Preocupantes implicaciones climáticas de fósiles oceánicos hallados en las Montañas Transantárticas

Unos diminutos fósiles marinos distribuidos muy ampliamente sobre superficies rocosas en las Montañas Transantárticas apuntan a la posibilidad de una elevación sustancial de los niveles del mar si el calentamiento global prosigue sin que se le refrene, según las conclusiones a las que se ha llegado en un nuevo estudio.

Este, liderado por el geólogo Reed Scherer, de la Universidad del Norte de Illinois en Estados Unidos, indica que la masiva Capa de Hielo del Este de la Antártida tiene un historial de inestabilidad que se ha manifestado durante períodos cálidos antiguos y que dicha capa podría ser propensa a experimentar un notable retroceso y desprendimiento de bloques como consecuencia de la acción del calentamiento global. La Capa de Hielo del Este de la Antártida es la mayor placa de hielo del mundo y la que tiene una mayor importancia en el escenario de una potencial elevación de los niveles del mar.

Las evidencias obtenidas en la nueva investigación provienen de unos fósiles de seres oceánicos microscópicos, llamados diatomeas.

Durante décadas, la comunidad científica ha vivido un acalorado debate sobre cómo las diatomeas acabaron incorporadas en el “Grupo Sirio”, una serie de rocas sedimentarias glaciales que han quedado expuestas al aire a lo largo de las Montañas Transantárticas.

Un sector de la comunidad científica ha venido afirmando que las diatomeas se acumularon en una cuenca marina después del retroceso de la capa de hielo y que luego, tras un descenso notable de las temperaturas que reactivó la proliferación de hielo, fueron trasladados hasta las montañas por los glaciares en crecimiento. Esta interpretación sugiere un retroceso espectacular de la capa de hielo hace entre 3 y 4,5 millones de años, durante los períodos cálidos del Plioceno.

Pero otro sector de la comunidad científica ha venido sosteniendo que la capa de hielo ha permanecido estable durante al menos los últimos 5 millones de años, y que las diatomeas fueron transportadas por el viento y depositadas sobre sedimentos más antiguos.

El nuevo estudio sugiere que ambos sectores tienen parcialmente razón y también parcialmente se equivocan.

 Usando sofisticados modelos climáticos y de la capa de hielo, Scherer y sus colegas han encontrado que esta última experimentó una serie de retrocesos y avances sucesivos durante los períodos cálidos del Plioceno, pero que los retrocesos no fueron tan grandes como habían sugerido previamente algunos científicos.

 Estos retrocesos sí fueron lo bastante notables para dejar al descubierto bahías en las cuencas subglaciales de Aurora y Wilkes, estableciéndose unas condiciones propicias para la producción de cantidades copiosas de diatomeas. 

Sin embargo, el retroceso redujo el peso del hielo, permitiendo que tierra previamente sumergida y llena de diatomeas se elevara por encima del nivel del mar a lo largo de los siguientes milenios.

Los vientos ciclónicos pusieron después en el aire penachos de diatomeas, que el viento acabó depositando a lo largo de las Montañas Transantárticas.

 El casquete polar antártico contiene la mayor parte del agua dulce del mundo. Un deshielo sustancial, asociado a un retroceso también notable de esta capa de hielo en el futuro, provocaría un aumento significativo del nivel del mar, con devastadoras consecuencias para muchas regiones costeras en todo el mundo.

 Durante ciertas etapas muy cálidas del Plioceno, el nivel del mar pudo haber sido hasta 23 metros (75 pies) más alto que el actual.

 El aumento del dióxido de carbono atmosférico procedente de la quema de combustibles fósiles ha alcanzado ahora una concentración que es de 400 partes por millón, tan alta como la de las etapas más cálidas del Plioceno.

Fuente: noticiasdelaciencia.com