Cazadores furtivos matan a Satao II, el elefante emblemático de Kenia

“Satao 2 ha muerto”. Como si de un personaje ilustre se tratase, Africa Geografic, un blog especializado en naturaleza salvaje, difunde y condena la muerte de uno de los elefantes más emblemáticos de Kenia. La particularidad de Satao 2, de unos 50 años de edad, es que se trata de un elefante perteneciente a una raza poco común denominada ‘tusker’, que reciben este nombre cuando el tamaño de sus colmillos supera los 45.45 kilogramos por pieza. En el caso de Satao 2, su peso era de 51 y 50.5 kilogramos y habitaba en el Área de Conservación de Tsavo, situada entre Nairobi y Mombasa, las dos ciudades más importantes de Kenia.

Hace tres años, Satao, otro elefante de la misma especie corría la misma suerte y se convertía en el primer ‘tusker’ célebre tras su asesinato. Se calcula que tenía entre 45 y 46 años a su muerte, y había conseguido sobrevivir a las masacres de elefantes que se acentuaron durante la década de los ochenta. Las estimaciones alegan que a principios de 1970 el número de elefantes en Tsavo alcanzaba los 45 mil, mientras que en 1989 descendió hasta los 6 mil. El último censo aéreo llevado a cabo en 2014 mostró cómo la población de elefantes poco a poco se iba incrementando hasta llegar a los 11 mil elefantes actuales. 

Según los trabajadores del Área de Conservación de Tsavo, únicamente quedan 6 ejemplares de estas características en el parque, lo que complica cada vez más las posibilidades de repoblación, teniendo en consideración que el embarazo de un elefante es de cerca de 22 meses. “Se trata de un golpe devastador para la conservación de elefantes y para los genes de supercolmillos”, dicen desde Africa Geografic. En todo el continente se calcula que hay entre 25 y 30 ‘tusker’ y otros 15 que podrían transformarse en lo que en su día fueron Satao y Satao 2. 

El negocio del comercio ilegal 

La caza furtiva, lejos de desaparecer, está muy presente en cada uno de los parques naturales que se encuentran en el continente africano. Elefantes, rinocerontes, felinos y otras especies menos majestuosas que no están incluidas dentro de los big five -grupo que engloba a las especies de leones, elefantes, búfalos, leopardos y rinocerontes, y que recibe este nombre por tratarse de las cinco especies salvajes más complicadas de dar caza a pie-, son piezas codiciadas por las mafias, generalmente asiáticas, que buscan su lucro a través del comercio clandestino de los cuernos de los animales, sus colmillos o de sus pieles. 

Kenia ha demostrado en más de una ocasión su rechazo a los cazadores furtivos realizando quemas de toneladas de marfil incautadas, así como armas de fuego. El año pasado se llevó a cabo una fogata el 30 de abril en la que 105 toneladas de marfil ardieron como mensaje hacia las mafias. Nunca antes se había quemado tal cantidad de ‘oro blanco’, como se conoce al marfil, y que cada año mueve a lo largo del continente más de cientos de millones de euros. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), más de 20 mil elefantes africanos son sacrificados por su marfil cada año.

Con las poblaciones de los big five tambaleándose, los rangers de los parques están obligados a hacer un seguimiento de los animales que les permita controlar su posición y defenderos ante posibles cazadores, aunque no siempre llegan a tiempo, como en el caso de Satao 2. El cuerpo sin vida del animal fue encontrado durante el fin de semana antes de que los cazadores pudieran extraer sus colmillos. Según la información de Africa Geografic, se cree que murió por una flecha envenenada y dos personas han sido detenidas en relación con su muerte, a quienes se les han incautado varias armas. 

A base de control, los agentes de los parques y reservas consiguen localizar de vez en cuando a algunos animales cuya majestuosidad destaca por encima del resto. Es precisamente esta majestuosidad la que juega en contra del animal y supone su propia sentencia de muerte, como ya ocurrió en el pasado con otros animales célebres como el León Cecil, cazado en el Parque Nacional Hwangwe, en Zimbabue a quienes muchos consideraban uno de los ejemplares más imponentes y queridos del parque.

Fuente: elmundo.es