Fumihiro Kano, investigador de la Universidad de Kyoto (Japón), llevaba una década estudiando los pensamientos de los grandes simios utilizando un rastreador ocular de infrarrojos para monitorear sus movimientos oculares. “El movimiento de los ojos es un buen indicador de atención, cognición y emoción”, explica. Es decir, nos permite saber mucho de lo que piensa el animal. Con este método, por ejemplo, los investigadores han llegado a la fascinante conclusión de que los grandes primates pueden prever el comportamiento de otros, lo que se conoce como teoría de la mente. Sin embargo, Kano decidió cambiar a los protagonistas de sus estudios para centrarse en otro animal aparentemente más sencillo, pero que también tiene unas cualidades extraordinarias: las palomas mensajeras.
Ahora bien, las palomas no mueven los ojos. En cambio, giran la cabeza para mirar a su alrededor. Por ese motivo, Kano y su colega Dora Bio, bióloga de la Universidad de Oxford (Reino Unido), diseñaron una especie de casco diminuto que lleva incorporado un sensor de movimiento para descubrir cómo el ave mueve la cabeza y hacia dónde enfoca la mirada mientras sobrevuela los campos de Oxfordshire.
La tecnología, dada a conocer en la revista Journal of Experimental Biology, incorpora un rastreador de GPS, un microordenador y una batería en una mochila de la talla de la paloma, a lo que se une un giroscopio y un acelerómetro para rastrear los movimientos de la cabeza montados en una máscara también hecha a medida.
“Construir la máscara era lo más desafiante, pero lo más divertido”, admite Kano, que visitaba con frecuencia una tienda local de artesanía en Oxford para probar diferentes materiales hasta que obtuvo el alambre, fieltro y banda elástica con los que perfeccionó su diseño.
“Lo más importante era diseñar la máscara para que no interfiriera con la respiración del ave mientras volaba”, recuerda. “La mayoría de ellas lo aceptaron bien, pero a algunas no pareció gustarles e inmediatamente se la quitaron, así que continuamos modificando el diseño hasta que estuvieran cómodas”, agrega.
Una vez que las palomas aceptaron el nuevo accesorio, el equipo trasladó las aves 4 km por la carretera y luego las liberó individualmente para que iniciaran los 10 minutos de vuelo de regreso a casa.
Escanear el paisaje
Al descargar los datos, los investigadores pudieron ver cada detalle de las maniobras de la cabeza y la trayectoria de vuelo. Lo primero de lo que se dieron cuenta fue la gran estabilidad de la cabeza de las palomas, que apenas se tambalea. También resultó claro que las palomas estaban mirando activamente de lado a lado, escaneando el paisaje, durante sus vuelos en solitario. “Movían sus cabezas mucho más de lo necesario para la maniobra de vuelo”, describe Kano.
Además, las aves redujeron los movimientos de su cabeza al acercarse a los puntos de referencia, incluida una carretera principal y una línea ferroviaria, lo que indica que, de hecho, “las miraban para orientarse”, afirma el investigador.
Finalmente, los científicos soltaron las aves en parejas para aprender más sobre cómo usan sus ojos cuando se reúnen. En estas circunstancias, las palomas disminuyeron los movimientos de su cabeza, “lo que indica que el compañero de bandada es una señal visual clave a la que necesitan prestar atención”, dicen.
Parece que las palomas observan agudamente su entorno, especialmente cuando vuelan solas. El equipo pretende ahora incorporar una pequeña cámara en el sensor para obtener una verdadera vista de pájaro del mundo, y poder echar un vistazo a las mentes de otras aves.
Fuente: abc.es/ciencia