No me gusta hacer spoiler, pero en ninguna de las 21.810 palabras de “La metamorfosis”, de Franz Kafka, se menciona el monstruoso insecto en el cual fue transformado el apocopado comerciante Gregor Samsa tras un sueño intranquilo. Sin embargo, si hiciésemos una rápida encuesta la mayoría opinarían que se convirtió en cucaracha.
La verdad es que la cucaracha, de la cual hay 3.500 especies diferentes, es un insecto que no genera simpatías entre el gran público, a pesar de que en el acervo popular ha echado raíces la idea de que sería el único animal capaz de resistir a una bomba atómica. Se estima que este artrópodo puede soportar una radiación de unos 6.400 rads, más de diez veces la dosis letal para un ser humano.
Las tres unidades radiactivas
Estamos acostumbrados a utilizar unidades de medida a diario, las empleamos para la estatura, el peso, la temperatura o la velocidad, sin embargo, hay algunas magnitudes más abstractas, que nos cuesta trabajo comprender. Entre ellas se encuentran las unidades relacionadas con la radiactividad.
Cuando se analizan los efectos de la radiactividad sobre los seres vivos hay tres parámetros a valorar: la cantidad de radiación (se mide encuries), los efectos sobre un ser vivo (medidos en dosis absorbida grays o rads) y los efectos sobre una población (medidos en sieverts). Así por ejemplo, cuando nos hacemos una radiografía nos estamos exponiendo a una radiación de 0,06 rads, una cifra lejana de la dosis letal para un ser humano, cuantificada en unos 450 rads.
Ahora bien, ¿450 rads son muchos o pocos? Un perro no es capaz de soportar más de 350 rads, en las ratas esta cifra se eleva hasta 750 rads y en los ratones a 900 rads. Cifras muy bajas cuando las comparamos con las que se producen en las catástrofes nucleares. Así por ejemplo, en Chernóbil hubo 1.200 rads en la zona cero y unos 400 rads a un kilómetro de la zona cero.
El motivo por el cual la cucaracha es capaz de resistir una radiactividad elevada es porque su división celular es muy lenta y la radiación causa la mayoría de las mutaciones en aquellas células que se están dividiendo. En otras palabras, es la lentitud en la división celular la que protege a las cucarachas de la radiación extrema, pudiendo sobrevivir a una lluvia radiactiva.
La bacteria Conan
Hay seres vivos que ganan de lejos a las cucarachas por su capacidad para soportar los efectos radiactivos. Así por ejemplo, las amebas, que son organismos con tan sólo una célula, son capaces de soportar hasta 100.000 rads. Esto se debe a que, cuando las condiciones ambientales son potencialmente letales, estos seres unicelulares pueden permanecer en un estado latente hasta que las condiciones sean más favorables.
De todas formas, la palma se la lleva Deinococcus radiodurans, la bacteria más resistente del mundo, siendo capaz de sobrevivir hasta los 500.000 rads –lo cual significa que podría soportar un nivel de radiación casi 10 veces la del accidente nuclear ucraniano a 300 m de distancia de la zona cero-.
Esta bacteria, además, es capaz de sobrevivir condiciones extremas de frío, deshidratación, acidez o vacío. Su fortaleza biológica radica en que repara su ADN dañado. No debe sorprendernos que haya sido apodada por lo científicos con el nombre de “Conan”.
Por cierto, en ucraniano Chernóbil es el nombre de una planta, el ajenjo. Curiosamente este vocablo se recoge en una de las profecías del Apocalipsis (8;10-11). Ahí lo dejo…
“Y el tercer ángel tocó su trompeta. Y una gran estrella que ardía como una lámpara cayó del cielo, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de aguas. Y el nombre dado a la estrella es ajenjo”.
Fuente: abc.es/ciencia