Investigadores descubren que dos gramíneas europeas “han invadido” la Antártida

Investigadores del Museo Nacional de Ciencias naturales (MNCN-CSIC) y de la Universidad Rey Juan Carlos han descubierto la presencia de dos especies de gramíneas europeas en la Península Antártica, un área del planeta muy lejos de su rango climático conocido.

Publicado en la revista ‘Global Change Biology’, el trabajo advierte del riesgo de estas especies invasoras para el equilibrio de los ecosistemas antárticos. De hecho, en el continente apenas hay dos plantas vasculares nativas, el pasto y el clavel antártico. Es un mundo dominado por líquenes y musgos debido a sus duras condiciones ambientales y aislamiento geográfico.

En concreto, los investigadores han identificado la presencia de Poa annua y Poa pratensis, dos gramíneas muy conocidas por su empleo en campos de golf y de fútbol.

Ambas tienen una gran versatilidad climática, aunque los resultados del estudio sugieren que su capacidad de adaptación es “mucho mayor de lo que cabría esperar”.

Las gramíneas europeas presentan una larga historia de convivencia con la actividad humana y posiblemente están preadaptadas para beneficiarse de las alteraciones antrópicas, así como para dispersarse con la ayuda del ser humano. Por ello, los pastos propios de montañas alpinas como estas dos especies pueden ser uno de los más agresivos colonizadores de nuevos ambientes fríos como la Antártida, un área del planeta relativamente vírgen, que hasta hace poco eran de difícil acceso.

Luis R. Pertierra, autor principal del estudio e investigador en el MNCN, apunta que “la Poa annua es considerada quizás la especie vegetal más invasiva del planeta”.

“Desde la Antártida hasta los jardines del desierto australiano, allá donde va el hombre, Poa annua le sigue y la podemos encontrar fácilmente creciendo incluso entre las grietas de las aceras de Madrid”, afirma.

Además, las predicciones de cambio climático indican que el ecosistema antártico será cada vez más vulnerable a nuevas invasiones que lo transformen, lo que alteraría los delicados equilibrios fruto de millones de años de aislamiento.

Miguel Ángel Olalla-Tarraga, investigador de la Universidad Rey Juan Carlos, explica que la expansión hacia la Antártida puede deberse a que estas especies se habrían adaptado poco a poco a nuevas condiciones, aunque “otra posibilidad es que simplemente este potencial ya era inherente a ellas y no se conocía”.

Fuente: eleconomista.es