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Diego Cejas, biólogo: ‘Es posible revivir dinosaurios, pero sería lo peor; mi mayor miedo es que acabemos en ‘Jurassic Park’, recuperando especies extintas para hacer un parque temático’

Aprovechando el estreno de ‘Jurassic World: Rebirth’, hablamos con uno de los mayores expertos españoles en desextinción. La buena noticia es que resucitar dinosaurios es científicamente posible. La mala noticia es que resucitar dinosaurios es científicamente posible

La cuarta película de Jurassic World —y la séptima de la saga al completo— se acaba de estrenar con Scarlett Johansson al frente del reparto. Hasta el momento, todas las cintas habían evolucionado en torno a la misma dinámica: todo empieza con un experimento a una escala reducida que se va descontrolando hasta llegar a ser una amenaza global. Sin embargo, la premisa inicial de esta última parte se revela no como el ascenso de los dinosaurios como especie dominante sino minoritaria.

Debido a las condiciones climáticas modernas del planeta, las réplicas de laboratorio de reptiles gigantes ancestrales se ven obligadas replegarse a ambientes ecuatoriales aislados más propicios. Esta caída en desgracia con base climática podría ser uno de los argumentos refrendados por Diego Cejas (Murcia, 1992), doctor en Gestión de la Conservación, a la hora de criticar las posibilidades reales de conservación de las especies extintas si estas pudieran resucitarse gracias a la ingeniería genética.

El doctor Cejas es un ejemplo más del talento joven que España ha dejado escapar. A sus 32 años, este biólogo formado en la Universidad de Murcia —donde cursó el grado, el máster y el doctorado— se ha convertido en toda una autoridad en el campo de la conservación del abejorro en España y en el estudio del impacto de la naturalización de poblaciones comerciales en la península. Sin embargo, la falta de oportunidades en el país le obligó a emigrar. Hoy vive en Bruselas, donde después de trabajar en la Universidad de Mons, se incorporó como investigador postdoctoral en un proyecto sobre la genómica de poblaciones de abejas salvajes.

Hablamos con él de los riesgos de la desextinción y de las intenciones ocultas que hay tras las empresas que defienden devolver a la vida a animales de otras eras.

Trabajas actualmente como experto invitado en el Máster de Biología de los Organismos y Ecología de la Universidad de Mons, en Bélgica. ¿Podrías explicar brevemente en qué consisten sus clases?

La clase que imparto trata sobre genética de la conservación. En ella abordamos cómo, utilizando una población como unidad básica, podemos analizar su diversidad genética para conocer su estado y, a partir de ahí, tomar decisiones de gestión y establecer medidas legales que ayuden a conservar las especies.

¿A qué te refieres exactamente?

Te puedo poner el mismo ejemplo que le pongo a mis estudiantes: el ejemplo de los plátanos.

¿Plátanos? Creía que hablaríamos de dinosaurios…

Paciencia. Ya llegaremos a Jurassic Park… (Risas) ¿Por qué hablar de plátanos? Porque mucha gente ha notado que el sabor de los caramelos de plátano es distinto al de los plátanos que compramos hoy en día. Esto se debe a que ese sabor artificial se basa en una variedad de plátano llamada Gros Michel, que solía ser la más cultivada en el mundo, pero que prácticamente desapareció del mercado en los años 50.

¿Por qué?

A causa de una enfermedad: el hongo responsable del llamado “mal de Panamá”. Como los plátanos se cultivan mediante reproducción asexual —es decir, todos los plataneros son clones genéticamente idénticos—, no existía variabilidad genética que ofreciera resistencia. Todos los individuos eran igual de vulnerables a la enfermedad, así que la variedad dejó de ser viable comercialmente. Desde entonces, se ha adoptado una nueva variedad: la Cavendish, que también se reproduce de forma clónica y, por tanto, enfrenta el mismo problema. Hoy en día, una nueva cepa del hongo está poniendo en riesgo esta variedad también.

Y este ejemplo es importante porque…

Porque es un ejemplo que ilustra claramente por qué es tan importante la genética de poblaciones. Si no hay diversidad genética dentro de una población, cualquier amenaza nueva —una enfermedad, un cambio ambiental— puede afectarla por completo. En cambio, si existe variabilidad, algunos individuos podrían tener características que les permitan resistir y sobrevivir, permitiendo así que la población y, en última instancia, la especie se adapte y continúe existiendo.

La desextinción propone que podamos recuperar especies extintas, pero ¿sería ético hacerlo?
Diego Cejas, biólogo

Entiendo. ¿Por eso eres escéptico con respecto al concepto de desextinción?

Claro, porque desde el punto de vista de la conservación, una especie es algo más complejo que los individuos que la conforman. Está también relacionada con su nicho ecológico y la función que desarrolla en el ecosistema. La desextinción propone que podamos recuperar especies extintas. ¿Pero realmente es así? ¿Seríamos capaces de traer de vuelta a, no sé, estos dinosaurios, unos cuantos ejemplares de estos iguanodones que tengo detrás de mí, y conseguir que puedan adaptarse al medio, sobrevivir y asegurar su permanencia por sí mismos? ¿Podríamos garantizar su diversidad génetica o pasaría como con los plátanos? Y, por último, ¿debemos hacerlo? ¿Sería ético hacerlo?

La empresa Colossal BioScience asegura que sí.

Vivimos en un mundo en el que la edición genómica y la clonación son ya realidades, pero todavía nos encontramos en una etapa temprana de su desarrollo. Pero bueno, sí, en este contexto, han surgido iniciativas como la de Colossal BioScience, que han planteado una pregunta provocadora: ¿Por qué no aplicar estas tecnologías a la conservación? ¿Por qué no intentar desextinguir especies?

¿Y bien? ¿Por qué no hacerlo?

He visitado su página web, he leído por completo lo que dicn, y también he consultado información adicional sobre el proyecto. Reconozco que proponen ideas interesantes y que algunos de sus planteamientos tienen un valor científico y ético que merece ser considerado. Sin embargo, desconfío profundamente de lo que representan en su conjunto.

Pero han hecho que los lobos huargos de Juego de Tronos sean reales.

Lo sé, y claro, a simple vista el resultado es una fantasía. Las especies que han elegido para estos proyectos tienen cierto sentido desde el punto de vista mediático y simbólico, como estos casos que presentan como lobo gigante del Pleistoceno, ese que muchos relacionan con los lobos de los Stark. De hecho, han nombrado a los tres primeros ejemplares creados —o “desextinguidos”, entre muchas comillas— como Rómulo, Remo y Khaleesi.

Las decisiones de recuperar especies extintas parecen pensadas para captar atención pública más que para resolver problemas reales de conservación
Diego Cejas, 32 años

Tiene gracia. Tienen los nombres de los fundadores de Roma y de quien la quemaría hasta sus cimientos.

Claro, a eso es a lo que me refiero. Estas decisiones parecen pensadas para captar atención pública más que para resolver problemas reales de conservación. Ahí radica también una parte de mi escepticismo: en la manera en que se mezcla ciencia con espectáculo, sin abordar con suficiente seriedad las implicaciones ecológicas, éticas y técnicas que conlleva este tipo de intervención.

El branding de Colossal te hace desconfiar.

Es que es impresionante. Tiene ese estilo tan marcadamente estadounidense, todo está diseñado para impactar, para parecer grandioso. Al principio sí, precisamente por eso, desconfiaba bastante. Es verdad que, después de leer más a fondo sobre lo que hacen, reconozco que muchas de las cosas que plantean tienen sentido. Pero aun así, la forma en que lo presentan me genera dudas. Quizás es simplemente una cuestión cultural, una diferencia en la manera de comunicar, pero hay algo en ese enfoque tan espectacular que me sigue generando cierta desconfianza.

Ha mencionado que había ciertas razones a la hora de apostar por la desextinción que le parecían lo suficientemente coherentes como para planteárselas. ¿Puede poner un ejemplo?

Sí. Mira, Colossal ha optado por centrarse en especies que, con un número relativamente pequeño de individuos, pueden desempeñar un papel funcional en el ecosistema, restaurando nichos ecológicos que han quedado vacíos. En este caso, se trata de reintroducir un superdepredador que ayude a equilibrar las poblaciones, como ya sabemos que ocurre cuando desaparecen por causas diversas. Desde ese punto de vista, tiene sentido: no necesitas miles de individuos para tener un impacto ecológico relevante.

Me temo que se avecina un “pero”.

Es que ellos mismos reconocen que hay muchas incógnitas en el proceso. Lo que están haciendo es utilizar edición genómica para tratar de “revivir” especies extintas. Están estudiando el genoma del lobo gigante y lo comparan con el de una especie hermana cercana, como el lobo gris. Identifican las diferencias genéticas —en rasgos como el tamaño, el tipo de pelaje, etc.— y luego modifican el genoma del lobo actual para hacerlo más parecido al del lobo extinto, pero se trata más de una “recreación” que de un ejemplar real de ese lobo que vivió en la Tierra hace millones de años. Cambiar algunos genes basándose en las diferencias conocidas entre genomas no garantiza que se esté reviviendo verdaderamente a la especie extinta.

Da la impresión de que se busca el parque temático. De nuevo, se fantasea con hacer posible Jurassic Park, de crear unos pocos ejemplares para meterlos en un zoo
Diego Cejas, biólogo

O sea, que realmente no se estarían “desextinguiendo” nada. Solo creando nuevos especímenes que parecen sacados de una novela de Julio Verne.

Da la impresión de que se busca el parque temático. De nuevo, se fantasea con hacer posible Jurassic Park, de crear unos pocos ejemplares para meterlos en un zoo y decir: “Hemos salvado la especie”. Y eso no es conservar una especie; eso es recrear una imagen simbólica de lo que fue. ¿Cómo afectará realmente este tipo de edición genética al individuo, a su comportamiento, a su capacidad de integración en un ecosistema?

¿Cuál es tu mayor preocupación?

Desde mi experiencia y formación, lo que más me preocupa es la parte relacionada con la genética de poblaciones. Volvemos a los plátanos: si estás cortando y pegando genes para crear todos los individuos a partir de una misma base genética —el genoma reconstruido de una especie extinta—, entonces todos esos animales van a ser prácticamente clones en caracteres sumamente importantes para su supervivencia y adaptación. ¿Eso puede considerarse una población viable? ¿Cuántos individuos van a crear? ¿Podrán reproducirse entre ellos y generar nuevas generaciones saludables, o más bien estarán condenados a la endogamia desde el principio? Y, claro, nos enseñan fotos adorables de cachorros de cinco meses y parece que todo va bien, pero la pregunta es: ¿y después qué?

Pero, más allá del parque temático, ¿la recuperación de algunos animales extintos no podría tener otros impactos positivos a nivel medioambiental? Una de las justificaciones que se da para la desextinción del mamut, por ejemplo, es que podría usarse para restaurar el ecosistema siberiano.

La idea es que estos mamuts podrían introducirse en zonas de tundra donde, mediante su pisada, ayudarían a compactar el suelo y a fijar el permafrost. Esa hipótesis sí tiene algo de base experimental: en Siberia ya se han hecho pruebas reintroduciendo fauna salvaje en áreas degradadas y se ha observado un cierto impacto positivo. Los grandes herbívoros cumplen dos funciones ecológicas importantes en estos entornos. Por un lado, su pisoteo ayuda a compactar el terreno, haciendo que el suelo mantenga mejor la temperatura. Por otro, al desplazarse, dispersan semillas de gramíneas, lo que ayuda a fijar el suelo, hacerlo más resistente a la erosión por viento o lluvia y mantener la vegetación. Todo eso, en teoría, ralentizaría la emisión de gases de efecto invernadero almacenados en el permafrost y podría contribuir a revertir parcialmente el ciclo de deshielo.

¿Entonces?

Es que no es tan fácil. No sabemos qué consecuencias a largo plazo puede tener liberar organismos modificados en ecosistemas complejos. Los efectos ecológicos al introducir una especie de este tipo son imprevisibles. No estaríamos hablando ya de conservación de especies, sino de algún tipo de ingeniería genética de ecosistemas. No es algo nuevo. Ya se ha intentado antes con otros organismos. Por ejemplo, hubo intentos de liberar mosquitos estériles para que, al no producir descendencia, se redujera la población general transmisora del dengue. Pero claro, usar mamíferos es mucho más impresionante, y también mucho más polémico.

No necesitamos al mamut. Lo queremos por capricho. No esgrimamos el argumento ecológico porque hay cosas mucho más urgentes que hacer a ese nivel
Diego Cejas, biólogo

Como si la ficción no nos hubiera ya avisado lo suficiente…

Cuando haces este tipo de ingeniería, no puedes prever con exactitud cómo van a comportarse. Hay ejemplos catastróficos, como cuando se introdujo la mixomatosis en Australia para eliminar conejos invasores. Además, ¿por qué no utilizar a un gran herbívoro ya existente y en peligro de extinción como el alce? No necesitamos al mamut. Lo queremos por capricho. No esgrimamos el argumento ecológico porque hay cosas mucho más urgentes que hacer a ese nivel.

¿Como qué?

A ver, entiendo que el estudio del genoma es increíble, y que este tipo de proyectos pueden servir para atraer atención y financiación hacia la investigación genética. Pero el enfoque me parece problemático. Hay soluciones mucho más sencillas, o más lógicas, para enfrentar los problemas actuales. Por ejemplo, centrémonos en proteger a los polinizadores, limpiar los océanos de plástico, cumplir con los acuerdos de París y evitar la extinción de especies que aún están con nosotros. La IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) ha evaluado el nivel de amenaza de unas 170.000 especies, de las cuales 47.000 están en peligro en algún grado. Pero eso es solo una fracción mínima de la biodiversidad del planeta: se estima que existen unos 8,7 millones de especies, de las cuales solo 1,9 millones han sido descritas científicamente. Y mientras tanto, perdemos miles al año.

El problema con los dinosaurios es que el más “reciente” se extinguió hace 66 millones de años, y no tenemos genomas lo suficientemente bien conservados para trabajar con ellos
Diego Cejas, biólogo

Hemos hablado de que ya se han creado lobos huargos, que se baraja la posibilidad de recrear algo parecido a un mamut… No puedo despedirme de usted sin lanzarle directamente la pregunta que todo el mundo espera: ¿es posible resucitar a los dinosaurios?

Mi mayor miedo, en realidad, es que acabemos en algo tipo Jurassic Park o Jurassic World: revivir especies extintas solo para convertirlas en atracciones de parque temático. Y sí. Teóricamente es posible, pero sería la culminación más equivocada de todo esto. Y aunque aún no es posible recrear fielmente a los dinosaurios, estamos empezando a acercarnos a proyectos cada vez más ambiciosos que puedan hacer posible la (de)generación de saurios gigantes semejantes, que no iguales, a los que existieron.

¿Qué nos impide aún conseguirlo técnicamente?

El problema con los dinosaurios es que el más “reciente” se extinguió hace 66 millones de años, y no tenemos genomas lo suficientemente bien conservados para trabajar con ellos. El genoma más antiguo secuenciado con cierto grado de fiabilidad es de unos 700.000 años, procedente de muestras congeladas de un caballo. Con especies como el tigre de Tasmania, extinguido hace poco más de 100 años, sí hay más posibilidades, por la calidad del ADN disponible. En Jurassic Park, se inventan la solución diciendo que rellenan los huecos del genoma de dinosaurio con ADN de rana. Incluso hay una escena en la que un técnico, con casco de realidad virtual, va uniendo fragmentos de genoma como si fuera un puzzle. Es ridículo, pero sirve para ilustrar lo lejos que estamos de algo así. La idea de unir fragmentos de ADN a ese nivel, base por base, es pura fantasía.

¿Y si el argumento fuera puramente estético o emocional? Como el del fundador de Jurassic Park, que en última instancia quiere revivirlos para que el mundo vea su belleza.

Vale, supongamos eso. ¿Dónde haces ese parque? ¿Destruyes un ecosistema para satisfacer tu ego? Compras una isla. Muy bien, puedes vivir ahí. ¿Pero realmente te pertenece hasta ese nivel? ¿Está por encima el arte y la técnica de la ética? No. Es un mero capricho. Si se extinguieran los mapaches —y me encantan los mapaches— ¿haría un Raccoon Park? No. El arte, la belleza o la curiosidad no están por encima de las consecuencias.

¿No querrías utilizar los fundamentos de la desextinción como herramienta para conservar especies actuales?

Depende. A priori sí. Hay proyectos para clonar individuos de especies en peligro, como forma de aumentar su población. En vez de crianza en cautividad, sería crianza in vitro. Suena más a clonación que a desextinción, y es menos ambiguo moralmente. Pero incluso ahí el campo es muy joven, no sabemos bien qué efectos puede tener en futuras generaciones. Yo no trabajaría en eso todavía; tal vez en 30 años.

Fuente: lavanguardia.com

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