Error: Pensar que el universo comenzó en un lugar.
Realidad: El Big Bang ocurrió en un lugar… en el tiempo.
A menudo me preguntan: “¿Dónde se produjo el Big Bang?”, como si la expansión del universo hubiese sido una granada, y el sistema solar y nuestra galaxia fuesen simples esquirlas que salieron volando.
El universo no comenzó en un lugar, sino en un momento: hace 13,8 mil millones de años, de acuerdo con los mejores datos cosmológicos. Desde entonces se ha estado expandiendo, no hacia un espacio puesto que por definición el universo ya llena todo el espacio, sino hacia el tiempo que, según sabemos, no tiene fin.
Es cierto que todo lo que podemos ver ahora, incluyendo ese tiempo de 13,8 mil millones de años luz, alguna vez fue del tamaño de una granada que zumbaba con aterradora energía, pero eso ya era parte de un conjunto infinito sin bordes, excepto por un límite hecho de tiempo. Cuando vemos hacia afuera, vemos hacia el pasado; mientras más lejos miremos, más veremos hacia el pasado. En el centro está el presente. Desafortunadamente, no hay una dirección para ver el futuro, salvo nuestros propios corazones y sueños. Todo lo que conocemos es justo el ahora.
Así que, ¿dónde está el centro del universo? Aquí mismo. Sí, eres el centro del universo.
Cuando en 1905, Albert Einstein unió espacio y tiempo en su teoría de la relatividad, nos enseñó que nuestros ojos son máquinas del tiempo. Nada puede ir más rápido que la velocidad de la luz, el límite de velocidad cósmico, así que toda la información llega a nosotros, al presente, desde el pasado.
De esta manera, la relatividad de Einstein nos enseña que el centro del universo está en todas partes y en ninguna. Es el presente, rodeado por capas concéntricas de pasado. Es la historia llegando a ti a 299.792.458 metros por segundo, a la velocidad de la luz, a la velocidad de toda la información. Tus ojos son la cabina de mando de una máquina del tiempo, esferas húmedas y veladas que ven en la única dirección en que podemos hacerlo: hacia atrás.
Todo lo que vemos, sentimos o escuchamos (ahora que se han descubierto las ondas gravitacionales) tardó un tiempo en llegar, así que se presenta ante nuestros sentidos desde el pasado. La luna, suspendida en el horizonte, es una imagen que dejó su superficie con cráteres y viajó a la velocidad de la luz hace un segundo y medio.
El Júpiter que vemos, brillando con un color naranja en el cenit durante las últimas noches, está a 666.268 millones de kilómetros del momento en que se escribo esto, o a 37 minutos de distancia en el pasado. La luz del centro de la Vía Láctea, escondida detrás de las gruesas nubes de estrellas y las líneas de polvo de Sagitario, tarda 26.000 años en llegar aquí. Durante su trayecto, las primeras aldeas primitivas de la era del hielo se transformaron en metrópolis con rascacielos. Tu ser amado, que mueve tus pestañas con su aliento, está un nanosegundo en el pasado.
No es solo poesía. Matemáticamente, en términos de Einstein, toda la información y la historia disponibles en cualquier lugar del universo se conocen como un cono de luz. Todos tenemos uno y el de cada quien es un poco diferente, lo cual significa que el universo de cada uno es ligeramente distinto.
Siempre habrá un fragmento de información que ya llegó a tu ser amado pero todavía no ha llegado a ti. Se trata de una nueva definición de lo que significa estar a solas con tus pensamientos.
Como escribió T.S. Eliot:
Pensamos en la llave, cada quien en su prisión
Pensando en la llave, cada quien confirma una prisión
En consecuencia, cualquier punto en el universo es único. Siempre habrá una parte de él que aún no has visto, y existen partes que has contemplado pero nadie más lo ha hecho. No existe un lugar desde el que puedas afirmar que tu conocimiento es universal. Nos necesitamos unos a otros para superponer nuestro conocimiento. No tenemos que quedarnos en nuestras prisiones. Si trabajamos juntos y compartimos, podemos conocerlo todo.
Fuente: nytimes.com