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¿Cómo se formaron los anillos de Saturno?

Un modelo informático plantea que los anillos de Saturno, Urano y Neptuno se crearon a partir de los restos de planetas como Plutón lanzados contra ellos

Los anillos de Saturno destilan belleza y armonía, pero esconden un pasado de violencia. Desde que, en 1655, Christiaan Huygens habló por primera vez de su existencia, se ha tratado de explicar su origen, pero la discusión continúa. Este mes, un grupo de investigadores de la Universidad de Kobe, en Japón, ha publicado una nueva hipótesis que puede ayudar a entender cómo se formaron.

El modelo, elaborado a partir de simulaciones de ordenador, sitúa la aparición de los anillos más famosos del universo en un periodo temprano de la formación del Sistema Solar conocido como Bombardeo Intenso Tardío. Entonces, hace unos 4 mil millones de años, la migración de los planetas gigantes provocó una transformación de grandes consecuencias. Desde el exterior del Sistema Solar donde se había formado, Júpiter avanzó como una bola de demolición hacia el interior, arrasando una primera generación planetaria que comenzaba a nacer junto a la estrella. En aquel tiempo, también Saturno viajó hacia el Sol y quedó trabado con el planeta gigante en lo que se conoce como resonancia orbital. Esa resonancia, un tirón mutuo acompasado parecido al que se produce cuando se impulsa a un niño en un columpio, tuvo consecuencias en todo el Sistema Solar.

Una de las consecuencias de aquel baile entre los dos gigantes fue la distorsión de las órbitas de muchos objetos en el Cinturón de Kuiper. Allí se acumulan infinidad de pequeños objetos de hielo, restos de la formación del Sistema Solar. Atraídos hacia el interior del sistema, bombardearon aquellos mundos en formación y, según los científicos de Kobe, formaron los anillos de Saturno.

Este planeta no es el único que cuenta con anillos en el Sistema Solar. Urano y Neptuno también los tienen, aunque su composición es diferente. Frente a los saturninos, que están formados en un 95 por ciento por partículas de hielo, los de los otros dos gigantes gaseosos tienen un contenido mayor de roca. El modelo del equipo liderado por Hyodo Ryuki puede explicar estas diferencias. Su planteamiento parte de que en el Cinturón de Kuiper existían miles de objetos del tamaño de Plutón. En su viaje hacia el interior del sistema planetario, los investigadores calcularon las probabilidades de que pasasen lo bastante cerca de los planetas gigantes como para quedar atrapados y destruidos por su fuerza gravitatoria durante el bombardeo intenso tardío. Sus resultados mostraron que estos encuentros habrían sucedido varias veces.

A continuación, según explican los autores en una nota de prensa, estimaron que, cuando se producía un encuentro entre un viajero del Cinturón de Kuiper y un gigante gaseoso, entre el 0.1 y el 10 por ciento de la masa inicial del objeto helado quedaba atrapado en la órbita del planeta. La materia acumulada de esos fragmentos atrapados sería suficiente para explicar la masa de los actuales anillos en Saturno y Urano. Las simulaciones también ofrecieron una explicación posible al proceso por el que fragmentos de varios kilómetros quedaban atrapados y comenzaban a chocar a grandes velocidades hasta quedar hechos añicos como los que ahora componen los anillos.

Por último, los científicos afirman que este modelo también explica las diferentes composiciones de los anillos de los distintos planetas. En el caso de Urano y Neptuno, su mayor densidad hace que puedan pasar muy cerca de ellos y experimentar con gran intensidad su tirón gravitatorio. Si los objetos del Cinturón de Kuiper están formados por capas con un exterior de hielo y un interior de roca, ambas partes quedarían atrapadas en los cinturones de estos dos planetas, explicando que tengan más cantidad de roca que el de Saturno. En el caso de este planeta, si los objetos pasasen demasiado cerca, se estrellarían contra el planeta, y si no lo hacen, solo su cubierta helada quedaría en órbita. Esto explicaría por qué los anillos de Saturno son casi todo hielo.

Fuente: Daniel Mediavilla / elpaís.com

 

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