El ADN adquirido por la hibridación con los neandertales podría explicar por qué las personas de ascendencia europea responden de forma distinta a las infecciones que las de ascendencia africana, según indican dos estudios recién publicados. Los hallazgos también podrían ofrecer una idea de por qué estas últimas son más propensas a las enfermedades autoinmunitarias causadas por un sistema inmunitario hiperactivo.
En uno de los trabajos, publicado en Cell, el genetista Luis Barreiro, de la Universidad de Montreal, y sus colaboradores recopilaron muestras de sangre de 80 afroamericanos y 95 personas de ascendencia europea. De cada muestra, se aislaron un tipo de células inmunitarias llamadas macrófagos (encargadas de engullir y destruir las bacterias) y cultivaron estas células en una placa. A continuación, infectaron cada cultivo con dos tipos de bacterias y observaron las respuestas de las células. Descubrieron así que los macrófagos de los afroamericanos eliminaban las bacterias tres veces más rápido que los de origen europeo.
Después midieron cómo se modificaba la expresión de los genes en respuesta a la infección. Alrededor del 30 por ciento de los aproximadamente 12 mil genes que ensayaron se expresaban de forma diferente en los dos grupos, incluso antes de la infección. Y muchos de los genes cuya actividad cambió más durante la reacción inmunitaria presentaban secuencias que eran muy similares entre europeos y neandertales, pero no entre africanos y neandertales.
Hibridación inmunitaria
Barreiro sospecha que cuando los humanos modernos salieron de África por primera vez, hace entre 60 mil y 100 mil años, tuvieron que adaptarse a un conjunto diferente de patógenos en el continente europeo. El cruzamiento con los neandertales, y la adquisición de su respuesta inmunitaria, probablemente les ayudó a luchar mejor contra las nuevas infecciones que encontraron allí.
En el segundo estudio, el genetista de poblaciones Lluís Quintana-Murci y sus colaboradores del Instituto Pasteur de París recogieron muestras de 200 personas que viven en Bélgica, la mitad de ascendencia africana y la otra mitad de ascendencia europea. Los investigadores cultivaron otro tipo de células inmunitarias llamadas monocitos y las infectaron con bacterias y virus. Una vez más, los dos grupos mostraron diferencias en la actividad de numerosos genes: las variantes genéticas de tipo neandertal de los europeos desempeñaron un papel importante en la distinta respuesta inmunitaria, especialmente en la reacción ante la infección vírica.
Los sistemas inmunitarios tienden a evolucionar con rapidez debido a que las infecciones producen una presión evolutiva inmediata, comenta la bióloga computacional Janet Kelso, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig. Tiene sentido entonces que los antepasados europeos se aferraran a cualquier ventaja que pudieran obtener de los neandertales.
¿Qué provocó el cambio?
Kelso apunta que los estudios no pueden revelar con exactitud lo que impulsó ese cambio evolutivo, como pudiera ser un brote vírico en Europa. En algunas enfermedades, como la tuberculosis, una respuesta inmunitaria menos intensa aumenta la supervivencia, y los humanos modernos europeos adoptaron los rasgos neandertales que lo permitieron. «Tal vez lo más importante sea vivir en paz con los microbios», observa Quintana-Murci.
Un sistema inmunitario hiperactivo podría ayudar a explicar por qué las mujeres afroamericanas, por ejemplo, son hasta tres veces más propensas al lupus, una enfermedad autoinmunitaria, que los americanos caucásicos, comenta Barreiro. Las diferencias parecen persistir con independencia del estatus socioeconómico y otros factores ambientales, como el tabaquismo y la dieta, aunque estos puedan influir. Determinar la contribución genética a las diferencias ayudaría a desentrañar el papel de los factores ambientales, lo que podría guiar los esfuerzos de salud pública.
Fuente: Sara Reardon, Revista Nature / scientificamerican.com