En el año 1490 un fabricante de tinas de madera, que trabajaba en los alrededores de Idrija (Eslovenia), descubrió por casualidad que algo brillaba en el agua, era mercurio. En aquel enclave se localiza una mina que llegó a ser la segunda más grande en la producción de este mineral a nivel mundial –después de la mina de Almadén, en Ciudad Real-. Los griegos se referían al mercurio con el término “hydragyros”, que significa “agua” y “plata”, y de donde deriva su símbolo químico (Hg).
El mercurio, al que durante mucho tiempo se conoció como azogue, es un elemento químico fascinante. Su interés radica no sólo porque es el único metal que se encuentra en estado líquido a temperatura ambiente sino porque durante siglos los alquimistas creían que era un ingrediente básico para conseguir la piedra filosofal, la sustancia capaz de transformar cualquier metal en oro, curar enfermedades y conceder la inmortalidad.
El sombrerero loco
Desgraciadamente, el mercurio tiene su lado oscuro, ya que puede producir mucha toxicidad en humanos. No en balde muchos alquimistas murieron envenenados por un uso excesivo de este metal. En el siglo XIX los sombrereros utilizaban compuestos derivados del mercurio –nitratos- en el procesado de las pieles que empleaban para fabricar sombreros de fieltro. Además estos artesanos recurrían a ellos para evitar que los sombreros se apolillasen por la acción de microorganismos, un remedio que era muy útil debido a que los compuestos mercuriales son poderosos antisépticos.
Estos fabricantes trabajaban habitualmente en espacios cerrados, en donde inhalaban continuamente los efluvios procedentes del pegamento y absorbían cantidades tóxicas de mercurio, el cual se almacenaba en el cerebro, dañando las neuronas. De hecho, el personaje del Sombrerero loco que aparece en “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll, sufre esta patología (mercurialismo). Una dolencia caracterizada por temblores, cambios de personalidad, irritabilidad, nerviosismo y depresión. Toda esta constelación de síntomas fue la génesis que la gente pensase que “ser sombrerero era una profesión de locos”.
El sombrerero de la obra de Carrol descendía de una familia conocida como el clan de los sombrereros y que desde generaciones se dedicaban a esta profesión, por lo que es muy probable que ya desde pequeño inhalara este elemento químico en el taller de su padre.
Una noche con Venus y una vida con Mercurio
Durante siglos el mercurio fue un remedio muy usado por los médicos, no sólo como antiséptico, para la cura de heridas, sino también para tratar la sífilis. Esta enfermedad fue durante siglos una de las enfermedades más estigmatizantes y no se dispuso del tratamiento correcto, la penicilina, hasta el siglo XX. Los enfermos recibían durante tiempos muy prolongados mercurio. De ahí que se acuñara la expresión “una noche con Venus” –la diosa del amor- y “una vida con Mercurio” –en alusión al dios de la mitología romana-. Los pacientes con sífilis recibían el mercurio en forma de pomada, baños de vapor o píldoras, todos ellos ineficaces y causantes de la terrible intoxicación con el paso del tiempo.
Newton fue una víctima del mercurio
El físico inglés Isaac Newton realizó durante años diferentes experimentos alquímicos con mercurio, intentando encontrar la fórmula de la piedra filosofal. El envenenamiento crónico por este mineral podría explicar sus cambios de conducta que provocó que durante largos periodos de tiempos se aislara y no quisiese comer ni dormir. En el año 1979 un equipo de científicos encontraron en uno de sus cabellos una concentración de mercurio quince veces superior a la normal.
Fuente: abc.es