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Arqueólogos descubren bajo la avenida Chapultepec vestigios de un muelle y un canal navegable de la época prehispánica

Durante las obras de construcción de un túnel en la Ciudad de México, arqueólogos identificaron los restos de un pequeño puerto y un canal artificial, mencionado en el Mapa de Uppsala (ca. 1550) como una vía de agua que conectaba con el lago de Texcoco

Cada tanto, los arqueólogos nos recuerdan a los habitantes de Ciudad de México que vivimos en un lago. Y que, sobre el sedimento del lecho lacustre, hemos instalado casas, edificios y calles, y modificado su dinámica hidráulica con tajos, tubos, bordos y calzadas.

Esta vez, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han encontrado nuevos indicios de esa conexión con el pasado: a dos metros bajo la avenida Chapultepec, una de las principales arterias de la ciudad, descubrieron los vestigios de un muelle y un canal navegable de la época prehispánica, situados en lo que fue la playa de una península al pie del cerro del Chapulín.

Durante la supervisión de las obras para un paso a desnivel, junto al paradero de la estación Chapultepec del Metro, un equipo de especialistas, liderado por la investigadora del INAH María de Lourdes López Camacho, identificó varias secciones de un cauce artificial. En días recientes, también localizaron un pequeño puerto, desde el cual canoas habrían zarpado y arribado rumbo al lago de Texcoco.

Para los despistados, la Ciudad de México se asienta sobre lo que fue la Cuenca de México, una región cerrada rodeada por montañas y volcanes que formaban un vasto sistema lacustre en el centro del Valle de México. Este sistema incluía varios lagos interconectados: Texcoco, Zumpango, Xaltocan, Chalco y Xochimilco. El lago de Texcoco, ubicado en el centro, era el más grande y salado, mientras que los otros eran de agua dulce. En la época prehispánica, este entorno era fundamental para las culturas que lo habitaron, especialmente los mexicas. La cuenca tenía una dinámica hídrica compleja: en temporada de lluvias, los lagos se desbordaban y se unían, creando una gran extensión de agua; durante la sequía, los niveles bajaban. Los mexicas aprovecharon estos ciclos construyendo chinampas (islas artificiales para agricultura), canales y calzadas para comunicarse y mantener su economía.

Flanqueado por una fina capa de arena, el segmento mejor conservado del canal se encuentra bajo el arroyo vehicular de la avenida Chapultepec, a la altura de la calle Lieja y junto al edificio que ocupó la Secretaría de Salud, donde, en 2023, se hallaron vestigios de una unidad habitacional del asentamiento prehispánico que precedió al pueblo de indios de San Miguel Chapultepec.

La experta del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec (MNH), explica que la vivienda del periodo Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.), localizada en el predio de la Secretaría de Salud, está alineada con el canal: «Existía un camino por el que sus habitantes accedían a esta vía principal; en muchas ocasiones, los ‘caminos de agua’ corrían paralelos a los de tierra».

Tenochtitlán, fundada en 1325, fue construida sobre islotes en el lago de Texcoco. Con un ingenioso sistema hidráulico, los mexicas crearon diques como el de Nezahualcóyotl para separar el agua dulce del agua salada, canales para transporte y comercio, y acueductos para llevar agua potable. La ciudad tenía una relación íntima con el agua, que era tanto un medio de vida como un desafío constante.

La directora del proyecto Bosque, Cerro y Castillo de Chapultepec destaca la importancia de este hallazgo, dado que la playa está ubicada en un área profundamente intervenida desde finales del siglo XIX, cuando el pueblo de indios de San Miguel Chapultepec fue desmembrado para dar paso a la edificación de la Secretaría de Salud. Posteriormente, se crearon las colonias aledañas, y el entorno se transformó de manera irreversible en la década de 1960 con la construcción de la estación Chapultepec del Metro.

«Originalmente, aquí pasaba un río que fluía al sur del cerro y desembocaba en un embalse. Esta corriente fue transformada culturalmente: primero, en un canal navegable; a inicios del virreinato, en un caño y, a mediados del siglo XVIII, en el acueducto de Chapultepec, que contaba con 904 arcos y conducía agua desde las ‘albercas de Chapultepec’ hasta la fuente del Salto del Agua».

El canal prehispánico recientemente descubierto aparece en el Mapa de Uppsala (ca. 1550), donde se muestra con una canoa en tránsito. Según la arqueóloga María de Lourdes López Camacho, «debió ser un ‘camino de agua’ principal, pues hemos corroborado que su ancho máximo es de 1.80 metros, un espacio angosto, pero suficiente para el paso de embarcaciones menores».

La jefa de excavación, Liliana Márquez Escoto, informa que la unidad de exploración mayor, donde se observan el fondo del canal y las arenas de la playa, mide 2.50 metros de ancho por 4 de largo. «Este es el espacio que hemos podido investigar, ya que al sur está la tubería de agua del Metro y al norte, el sistema de drenaje».

El control del flujo de agua ha sido un reto para el proyecto, en el que también participan los arqueólogos Paola González Montero y David Chávez Fernández. Márquez Escoto detalla que la hidrología y la pendiente de la zona favorecieron el uso de un sistema de pilotes para consolidar las paredes del canal. Además, el posible muelle, ubicado en la parte intermedia del canal, muestra un apisonado por donde se accedía a él, y 40 pilotes de madera dispuestos transversalmente.

Según los análisis realizados por la doctora Aurora Montúfar López, algunas de las estacas del canal son de abeto u oyamel. Además, las muestras de los maderos del muelle, cuyas alturas oscilan entre los 40 y 137 centímetros, y los espesores, entre 13 y 29 centímetros, serán enviadas a la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico (SLAA) del INAH.

La jefa de excavación dice que en el centro de la exploración se observó una concentración de restos botánicos típicos de depósitos lacustres: semillas, maderas, gasterópodos y raicillas. Algunas de las muestras recuperadas revelan que la dieta de los habitantes del asentamiento prehispánico incluía quelites, calabaza y jitomate.

La constante ocupación del espacio también se refleja en los materiales restaurados en el Departamento de Restauración del MNH. La restauradora Norma García Huerta, encargada del proyecto de salvamento arqueológico, recupera las formas y reintegra los colores de la cerámica hallada, que incluye fragmentos de piezas rituales como sahumadores, braceros y vasijas con símbolos solares y representaciones de personajes, que probablemente fueron ofrendadas a este cuerpo de agua durante el periodo Posclásico Tardío.

Con la llegada de los españoles, el sistema lacustre comenzó a ser alterado. Las inundaciones recurrentes llevaron a que, desde el siglo XVII, se construyeran desagües y canales para drenar los lagos. A lo largo de los siglos, el lago desapareció casi por completo debido a la urbanización y la sobreexplotación de los mantos acuíferos. Hoy, lo que queda del lago de Texcoco son áreas reducidas como el Parque Ecológico del Lago de Texcoco.

A pesar de su desaparición, la herencia lacustre sigue presente: la Ciudad de México enfrenta hundimientos por el suelo lacustre, problemas de agua, y hallazgos arqueológicos como muelles, canales y restos de chinampas que nos recuerdan que esta metrópoli moderna nació de un lago.

Fuente: lasillarota.com

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