Las hembras de los mosquitos llevan todo el verano poniéndose las botas con nuestra sangre. Bueno, con la nuestra y con la de cualquier animal que se interponga por su camino, aunque un humano con un pantalón o vestido corto es un manjar harto apetecible.
Estos molestos chupópteros no necesitan nuestra sangre para para alimentarse, ya su pitanza habitual suele ser el néctar, pero sí la utilizan para obtener la proteína necesaria para desarrollar sus huevos antes de la puesta: es un ingrediente fundamental en el ciclo reproductivo de las especies de mosquitos.
Los mosquitos hembra cuentan con un sistema olfativo muy sofisticado que detecta el dióxido de carbono que transpiramos y otros componentes de nuestro sudor. Si tenemos la suerte de exudar alguna molécula que les desagrade nos podemos evitar la picadura.
Los mosquitos se aproximan, se posan y una vez que perfora la piel su aguijón se hunde para encontrar un pequeño vaso sanguíneo. En ese momento, su conducto salival inyecta una sustancia anestésica que impide la coagulación de la sangre. La duración del banquete queda a gusto del voraz comensal (en el vídeo superior parece que el insecto está en un surtidor de gasolina).
¿Cuánto beben en cada picadura?
La Asociación Americana de Control de Mosquitos (AMCA) ofrece unos datos muy curiosos sobre estos animales. La picadura media nos quita cinco millonésimas partes de litro. La densidad de la sangre es un poquito superior a la del agua (1 kg / litro), por lo que se deduce que cada insecto ingiere unos 5 miligramos, lo que supone el doble de su propia masa corporal (de media pesan 2.5 miligramos).
Para responder a la pregunta inicial solamente tenemos que hacer un pequeño cálculo: si una persona tiene una media de cinco litros de sangre harían falta un millón de mosquitos con una picadura simultánea para acabar con todas nuestras reservas.
La imagen mental puede recordar a ‘Los pájaros’ de Hitchcock, pero la cosa empeora añadiendo otro dato curioso: una luna llena aumenta la actividad del mosquito en un 500 por ciento. Ya puedes ir rascándote…
Fuente: cienciaxplora.com / Javier Pérez Rey