¿Por qué una canción nos eriza la piel mientras otra nos deja indiferentes? ¿Qué hace que consideremos una pieza musical como “buena”? La respuesta no está solo en el oído, sino en el cerebro. La ciencia ha comenzado a desentrañar cómo evaluamos la calidad de la música, y los hallazgos son tan fascinantes como complejos.
- La música activa todo el cerebro
La música no solo activa el área auditiva. Estudios con resonancia magnética funcional (fMRI) han demostrado que escuchar música estimula múltiples regiones cerebrales:
- Corteza auditiva: analiza ritmo, tono y timbre.
- Corteza prefrontal: participa en el juicio, la toma de decisiones y la anticipación.
- Sistema límbico: vinculado con las emociones.
- Núcleo accumbens: centro de recompensa, que libera dopamina cuando una canción nos gusta.
Esto significa que nuestro juicio musical no es una experiencia pasiva, sino un proceso activo que involucra cognición, emoción y recompensa.
- La dopamina, el “termómetro del placer” musical
Uno de los hallazgos más destacados proviene del neurocientífico Valorie Salimpoor, quien demostró que el cerebro libera dopamina no solo durante los momentos “cumbre” de una canción, sino antes de ellos, anticipando el placer.
Esto explica por qué:
- Disfrutamos canciones con “build-up” emocional.
- Repetimos canciones favoritas hasta el hartazgo.
- Asociamos ciertos pasajes musicales con emociones intensas.
La dopamina actúa como un marcador de calidad subjetiva: cuanto más dopamina se libera, mejor juzgamos una canción.
- La memoria musical y las asociaciones personales
El cerebro también conecta la música con la memoria autobiográfica. Canciones que escuchamos en momentos significativos (adolescencia, primeras experiencias amorosas, duelos, etc.) se almacenan con una carga emocional elevada.
Esto significa que:
- No solo evaluamos la estructura musical, sino también su contexto personal.
- Una canción técnicamente “mala” puede parecernos excelente si está ligada a recuerdos felices.
- El gusto musical está profundamente moldeado por la experiencia individual y la cultura.
- ¿Influye la formación musical en el juicio?
Sí. Investigaciones han demostrado que personas con entrenamiento musical desarrollan una mayor sensibilidad a estructuras complejas y armonías inusuales. Esto se refleja en la actividad de la corteza prefrontal dorsolateral, involucrada en la apreciación estética.
Sin embargo:
- El gusto musical no depende exclusivamente del conocimiento técnico.
- Incluso quienes no tienen formación musical pueden juzgar con precisión la “emotividad” o el “valor estético” de una pieza.
Esto sugiere que el juicio musical es universal, pero modulable.
- ¿Existe una música objetivamente mejor?
La neurociencia sugiere que algunos patrones musicales tienen efectos predecibles sobre el cerebro:
- Escalas consonantes generan sensaciones placenteras.
- Ciertos ritmos activan el sistema motor y el impulso de moverse.
- Las progresiones armónicas pueden inducir tensión y resolución, provocando placer.
Sin embargo, el juicio final está mediatizado por:
- Cultura.
- Edad.
- Contexto social.
- Estado emocional.
Es decir, lo que tu cerebro considera buena música es una mezcla entre naturaleza y crianza.
Fuente: noticiasdelaciencia.com