Durante más de un siglo, la ciencia ha pasado por alto una mitad de la historia de las ranas y sapos: sus hembras también cantan. Un estudio liderado por dos científicas colombianas y una brasileña identificó al menos 112 especies de anuros cuyas hembras vocalizan, desafiando una idea arraigada en la academia
En las facultades de Biología, cuando se estudia lo que conocen como ranas y sapos , saben que hay que fijarse en los sonidos. Los anuros, como le llaman científicamente a estos anfibios, se valen de su canto —el ‘croac’ que muchos alguna vez hemos escuchado— para defender su territorio, atraer a sus parejas y hasta para rechazar un encuentro sexual indeseado. Desde inicios del siglo XX, escucharlos ha sido clave para identificar nuevas especies, conocer su comportamiento y evaluar los ecosistemas en los que se encuentran.
Sin embargo, parece que el estudio de estos animales a través de los sonidos se ha estado perdiendo de la mitad de la historia. La academia y la ciencia han asumido, equivocadamente, que cuando escuchamos a una rana se trata de un macho, sin importar la especie. A partir de esa idea, se ha dado por hecho que son solo los machos los que participan activamente en escenarios de defensa o cortejo. Un estudio publicado recientemente, realizado por dos científicas colombianas y una brasileña, analizó cómo se ha ignorado el canto de las hembras de ranas y sapos, dejando un vacío de más de 100 años en su investigación.
Su trabajo encontró que hay, por lo menos, 112 especies de anuros cuyas hembras emiten sonidos, pero sabemos muy poco sobre cómo y para qué lo hacen. La publicación se encuentra en Proceedings of The Royal Society B , la revista insignia en investigaciones biológicas de una de las asociaciones de ciencia más importantes del mundo, y plantea un cambio de paradigma en la forma en que entendemos y estudiamos a estos animales.
“La mitad silenciada”
La primera vez que Johana Goyes Vallejos escuchó a una rana hembra cantar “parecía una niña de cinco años de tanta emoción que tenía”. Ella es Ph.D. en Ecología y Biología Evolutiva, profesora asistente de la Universidad de Missouri, Estados Unidos , y autora senior del estudio. Una noche, acompañado de un grupo de investigadores en el Sudeste Asiático, percibió un sonido distinto al del macho que estaba grabando. “Se oía muy suavecito, algo así como si una rana tuviera hipo”, recuerda.
Uno de sus colegas, fiel a lo que aprendió durante su formación profesional, se arriesgó a decir que se trataba de un macho, pero con un canto distinto. Luego, analizando al individuo que encontraron, confirmaron que era una hembra que cantaba notablemente más suave que su contraparte. Esa es una de las razones por las que se ha ignorado durante años su canto.
«Cuando uno ve una rana macho cantando, casi siempre se le ve con un saco inflado en la parte de la barbilla. Ese saco, que solo lo tienen los machos de algunas especies y ninguna hembra, funciona como una caja de resonancia que hace que ese sonido sea mucho más fuerte», explica Ángela Mendoza Henao , Ph.D. en Ciencias Biológicas, investigadora de la Red Ecoacústica Colombiana y otra de las autoras de la investigación.
Además, cuando se estudian ranas en un ecosistema, “suele haber un mayor número de machos que de hembras”, agrega Goyes. Sumado a su capacidad de vocalizar más fuerte, los machos son más fáciles de distinguir entre los diferentes sonidos de la naturaleza, opacando el canto más tenue de las hembras. Pero la curiosidad de algunas científicas ha demostrado que esto tiene excepciones. A inicios del siglo XX, Mary C. Dickerson fue la primera herpetóloga que reportó los sonidos de una hembra de rana toro ( Aquarana catesbeiana ) en una publicación científica, señalando que su canto era tan fuerte como el de los machos de la misma especie.
Para Erika Santana , investigadora postdoctoral del Departamento de Ecología en la Universidad de São Paulo y autora principal del estudio, este caso muestra el sesgo a la hora de estudiar los años. A pesar del reporte de Dickerson y de que la rana toro “es una de las especies sobre la que más investigaciones se han adelantado, y el canto entre machos y hembras es muy similar, tenemos muy poca información sobre estas últimas”, afirma.
Hay otras especies en las que los machos carecen de saco vocal y, a pesar de esto, se han estudiado sus laringes para entender el mecanismo que utilizan para cantar. “Eso es algo que desconocemos en las ranas hembra”, dice Goyes. Ahora, gracias a su investigación, sabemos que no son anfibios silenciosos, sino que no les hemos prestado atención.
Un nuevo paradigma
Las investigadores revisaron cerca de 3.000 publicaciones científicas, dentro de las que encontraron 108 en las que había alguna referencia a un llamado o canto por parte de ranas hembra. Aunque la mayoría de estos reportes catalogaban estos sonidos como algo atípico o de menor importancia, permitió identificar las 112 especies en las que hay hembras que vocalizan. El paso siguiente fue reconocer qué tipo de sonidos se emiten.
El estudio de la acústica de los anuros ha encontrado que los machos tienen, por lo general, seis tipos de canto. La advertencia, que es el más común y emiten para atraer a su pareja y cuando compiten con otros machos; el de cortejo, cuando están cerca de su pareja antes del apareamiento; el de amplexo, como se le llama al apareamiento en los anfibios; un llamado de liberación, cuando quieren rechazar un encuentro sexual; el de angustia o estrés, para disuadir a sus depredadores cuando están bajo amenaza; y uno agresivo, para defender su territorio y avisar a otros individuos sobre su presencia.
Dentro de las especies que las investigadoras identificaron en su análisis, notaron que hay tipos de canto que son habituales en ambos sexos. Por ejemplo, “el canto de liberación lo usan las hembras para rechazar encuentros sexuales indeseados con machos, pero estos también lo usan para avisar a otros machos que son del mismo sexo en medio de un intento de apareamiento”, cuenta Goyes. Algo similar ocurre con los cantos de estrés o agresivos, que ambos sexos pueden usar cuando se sienten bajo amenaza o para defender su territorio.
También hay tipos de canto que se han asumido exclusivos para los machos, y que excepcionalmente pueden hacer las hembras. Un ejemplo es el canto de advertencia, que se utiliza para identificar una especie. Las autoras reportaron seis especies en las que las hembras “potencialmente tienen cantos de advertencia, ya que comparten rasgos que lo caracterizan, como el hecho de producirlo espontáneamente y que, en algunos casos, es similar al que emiten los machos”, apunta Goyes.
Uno de los objetivos de esta investigación, explica Mendoza, «es que, si a los científicos les han enseñado que solo los machos cantan, se preguntan de dónde viene esa idea. Finalmente, el rol de la ciencia es dudar y poner a prueba ese conocimiento». Esto permitirá que los informes comiencen a ser más precisos, aclarando a qué sexo pertenecen los individuos que se están estudiando.
El punto de partida serán las 112 especies en las que ahora sabemos que las hembras también vocalizan. Todavía está pendiente de entender cómo lo hacen y cuál es su objetivo, para lo que se requieren nuevas investigaciones que permitan comenzar a cerrar la brecha de más de 100 años en los que la bioacústica se ha centrado en los machos. Al final, como plantea Santana, la ciencia tendrá que hacerse una pregunta: ¿cuántas veces hemos escuchado ranas creyendo que eran machos, cuando en realidad podrían haber sido hembras?
Fuente: elespectador.com