Los mundos más acuáticos, ¿son los mejores para buscar vida?

Steve Desch puede ver el futuro de la investigación de los exoplanetas y no es bonito. Imagínese, dice, que los astrónomos usan el venidero Telescopio Espacial James Webb para escudriñar la atmósfera de un mundo que tenga unas masa como la de la Tierra en busca de señales de vida. Imagínese entonces que persiguen indicios de oxígeno durante años, antes de caer en la cuenta de que son falsos positivos producidos por la actividad geológica en vez de por seres vivos.

Desch, astrofísico de la Universidad del Estado de Arizlona en Tempe, y otros cazadores de exoplanetas se reunieron entre el 13 y el 17 de noviembre en Laramie, Wyoming, para concebir mejores formas de seguir la huella de la vida más allá de la Tierra. Muchos empiezan a sostener que la definición estándar de habitabilidad (que haya agua líquida en la superficie de un planeta) no es el factor que debería guiar la exploración de los exoplanetas. Más bien, dicen, la disciplina debería centrarse en las posibilidades de detectar vida extraterrestre, si es que existe.

“Los planetas pueden ser habitables y no tener vida con impacto alguno”, les dijo Desch a los investigadores en la reunión.

Resulta que los mundos acuáticos podrían ser algunos de los peores mundos pora buscar seres vivos. Un estudio presentado en la reunión muestra que un planeta cubierto por océanos podría carecer de fósforo, nutriente sin el cual la vida terrestre no puede medrar. Otro trabajo llegaba a la conclusión de que un planeta anegado por un agua aún más profunda podría estar geológicamente muerto, carente de cualquiera de los procesos planetarios que nutren la vida en la Tierra.

“La habitabilidad no consiste solo en dar con la huella de una forma de vida alienígena que pega una buena bocanada de aire”, dice Elizabeth Tasker, astrónoma e investigadora de los exoplanetas del Instituto de Ciencias del Espacio y Aeronáuticas de la Agencia para la Exploración Espacial Japonesa, en Sagamihara. Tiene que ver también con una interconexión de la geología y la química del planeta que cree un entorno favorable o inhóspito, dice, lo cual complica la busca de vida extraterrestre.

Mar y montaña

Se han catalogado miles de exoplanetas, de los cuales más de una docena son potencialmente habitables. El más reciente, anunciado el 15 de noviembre, es Ross 128b, que está a 3,4 pársecs (11 años luz de lanTierra). Se parece al blanco con el que los científicos llevaban años años esperando atinar: un planeta del tamaño de la Tierra que gira alrededor de una estrella cercana, seguramente a la distancia de esta adecuada para que haya agua líquida.

Muchos de esos planetas tienen algunas características que les impiden ser verdaderos gemelos de la Tierra. Ross 128b orbita alrededor de una estrella enana fría en vez de alrededor de una parecida al Sol, por ejemplo. Pero Tasker dice que las medidas habituales que se usan para clasificar un mundo según su habitabilidad, como la localización relativa a su estrella o cuánto se parece a la Tierra, van mal encaminadas.

Para establecer cómo se podría repartir el valioso tiempo de observación, algunos científicos sugieren que se escojan planetas de los que se crea que, como la Tierra, tienen una mezcla de océanos y tierra. La razón es que los mundos que no tengan sino agua en su superficie quizá no posean los nutrientes clave disponibles en formas que sirvan para mantener la vida, si es que se basa en la misma química que en la Tierra.

En la Tierra, la lluvia que cae sobre las rocas lava el fósforo y otros nutrientes y los arrastra hasta los océanos. This Pero si no hay tierra expuesta, no habrá forma de que el fósforo enriquezca el agua en un planeta acuoso a lo largo del tiempo, según explicó Fischer en el encuentro de Laramie. No habría organismos marinos, como el plancton, que acumulasen oxígeno en la atmósfera del planeta, dice: un mundo así sería un lugar horrible para buscar vida.

Cubierta húmeda

Los planetas más húmedos correrían otra suerte de dificultad, según Cayman Unterborn, geólogo de la Universidad del Estado de Arizona que analizó los amplios efectos en el planeta de tener tanta agua como cincuenta océanos terrestres. El mero peso de todo ese líquido ejercería tanta presión sobre el fondo marino que el interior del planeta no se fundiría en absoluto, según ha calculado Unterborn.

Los planetas necesitan al menos un poco de fusión interior para sustentar la actividad geológica, la tectónica de placas por ejemplo, y ofrecer el entorno geoquímico correcto para la vida . En este caso, dice Unterborn, “demasiada agua es demasiado de algo bueno”.

Es fácil hacer mundos ricos en agua. Es probable que muchos planetas se formasen lejos de su estrella madre, explica Tasker, a temperaturas gélidas, donde podrían haberse formado mediante la coalescencia de fragmentos de roca y mucho hielo. Si un planeta así migra después hacia lugares más cercanos a la estrella, el hielo se derretirá y cubrirá la superficie con vastos océanos. Se cree que algunos de los siete pequeños planetas que giran alrededor de la estrella TRAPPIST-1, que está a 12,6 pársec de la Tierra (41 años luz), tienen cantidades considerables de agua en la superficie.
En vez de estudiar instintivamente esos mundos de agua, dice Tasker, los astronomos tendrían que pensar más hondamente en cómo han evolucionado los planetas con el tiempo. “Tenemos que fijarnos con todo cuidado en qué planetas debemos escoger”, dice.

Esá previsto que el Telescopio Espacial James Webb salga al espacio en 2019. Una vez allí, pasará buena parte de su tiempo investigando planetas que en principio se parezcan a la Tierra. Se ha empezado ya a analizar cómo se le aparecerían al telescopio el oxígeno, el metano y otros gases que puedan ser “biohuellas” presentes en la atmósfera de los exoplanetas.

Hacia el final de la reunión de Laramie, los asistentes votaron acerca de si los científicos encontrarían indicios de vida en un exoplaneta hacia 2040. No eran optimistas: 47 dijeron que no, y 29, que sí. Pero un porcentaje mayor apostaba a que la vida se encontraría en otro mundo en las décadas de 2050 o 2060.

Es, cabe suponer, tiempo suficiente para zanjar el debate sobre qué mundos son los mejores donde buscar.

Fuente: investigacionyciencia.es