Se han descubierto cuatro llamas cuidadosamente conservadas en un yacimiento en Perú donde tenían lugar sacrificios rituales. Las llamas, que aun lucían sus coloridos adornos, son la primera evidencia arqueológica que vincula a los antiguos incas con esta práctica.
Estas llamas, tres ejemplares blancos y uno marrón, fueron sacrificadas en un ritual hace más de 500 años, en un lugar llamado Tambo Viejo. Las llamas eran el animal predilecto de los incas para los sacrificios, ya que “su valor ritual solo podía ser superado por el de los seres humanos”, reza un nuevo artículo publicado ayer en Antiquity. Los animales estaban cubiertos con adornos como brazaletes y cuerdas de colores, aumentando así su valor para los dioses.
Los relatos etnográficos de los colonos españoles describían los sacrificios de llamas por parte de los incas. Estos relatos afirmaban que los incas a veces llegaban a sacrificar hasta 100 llamas a la vez, con la esperanza de que los dioses les devolvieran el favor en forma de buen clima u otras peticiones.
Sin embargo, y por muy increíble que parezca, hasta el descubrimiento realizado en Tambo Viejo los arqueólogos no habían descubierto pruebas definitivas de esta práctica, según Lidio Valdez, autor principal del nuevo estudio e investigador de la Universidad de Calgary, que trabajó en esta investigación junto a un equipo de arqueólogos de la Universidad de Huamanga en Perú.
Antes de este descubrimiento, los arqueólogos habían descubierto cientos de sacrificios de llamas, e incluso de niños, a lo largo de la costa norte de Perú, pero todos estos rituales databan de la civilización preinca Chimú (el Imperio Inca venció a los Chimú alrededor del 1475 d.C.). Valdez explicó que los incas intentaban hacer lo mismo que se llevaba practicando en la región desde mucho antes de que ellos apareciesen.
“Como ocurría en los casos de los Chimú, estas llamas son ofrendas funerarias”, explicó Valdez. “Pero las ofrendas de llamas de Tambo Viejo no son ofrendas funerarias, sino ofrendas dedicadas a las deidades, es decir, al dios creador Viracocha y al Sol”.
¿Y por qué ha sido necesario tanto tiempo para encontrar pruebas físicas de esta práctica entre los incas? Según Valdez, porque solo unos pocos yacimientos han sido investigados adecuadamente y porque los pocos centros incas que han comenzado a ser excavados están ubicados en regiones donde las condiciones de preservación son pobres. En Tambo Viejo, que se encuentra en la costa sur del Perú, las condiciones son muy secas, lo que permite una excelente conservación de los restos orgánicos. También ayudó el hecho de que los incas colocaran arena sobre las llamas durante su entierro.
Los sacrificios en Tambo Viejo ocurrieron poco después de que los incas se anexionaran amistosamente la región. El Imperio convirtió Tambo Viejo y varias otras localidades cercanas en nuevos centros administrativos del imperio. El mismo equipo descubrió anteriormente docenas de conejillos de indias que habían sido también sacrificados en rituales y que, como las llamas, se encontraban repletos de coloridos adornos.
Los arqueólogos encontraron las cuatro llamas debajo del suelo mientras excavaban unas ruinas. También encontraron una quinta llama, pero estaba demasiado deteriorada. Sus adornos, hechos de fibra llama o de alpaca sugieren que fueron ofrecidas a los dioses como regalos especiales. Otras investigaciones anteriores descubrieron sacrificios de llamas marrones al dios creador Viracocha, y de llamas blancas al Sol, la principal deidad inca. Estas llamas, por lo tanto, “eran ofrendas muy importantes”, dijo Valdez.
“Este es el primer yacimiento de su tipo. No hay nada comparable”, explicó el investigador.
Un examen con detenimiento de los restos de las llamas no reveló “pruebas de cortes en la garganta ni en el diafragma, lo que sugiere que las llamas podrían haber sido enterradas vivas”, como escribieron los autores del estudio. De hecho, que los animales apareciesen con las “piernas atadas también puede apoyar esta interpretación”. Si esto es correcto, “sería paralelo a las pruebas del entierro de humanos vivos como sacrificio” también documentados en otros lugares. Además, como gesto final, los incas colocaron plumas de aves tropicales sobre las tumbas de las llamas.
La datación por radiocarbono sugiere que el ritual tuvo lugar hace aproximadamente 573 años.
Los colonizadores españoles afirmaban que los sacrificios rituales incas pedían cosechas exitosas, rebaños saludables y la victoria frente a sus enemigos. Este nuevo paper apunta a un propósito notablemente diferente: un gesto de buena voluntad hacia los ciudadanos que viven en un territorio anexado recientemente.
La llegada de los incas probablemente alteró el orden sociocultural preexistente, y por eso los incas trataron de mitigar sus efectos al “entablar amistad con los lugareños y proporcionar regalos y comida a los pueblos conquistados, al mismo tiempo que reconocían las huacas (unos monumentos religiosos) y los dioses locales ”, escribieron los autores, a lo que añadieron que los incas “ creían que era imposible tomar un territorio sin dar algo a cambio”, lo que implica que la “anexión de pueblos y sus tierras implicaba un intercambio que normalizase aquella situación anormal”.
En el mismo yacimiento, los arqueólogos también descubrieron grandes hornos y otras pruebas de elaboradas fiestas. Como señala Valdez, estos sacrificios rituales no eran eventos serios o cruentos, sino que se trataban de celebraciones donde compartían alimentos en forma de banquetes.
“Estoy convencido de que los rituales que incluían los sacrificios de animales incluían otras acciones, como cantar, bailar… que no necesariamente dejan pruebas materiales tangibles que podamos recuperar los arqueólogos”, dijo.
Fuente: es.gizmodo.com