Icono del sitio INVDES

Descontaminan el telescopio Euclid, situado a 1,5 millones de kilómetros de distancia

El telescopio fue lanzado con el objetivo de elaborar un mapa tridimensional del Universo

Decenas de científicos de distintos países, coordinados por Ralf Kohley desde el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) de Madrid trabajan para eliminar unas partículas de hielo que han hecho perder un 10% de su capacidad de observación al telescopio Euclid, situado a 1,5 millones de kilómetros de distancia.

La Agencia Espacial Europea (AEE) lanzó la sonda Euclid al espacio el pasado 1 de julio con el objetivo de elaborar un mapa tridimensional del Universo mediante la observación de miles de millones de galaxias a 10.000 millones de años-luz, en más de un tercio del cielo.

Para lograr su objetivo, el telescopio debe mantenerse estable y en plenas capacidades durante los seis años que durará su misión, que pretende arrojar luz sobre la materia oscura y la energía oscura que ocupan más del 95% del universo.

En una entrevista con EFE, Kohley explica que, el pasado noviembre, mientras afinaban y calibraban los instrumentos del telescopio y se preparaban para el inicio del primer sondeo de la misión, observaron una pequeña pero progresiva disminución de la cantidad de luz medida de las estrellas observadas.

“Decidimos comparar la cantidad de brillo que estaba registrando Euclid con la que había recogido la misión Gaia de la ESA de esas mismas estrellas, y vimos una pérdida de visión de aproximadamente un 10%”, explica.

Algunas estrellas del Universo varían en su luminosidad, pero la mayoría son estables durante muchos millones de años, “por eso, cuando nuestros instrumentos detectaron una débil y gradual disminución de los fotones que llegaban, supimos que no eran ellas, sino nosotros».

La causa La incidencia está dentro del rango de sucesos que los científicos podían prever: parte de las moléculas de agua absorbidas del aire durante el ensamblaje de la sonda en la Tierra no ha sido eliminada por los procedimientos pensados para ello. Posteriormente, estas moléculas han acabado congeladas en los espejos de la óptica de Euclid, dado el ambiente glacial en que se encuentra la sonda, a 1,5 millones de kilómetros.

“Es muy difícil construir y lanzar una nave espacial desde la Tierra sin que parte del agua de la atmósfera de nuestro planeta se cuele en ella”, reconoce el investigador.

Aunque el grosor de estas moléculas de agua es microscópico: entre unos pocos nanómetros y unas pocas decenas de nanómetros (equivalente a la anchura de una cadena de ADN), la sensibilidad del telescopio es tan alta que esas partículas diminutas han logrado restarle un 10% de visión.

Soluciones Mientras prosiguen las observaciones y la ciencia de Euclid, los equipos han ideado un plan para comprender dónde se encuentra exactamente el hielo en el sistema óptico y mitigar su impacto ahora y en el futuro, si sigue acumulándose.

La opción más sencilla para acabar con el hielo sería enviar la orden de encender todos los calefactores de a bordo de la nave varios días, aumentando lentamente la temperatura desde unos -140 grados centígrados hasta -3 grados, algo parecido a lo que se hizo cuando la sonda Gaia tuvo un problema similar.

Pero los investigadores temen que al calentar toda la estructura mecánica de la nave, los materiales se dilaten y no vuelvan al mismo estado tras el enfriamiento afectando a esta misión tan sensible que requiere unas condiciones muy estables de temperatura.

Por eso, los científicos han decidido comenzar calentando individualmente las partes ópticas de bajo riesgo de la nave, situadas en zonas donde es improbable que el agua liberada contamine otros instrumentos u ópticas, indica Kohley, quien detalla que de momento han comenzado por dos espejos de Euclid que pueden calentarse independientemente.

“Si a principios de abril vemos que la pérdida de visión persiste y empieza a repercutir en la ciencia, en mayo calentaremos otros grupos de espejos de Euclides, comprobando cada vez qué porcentaje de fotones recuperan”, agrega.

«La descongelación debería restaurar y preservar la capacidad de Euclid para recoger la luz de estas antiguas galaxias, pero es la primera vez que realizamos este procedimiento. Tenemos muy buenas conjeturas sobre a qué superficie se adhiere el hielo, pero no estaremos seg uros hasta que lo hagamos», asegura.

A lo largo de la misión se seguirán liberando pequeñas cantidades de agua en el interior de Euclid, por lo que los investigadores reconocen que se necesita una solución a largo plazo para descongelar regularmente su óptica sin ocupar demasiado tiempo de la misión.

Fuente: eltiempo.com

Salir de la versión móvil