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Cincrotrón mexicano: La ciencia a la espera del gobierno

Los aceleradores de partículas han dado grandes aportaciones a la ciencia y tecnología, pero también a otros campos como la medicina o la industria alimentaria. En el país se vislumbra desde hace casi 20 años crear uno propio, pero los altos costos y la falta de apoyos mantienen en vilo a este ambicioso plan

Se vendió al público como “un proyecto para México y para los mexicanos”. Un plan que puede “transformar la realidad científica y tecnológica” del país. Una infraestructura con apertura internacional, que también impulsaría el desarrollo económico y social, de la que ahora no se sabe casi nada. Todavía en abril del 2022, el entonces gobernador del estado de Hidalgo, Omar Fayad, mencionaba su compromiso hacia la construcción de un sincrotrón mexicano con una inversión inicial de 500 millones de pesos. Prometía que México sería “el primer país de América Latina de habla hispana en donde se establezca un sincrotrón”. Sin embargo, esto era sólo unos meses antes de que Julio Menchaca, el actual gobernador de esa entidad, entrara al poder. Y aunque este último ha dado señales de querer retomarlo, sus prioridades están en otra parte. Para darse una idea de en qué punto se encuentra hoy el proyecto, basta con abrir el sitio web que el gobierno le dedicó: una cáscara vacía, desprovista de información, decorada únicamente con una animación de tres imágenes de archivo de sincrotrones.

¿Qué es un Sincrotrón?

Un sincrotrón es un tipo de acelerador circular de partículas. Funciona acelerando electrones a través de secuencias de imanes hasta que alcanzan casi la velocidad de la luz. Estos electrones en rápido movimiento producen una fuente muy brillante, denominada luz de sincrotrón. Es millones de veces más brillante que la luz generada por medios convencionales y 10,000 millones de veces más brillante que la del Sol.

Es importante notar que los sincrotrones se dividen en dos grandes categorías: máquinas de física de alta energía y, por otra parte, fuentes de luz de sincrotrón. Es decir, una opción es que pueden usarse para estudiar las colisiones de partículas de alta energía, como el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) en Suiza. Y por otro lado, pueden emplearse para explotar la luz emitida por partículas de alta energía sometidas a aceleración.

No obstante, las investigaciones en un sincrotrón no se limitan a la física de partículas. También permiten desarrollar técnicas en áreas como medicina y biología. Por ejemplo, la radioterapia con sincrotrón puede administrar dosis más altas de radiación en un tumor, con menos exposición de los tejidos circundantes a la radiación, eliminando con ello recurrir a la quimioterapia. En la pandemia de Covid-19, estas fuentes de luz permitieron determinar la estructura de las diversas proteínas del virus, logrando que la intervención médica llegara a la población con mayor prontitud.

Al mismo tiempo, un sincrotrón conlleva un alto beneficio económico. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) considera que, en buena medida, el impacto económico directo de un acelerador representa una aportación —a través del laboratorio— de fondos públicos a la economía local. Según evaluaciones del condado de Suffolk, Estados Unidos, donde se encuentra la Fuente Nacional de Luz de Sincrotrón (NSLS), la fuente ha aportado entre 1,000 y 2,000 millones de dólares a lo largo de la vida del proyecto. La instalación nacional de sincrotrón del Reino Unido, Diamond Light Source, ha tenido un impacto de 2,600 millones de libras (2,900 millones de dólares) en la ciencia y la economía británicas desde el 2007 (con una inversión inicial de 1,200 millones de libras (1,366 millones de dólares)). El Instituto de Investigación de la Luz de Sincrotrón (SLRI) ha tenido un efecto muy favorable en la economía de Tailandia: se han beneficiado, en particular, las industrias del caucho y polímeros, alimentos, medicamentos, cosméticos, metales y materiales, electrónica, gemas y producción de nanopartes.

Y como cualquier infraestructura de investigación, un sincrotrón puede crear una serie de aportes económicos intangibles: apoyo a los científicos del futuro, retención de investigadores en el país, participación en la economía del conocimiento, captación de la propiedad intelectual, mejorar la competitividad nacional, al igual que su percepción internacional en materia de innovación.

“Los sincrotrones son instalaciones altamente especializadas que requieren de personal sumamente capacitado en distintas áreas, lo que puede fomentar el desarrollo de talento local en ciencia y tecnología y mejorar la formación de recursos humanos altamente calificados”, opina Christopher Greenberg, doctorante en física de partículas en el Instituto de Física de los 2 Infinitos (IP2I) de Lyon, Francia, y en el CERN. Además, uno de los beneficios más importantes es la apertura global que ofrece inevitablemente un acelerador. La ventaja más relevante de la cooperación entre centros de sincrotrón en diferentes puntos del mundo, es el acceso a las soluciones tecnológicas más novedosas y a los conocimientos de los expertos. Sarah Hermann, doctorante en física de partículas en el Gran Experimento Colisionador de Iones (ALICE) del CERN, da como ejemplo su propia experiencia, cada comunidad de investigación local tiende a tener su propia especialización en un detector específico, el grupo de Lyon en el que ella se encuentra, trabaja en el Muon Forward Tracker (MFT), un subdetector del experimento ALICE, para ella, la comunicación entre los distintos segmentos, tanto en Francia como a escala internacional es crucial.

Un gran proyecto a medio camino

En retrospectiva, si el plan de una fuente de luz de sincrotrón en México se encuentra actualmente “a medio camino”, es por una serie de obstáculos externos a la creación del proyecto: la intención, el entusiasmo y conocimiento están, y siempre estuvieron ahí. La viabilidad del programa ha atravesado innumerables altos y bajos, alternando todo momento entre el comienzo de su diseño y construcción, y verse postergado, más que nada, por las transiciones de gobiernos en nuestro país. “El diseño de un sincrotrón es como un traje sastre: ‘hay que hacerlo a la medida’”, dice el doctor Matías Moreno, profesor en el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, y uno de los principales promotores del plan del sincrotrón mexicano. El problema de una infraestructura científica de esa magnitud, es el tiempo que toma volverla una realidad.

Desde el nacimiento oficial del programa, en 2006, con la iniciativa de mega – proyectos científicos y tecnológicos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), las reuniones para discutir la trascendencia de un sincrotrón en México no se detuvieron. En 2010 comenzaron las colaboraciones con expertos extranjeros, mediante una visita a la fuente de luz de sincrotrón ALBA, en Barcelona, y más tarde una mesa en México con la presencia de científicos de varios laboratorios de sincrotrón a nivel mundial (Estados Unidos, Brasil, Alemania, entre otros). Pero a pesar del esfuerzo colectivo, en 2011 el avance se vio cortado por un cambio de administración, el Conacyt pasó a una nueva dirección general, y con las elecciones del país en puerta, el dinero se vio destinado a nuevas prioridades. En 2014, el gobierno de Morelos entró en juego. El entonces gobernador del estado, Graco Ramírez, y la titular de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología, Brenda Valderrama, impulsaron de nuevo el proyecto del sincrotrón, con el objetivo de instalarlo en esa entidad. Según el doctor Moreno, el financiamiento prometido fue como cinco veces superior al del Conacyt seis años antes (alrededor de siete millones de pesos), gracias a un fondo Fomix, fideicomiso del Conacyt para impulsar la ciencia. Sin embargo, una investigación del Proyecto sobre Organización, Desarrollo, Educación e Investigación (PODER), reveló que la poca regulación y vigilancia de estos fondos mixtos, resultó en la aparición de “elefantes blancos”: obras que, por una u otra razón, terminaron inconclusas o abandonadas. Fue el caso del sincrotrón mexicano, que después de un año de trabajo conceptual, el terreno para su construcción en Morelos nunca fue definido. Matías Moreno afirmó que la parte más costosa del programa es la obra civil, ya que para hacer un plano, se necesita antes un terreno.

En noviembre de 2018, el gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, anunció que iba por el sincrotrón con una inversión inicial de 500 millones de pesos, el terreno y todas las facilidades del estado. El doctor Matías Moreno fue nuevamente invitado a colaborar y, con renovadas esperanzas, volvió a trabajar para el proyecto, esta vez de cuarta generación, con nuevos estudios y varias ideas de cómo optimizar el sincrotrón. Viajó incluso a Europa con el gobernador Fayad para que conocieran estas infraestructuras. Se alcanzó la innovación, y según Moreno, él y sus colegas lograron “con menos dinero, características superiores a los sincrotrones de Grenoble y Suiza”. Pero nuevamente, el plan volvió a frenar en seco. Según el doctor Moreno, mientras que Hidalgo había puesto una vigésima parte del dinero, pretendían que el resto viniera del gobierno federal. Y frente a la llegada del fin de año fiscal, la federación no se había comprometido. Asimismo, el especialista Moreno insiste que nunca fue informado de que el uso del presupuesto estaba condicionado por los recursos federales. Según la información que le dieron sobre el tema, el gobernador Fayad habló con el presidente, quien a su vez lo remitió al Conacyt. Ahí, el Consejo se rehusó a recibir al equipo de investigadores detrás del sincrotrón, y cuando sí lo hizo, la respuesta fue, “todo mundo cree que tiene el mejor proyecto”.

Así es como poco más de 15 años de trabajo volvieron a ser guardados en el cajón. A la espera de la próxima figura política con la autoridad, los recursos y, sobre todo, la vo- luntad de retomarlo.

Un brinco necesario a la innovación

Teniendo en cuenta las numerosas ventajas que un sincrotrón representa para una nación, es un poco sorprendente que México no tenga aún el suyo. Es la única de las 15 economías más desarrolladas que no posee uno propio, además de ser uno de los países más grandes del mundo. Igualmente, la idea de construir una fuente de luz sincrotrón en nuestro territorio se encuentra sobre la mesa desde el 2003, cuando el doctor Matías Moreno la propuso por primera vez.

En 2006, cuando el proyecto comenzaba a concretarse, el especialista Armando Antillón, doctor en física matemática e investigador del Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM, fue uno de los invitados a colaborar. Desde entonces, Antillón ha participado en varias actividades para impulsarlo: talleres, mesas redondas, congresos y visitas a diversos sincrotrones para establecer lazos de cooperación. Incluso ha estado en reuniones con políticos para conseguir mayores apoyos. En tanto, al igual que él, los principales promotores siguen defendiendo este anhelo, e insisten constantemente que esta meta catapultaría el desarrollo tecnológico del país.

Otro promotor es Tomás Viveros García, del departamento de ingeniería de procesos e hidráulica de la Universidad Autónoma Metropolitana. En una entrevista, dijo que la ventaja del sincrotrón es que “puede hacerse ciencia de alto nivel y de punta” y que “posibilitaría el desarrollo de trabajos dirigidos a promover un premio Nobel en México o aplicaciones orientadas a la mejora de materiales y procesos en la industria tecnológica”. Y es que la física de partículas se encuentra muy poco desarrollada en México. Una desventaja riesgosa ante la velocidad del desarrollo de la ciencia de aceleradores. Una vez construido un sincrotrón, tiene una vida útil de 20 a 30 años antes de requerir una actualización. En 2020, el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón (ESRF) en Grenoble, Francia, se convirtió en el primer sincrotrón de alta energía de cuarta generación tras su reconstrucción, denominado desde entonces Extremely Brilliant Source (EBS) o fuente extremadamente brillante.

Concretamente, para que este proyecto se vuelva una realidad, se necesitan al menos ocho años: dos dedicados a la maduración del diseño e ingeniería, y seis de construcción. Pero sobre todo, se requiere el apoyo del Estado para financiarlo, y en este caso ha sido uno de los principales frenos. Según el doctor Antillón, el plan mexicano se encuentra en esta etapa, a la espera de una respuesta positiva del gobierno federal. “Sin una decisión política de alto nivel, creo que es difícil para una entidad pública destinar recursos y apoyar su desarrollo”, dice el investigador mexicano.

«No es un proyecto barato, pero es más caro no tenerlo»

Matías Moreno y Armando Antillón son sólo algunos de los que llevan años empujando este plan para volverlo una realidad.

Una gran parte del esfuerzo ya realizado ha sido definir el presupuesto. En el caso de la etapa más reciente, el cómo usar en un año 500 millones de pesos. “Y eso para alguien que no está acostumbrado a gastar 500 millones de pesos en un programa científico, no es una broma. Y con ésta les hicimos otras 20 propuestas en el camino”, comenta Moreno.

El problema principal del sincrotrón mexicano ha sido cómo las autoridades han gestionado los diferentes tiempos del proyecto. El doctor Antillón señala que el diseño y construcción de una infraestructura de este tipo requiere de un tiempo que puede ser mayor a un mandato estatal o federal, por lo que se debe garantizar la fluidez de los recursos económicos durante su construcción. “De manera similar, es ideal tener un esquema administrativo que permita tener el recurso financiero necesario para su funcionamiento en forma continua”, agrega. Según Matías Moreno, el terreno destinado a la construcción del sincrotrón en Hidalgo sigue ahí, no muy lejos de la ciudad de Pachuca. El proyecto conceptual tenía entre 400 y 430 metros de circunferencia, alrededor de cien metros de diámetro. Según sus cálculos, el costo total sería de entre 10,000 y 15,000 millones de pesos. Divididos en 10 años, serían 1,500 millones de pesos por año. Algo “perfectamente alcanzable” si el gobierno federal lograra comprometerse a largo plazo, opina el investigador.

“No es un proyecto barato, pero es más caro no tenerlo”, concluye Matías Moreno. El doctor Antillón comparte la opinión: “Por los frutos que se obtienen, una fuente de luz de sincrotrón es más una inversión que un gasto”, dice. Ambos coinciden en la necesidad de invertir en el acelerador mexicano siguiendo un esquema de consorcio similar al CERN o el SESAME, la fuente de luz de sincrotrón de Medio Oriente, en Jordania. Se trata de una empresa de cooperación entre científicos y gobiernos de la región. Una organización intergubernamental autónoma al servicio de sus miembros, que tienen pleno control sobre su desarrollo, explotación y asuntos financieros. Algo que no sólo ayudaría a México, sino a todos los países latinoamericanos.

“Se requiere unir esfuerzos de científicos, ingenieros, empresarios y políticos para generar una institución sólida, transparente, pero cuyo funcionamiento no dependa de la administración en curso y que la toma de decisiones sea por organismos de autoridad definidos”, dice el doctor Antillón. Por otra parte, el impulso económico que ha dado el gobierno actual a la ciencia, no ha sido muy prometedor en este tipo de programas. Basta con ver las últimas cifras: el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) definió que en 2023 se destinarían más de cien mil millones de pesos en recursos fiscales para el Programa Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. En el caso del Conacyt, más de 30 mil millones de pesos. Si lo comparamos con el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), el presupuesto de 2023 para ciencia y tecnología sube 0.03 por ciento respecto al año anterior en recursos fiscales. Lo cual lo pone como 0.36 por ciento del PIB, todavía muy por debajo del uno por ciento que en realidad tendría que otorgarse, de acuerdo con la legislación vigente del sector. El artículo 119 de la Ley General de Educación y el artículo 9 bis de la Ley de Ciencia y Tecnología señalan que los tres niveles de gobierno deberán gastar, en su conjunto, el equivalente al uno por ciento del PIB en investigación científica y desarrollo tecnológico.

“Después de casi 20 años de que se concretó la idea de una fuente de luz para México y de 16 años de que empezaron las primeras ideas conceptuales en el primer taller de física de aceleradores, donde participaron expertos internacionales en el campo, es tiempo de que el proyecto llame la atención de la comunidad político-científica del país con capacidad de decisión para otorgar recursos al programa”, concluye Armando Antillón. Matías Moreno tampoco esconde su decepción de cómo el gobierno ha tratado el proyecto, “es muy decepcionante que la gente tenga tan poca resiliencia a la crítica. Y tan poco respeto por el trabajo”.

Fuente: muyinteresante.com.mx

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