No, los perros no son capaces de oler el miedo. Si te atacan es por otra razón

De todos los mitos en torno a los perros, uno de los más arraigados es la creencia que nuestros mejores amigos caninos son capaces de oler cuándo una persona tiene miedo, y eso puede motivarles a atacar. La realidad es que no hay estudios científicos que avalen esa teoría.

Es cierto que los perros tienen un sentido del olfato prodigioso, pero la idea de que es mucho mejor que el de los seres humanos es otro mito iniciado por el anatomista francés Paul Pierre Broca, y perpetuado por la iglesia en una época en la que buscaba cualquier resquicio científico para diferenciar a los seres humanos de los animales y así rebatir las tesis de Darwin.

El sentido del olfato de los humanos es mucho mejor de lo que se cree pese a que nuestra pituitaria sea más pequeñas. El olfato de los perros es excepcionalmente bueno para determinadas sustancias como las feromonas animales, especialmente las de otros perros. Asimismo, pueden ser entrenados para detectar determinados materiales, como drogas o explosivos. El problema es que no se ha aislado ninguna sustancia concreta relacionada con el miedo en seres humanos.

La doctora Katherine Albro Houpt, del Colegio de Veterinaria en la Universidad de Cornell, explica que quizá se podría aislar un conjunto de sustancias en el sudor y la orina de personas asustadas y usarla para entrenar a un perro para que la reconozca, pero ese experimento nunca se ha realizado. A día de hoy, no hay pruebas de que la nariz de los perros sea capaz de detectar el miedo en seres humanos.

¿Por qué se dice entonces que los perros huelen el miedo? Houpt y otros expertos como Jim Johnston, especialista en análisis del conducta canina durante 40 años, explican que los perros pueden no oler el miedo, pero son especialmente buenos en interpretar las señales visuales que un ser humano muestra cuando tiene miedo. En otras palabras, es lo que ven, no lo que huelen.

Los indicios del miedo

Cuando una persona tiene miedo, su pulso y su respiración se aceleran, sus músculos se tensan y su lenguaje corporal se hace involuntariamente más brusco y rápido. Está probado, por ejemplo, que hay más posibilidades de que un perro ataque si la persona huye de él, y la razón no es el miedo, sino puro instinto depredador de agresión a un animal que huye.

Houpt también añade que forzarnos a establecer contacto con un perro cuando no estamos seguros de si es agresivo no es la mejor de las ideas. Establecer contacto visual prolongado con un perro territorial y seguro de sí mismo puede hacer que se torne más agresivo.

Si nos topamos con un perro y pensamos que puede ser una amenaza, Houpt recomienda no huir del animal ni darle la espalda. Por el contrario, es mejor permanecer inmóvil con los brazos relajados, retirándose con tranquilidad y evitando mirarle fijamente, como si le ignoráramos. Lo que en ningún caso debemos temer es que el perro sea capaz de oler nuestro sudor y atacar gracias a un sentido magico del olfato.

Fuente: New York Times