El orfanato en Australia que recibe a canguros bebé huérfanos

Hace algunas semanas, Deb Williams vio otro canguro muerto que yacía a mitad de la autopista Stuart, un camino recto de casi 3200 kilómetros que va de norte a sur a través del centro de Australia.

Así que hizo lo que hace normalmente: bajó la velocidad de su auto y se detuvo para arrastrar al animal sin vida fuera del camino. Como enfermera, Williams, de 50 años, ha visto de primera mano los efectos que tiene el impacto contra un canguro. Por el olor y el estado del cuerpo, calculó que había estado allí por algunos días, completamente sin vida. O eso fue lo que pensó.

“Cuando vi al canguro, me percaté de un movimiento y pensé: ‘No puede ser, no puede haber una cría ahí”’, recordó Williams, refiriéndose a un canguro bebé. Una vez que sacó el cuerpo del camino, se asomó a la bolsa y encontró al bebé, cubierto de sangre de su madre, pero prácticamente ileso y muy vivo.

Williams ha encontrado cerca de 20 crías de canguro vivas en los alrededores de la autopista Stuart durante los últimos cinco años. En 2016, se calculó que había cerca de 50 millones de canguros saltando por los estados de Australia meridional, Queensland, Australia occidental y Victoria. Según informes de la compañía aseguradora AAMI, representan el 82 por ciento de los accidentes automovilísticos que involucran animales, los cuales se registran más durante el invierno austral, en el hemisferio sur.

Las hembras pueden llevar dos canguritos de distintas edades al mismo tiempo, según el veterinario Ian Gunn, especialista en canguros. Los canguros comienzan a salir de la bolsa, o marsupio, más o menos a los seis meses de edad.

Así que decidí salir en busca de canguros bebé en las carreteras. Aunque se pueden hacer revisiones de bolsas marsupiales dondequiera que se encuentren canguros, me guie por la experiencia de Williams. Así que tomé la autopista Stuart desde la ciudad sureña de Adelaida.

Centré mi misión en Coober Pedy, un pueblo con minas de ópalo. El tono rojizo del suelo en los alrededores hacía que el pueblo de 1500 habitantes pareciera más un lugar en Marte que en la Tierra.

Coober Pedy también es el lugar donde se encuentra la Josephine’s Gallery and Kangaroo Orphanage, un orfanato administrado por una pareja que recibe aproximadamente cien canguros al año; la gran mayoría de ellos, sobrevivientes de accidentes en la carretera.

Lo más probable es que los canguros bebé rescatados de la sección suraustraliana de la autopista Stuart lleguen aquí.

Cuando visité el lugar durante un domingo, Josephine Brennan-Kuss y su esposo, Terry, tenían seis crías a su cuidado; todas colgaban bajo la televisión en bolsas hechas a mano que lucían como calcetas de Navidad.

“Básicamente, es un compromiso de 24 horas al día y siete días a la semana”, dijo Terry Brennan-Kuss, de 68 años, acerca de su trabajo como voluntarios y de sus esfuerzos financiados mediante donaciones para salvar a los canguros huérfanos. Alimentan a cada animal rescatado con botella, cada dos o tres horas, y utilizan una fórmula láctea diseñada especialmente para canguros, pues son intolerantes a la lactosa.

Él se encarga del turno diurno y su esposa se mantiene despierta durante la noche para alimentar y lavar docenas de toallas que sirven para revestir las bolsitas. La hora de la comida es caótica. Pequeños bebés canguro, que todavía son saltarines torpes, se escabullen por el suelo de la cocina; como Harvey, el canguro que Williams encontró hace poco y llevó a Josephine’s.

La señora Brennan-Kuss cuenta que recibieron por primera vez a un bebé canguro hace 15 años y que abrieron el orfanato de manera oficial en 2008.

El orfanato se ha convertido en una parada esencial para muchos autobuses de turistas. En la temporada alta, cerca de cien turistas llegan cada día para admirar el arte indígena en la tienda antes de dirigirse al patio para observar cómo el señor Brennan-Kuss alimenta a un canguro. Los otros canguros bebé se quedan alejados de los visitantes en la casa junto a la galería.

Antes de dejar el orfanato, los turistas reciben una guía para revisar bolsas marsupiales. Les aconsejan llevar a las crías al veterinario más cercano o al orfanato. Rescatar canguros no es para los que se asquean fácilmente. Quizá sea necesario cortar la bolsa para abrirla y cercenar el pezón si el canguro aún está pegado a él.

La guía también les recuerda estar pendiente del paso de los autos y los trenes carreteros (semitráileres con tres o cuatro contenedores y más de 70 ruedas) que constantemente pasan por la autopista, por si hay algún canguro en el camino.

“Los evito si puedo”, dijo Mark Kutzer, de 50 años, un chofer de camión que trabaja normalmente en la autopista Stuart, al referirse a los marsupiales, vivos o muertos.

Dijo que ha atropellado a cuatro canguros durante sus 30 años de carrera; sin embargo, agregó que otros choferes le han dicho que han atropellado hasta dos o tres al año. “Si veo canguros, toco la bocina y normalmente se asustan”, dijo Kurtzer.

En mi misión personal de rescate, recorrí la autopista durante algunas horas cada día, regularmente justo después del atardecer; los canguros son más activos durante la puesta y la salida del sol. Un día, conduje durante cuatro horas hacia el norte y de regreso. Solo vi un canguro muerto.

Debí haberlo quitado de la autopista, pero en realidad se trataba ya solo de un par de orejas y algunos otros pedazos, y no tuve el valor para acercarme. Cuando pasé de regreso por el lugar donde estaban los restos algunas horas más tarde, parecía que algún conductor con estómago de acero ya había hecho el trabajo.

Durante el viaje de regreso a Adelaida, divisé un canguro muerto más o menos a 240 kilómetros al sur de Coober Pedy. Yacía completo a mitad de la autopista, más o menos una hora después del atardecer.

Cuando lo jalé de la cola para sacarlo del camino, todavía estaba tibio. El canguro era hembra y su bolsa estaba abultada y llena. Dentro había una cría en posición fetal. Pero no se movía. Le jalé la pata. Nada.

Después de darle un firme jalón, el pequeño canguro sin pelo, de más de 30 centímetros y que pesaba más o menos medio kilo, se deslizó. Su cabeza daba vueltas y supuse que tenía el cuello roto.

Fue triste y un poco raro encontrarme sosteniendo el cuerpo muerto de un canguro bebé a un lado de una autopista vacía. Me quedé quieta por unos segundos sin saber qué hacer. Cavar una tumba a un costado del camino parecía excesivo. En un último intento por darle un poco de dignidad, puse al cangurito en el suelo y lo cubrí con el cuerpo de su madre, a sabiendas de que los cuervos y las águilas audaces llegarían pronto.

No encontré ningún canguro vivo, pero me gusta pensar que hice algo bueno al sacar del camino a un puñado de canguros muertos. Como me dijo el señor Brennan-Kuss, tomarse la molestia “podría salvar un bebé canguro e incluso salvar una vida humana”.

Fuente: NYT