tierra y nos acompaña desde hace más de medio siglo. Su hallazgo revela lo poco que conocemos de nuestro vecindario cósmico y plantea nuevos retos para la observación astronómica

Aunque parecía invisible, un diminuto objeto espacial llamado 2025 PN7 ha estado acompañando a la Tierra desde mediados del siglo XX. Detectado por el observatorio Pan-STARRS en Hawái, este cuerpo se suma a la selecta lista de cuasi-satélites conocidos. A diferencia de las lunas o de la basura espacial, mantiene su independencia gravitacional mientras describe una órbita solar muy similar a la nuestra, creando la ilusión de que gira alrededor del planeta.

Qué es un cuasi-satélite

Los cuasi-satélites son asteroides que permanecen cerca de la Tierra siguiendo trayectorias resonantes alrededor del Sol. Desde nuestra perspectiva, parecen satélites naturales, pero en realidad nunca quedan atrapados por la gravedad terrestre.

Se diferencian de otros objetos cercanos:

El caso de 2025 PN7 resalta por su inestabilidad y tamaño reducido, lo que lo convierte en uno de los ejemplos más esquivos de este fenómeno.

El hallazgo de 2025 PN7

El astrónomo aficionado Adrien Coffinet fue el primero en advertir que este objeto cumplía las condiciones para ser clasificado como cuasi-satélite. Estudios posteriores confirmaron que acompaña a la Tierra desde aproximadamente 1955 y que mantendrá esta relación orbital durante las próximas seis décadas.

Con un diámetro estimado de 19 metros y magnitud 26, 2025 PN7 es el más pequeño y menos estable de los siete cuasi-satélites conocidos hasta ahora. Su debilidad lumínica explica por qué había pasado inadvertido durante tanto tiempo.

Por qué importa su descubrimiento

Los cuasi-satélites ofrecen una oportunidad única para estudiar asteroides pequeños sin necesidad de enviar sondas lejanas. Su regreso periódico a la vecindad terrestre permite años de observación y análisis, lo que los convierte en “laboratorios naturales” para entender la dinámica orbital y la composición de estos cuerpos.

Según expertos, como el astrónomo Teddy Kareta, la evolución de su movimiento sugiere que se trata de un objeto rocoso natural y no de restos de satélites artificiales.

Un reto para la astronomía

Detectar y seguir a objetos tan pequeños sigue siendo un desafío técnico. Por su escaso brillo, solo pueden observarse cuando se acercan especialmente a la Tierra y en periodos cortos de tiempo. Esto reduce las oportunidades de estudio y explica por qué aún desconocemos buena parte de estos acompañantes cósmicos.

El hallazgo de 2025 PN7 confirma que nuestro vecindario espacial guarda sorpresas y que la ciencia todavía tiene mucho por descubrir en la órbita inmediata de la Tierra.

Fuente: es.gizmodo.com

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