Veto de Trump hubiera aniquilado la industria tecnológica actual: gran parte de sus ‘capos’ son inmigrantes

La decisión del presidente Donald Trump de prohibir la entrada a Estados Unidos a inmigrantes de siete países de mayoría musulmana (Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen) y a refugiados de todo el mundo mantiene en vilo a la nación desde hace una semana. Un juez federal la ha suspendido temporalmente y, de momento, las apelaciones del Gobierno se han considerado insuficientes para justificar la polémica medida, que se estima llevaba a la cancelación de los visados de unas 60.000 personas que pensaban viajar al país de las barras y estrellas.

A la espera de lo que finalmente vaya a suceder con una orden ejecutiva que muchos consideran abiertamente inconstitucional, uno de los sectores más preocupados y molestos con la decisión es el tecnológico. Los cimientos de Silicon Valley se levantan sobre la base del talento extranjero, con inmigrantes en puestos claves de un sinfín de las principales compañías.

Hay un grafiti del famoso Banksy que ilustra a la perfección la controversia. Si bien para muchos norteamericanos la llegada de refugiados sirios es un problema sin rostro (Trump ha justificado su supresión alegando la defensa del país contra el terrorismo), lo cierto es que hay una cara por todos conocida que, como plasmó el artista callejero, se hubiera visto afectada en su momento por una restricción como esa: el mítico Steve Jobs, fundador de Apple y una de las más icónicas figuras de la innovación en Estados Unidos.

Con su famosa indumentaria compuesta de vaqueros y un negro jersey de cuello alto, un petate al hombre y un Mac de los antiguos colgando de su brazo, el genio visionario que también fue clave en el éxito de Pixar aparece reflejado en las paredes del campo de refugiados de Calais como lo que fue: el hijo de un inmigrante sirio que llegó a Norteamérica después de la Segunda Guerra Mundial.

Porque sí, aunque fue criado por una familia adoptiva, Jobs era hijo de inmigrante. Y no es el único, ni mucho menos. Por ejemplo, también lo fue Serguéi Brin, cofundador de Google, nacido en la antigua Unión Soviética. Su familia judía tuvo que marcharse a los Estados Unidos en 1979 huyendo del antisemitismo y él, a día de hoy, se sigue considerando un refugiado. De hecho, tomó parte en las protestas contra la medida del presidente Trump que se organizaron en el aeropuerto de San Francisco.

Más: el actual CEO de Google, Sundar Pichai, también es inmigrante. “Estamos disgustados por el impacto de esta orden”, escribió en un correo electrónico a sus empleados tras conocerse la noticia. Nacido en India, el hombre que lleva la batuta en el gigante de internet ha recordado que “en Silicon Valley no importa ser un inmigrante. Las ideas son lo que importa. Somos capaces de desarrollar productos para todo el mundo porque atraemos talento de todo el mundo. La inmigración es una fortaleza para esta industria y para el país -es una de las características que nos definen”, decía.

Pero no sólo los líderes de las empresas más valiosas del mundo proceden de allende los mares. La estrella mediática del momento, y quizá el hombre más innovador que hay ahora mismo en Silicon Valley, Elon Musk, nació en Sudáfrica: el emprendedor en serie que está detrás de compañías como PayPal, Tesla, SpaceX, Solar City o el proyecto Hyperloop también llegó a los Estados Unidos como inmigrante.

Más ejemplos: aunque ahora no pase por su mejor momento, Yahoo fue una de las compañías pioneras de la Red y una de las grandes supervivientes de la burbuja ‘puntocom’. Tal gigante jamás hubiera abierto los ojos de no ser por Jerry Yang, de origen taiwanés.

Incluso Microsoft, que fue fundada y dirigida por estadounidenses durante muchos años, tiene ahora al frente a un inmigrante: Satya Nadella, actual CEO de la firma que creó Bill Gates, nació y se crió en la India. “Es la visionaria política de inmigración de este país la que me permitió venir aquí y me dio esta oportunidad”, dijo Nadella en un encuentro con los empleados de la multinacional. “Siempre pienso en ello. Y siempre defenderé esos Estados Unidos que conozco y que he experimentado”.

Andy Grove, uno de los tres fundadores de Intel, la empresa cuyos chips están en buena parte de los ordenadores actuales, también llegó de fuera. El pionero de Silicon Valley, uno de los mentores de Steve Jobs, nació en una familia húngara que tuvo que dejar su país a causa de la represión comunista. “A los veinte años ya había vivido bajo la dictadura fascista húngara, la ocupación militar alemana, la ‘solución final’ de los nazis, el asedio de Budapest por parte del Ejército Rojo, un período de caótica democracia en los años inmediatamente posteriores a la guerra, una variedad de regímenes comunistas represivos y un levantamiento popular que fue sofocado a punta de pistola”, escribió en cierta ocasión. “Unos doscientos mil húngaros huyeron al oeste. Yo era uno de ellos”.

La lista es casi interminable. Pierre Omidyar, cofundador de eBay, es de origen franco-iraní. Arash Ferdowsi, cofundador y director de tecnología de Dropbox, también tiene raíces iraníes, igual que Bob Miner (cofundador de Oracle), o Sean Rad (fundador de Tinder), o Sam Yagan (CEO del grupo Match). Las webs y aplicaciones de citas serían muy distintas sin ellos.

Tampoco tendríamos WhatsApp sin inmigrantes: Jan Koum, padre del popular servicio de mensajería instantánea, nació en Kiev en tiempos de la Unión Soviética. Se mudó con su madre y su abuela a los Estados Unidos en 1992. Con solo 16 años, trabajó limpiando en una tienda de alimentación antes de meterse en la informática.

Y estos sólo son ejemplos de emprendedores de éxito que nacieron fuera de los Estados Unidos. Si buscamos en puestos clave de las principales compañías, la cuenta se hace imposible de llevar. Sir Jony Ive, el hombre al que debemos el diseño de los iPhones y todos los cachivaches de Apple, nació en Reino Unido. Hugo Barra, actual jefe de realidad virtual de Facebook y antiguo diseñador de Android, lo hizo en Brasil. Ali Rowghani, que fue segundo de a bordo de Twitter, es de Irán. Y miles de extranjeros han trabajado y trabajan cada día para hacer de Silicon Valley lo que es: la cuna de la innovación y el mayor imán de talento del mundo.

El afán de Trump contradice la filosofía que ha hecho de los Estados Unidos la mayor potencia económica y tecnológica. Si los mejores ingenieros del mundo no pueden ir allí, montarán sus proyectos o dejarán su contribución en otra parte.

Fuente: tecnoxplora.com