La importancia de la hidratación para mantener un corazón sano

Dr. Arturo Torres y Gutiérrez Rubio

Especialista en Medicina Interna y Profesor, Diplomado en Farmacología Clínica

Departamento de Farmacología, Facultad de Medicina, UNAM

Cuando se habla de “hidratación” y es un tema muy cotidiano, se tiende de hecho a comentar más sobre deshidratación, lo que resulta curioso de varias maneras.

Muchas veces los pacientes nos preguntan cómo saber si están bien hidratados o no. La respuesta es fácil, consiste en observar la primera orina de la mañana. Normalmente, esta debe ser abundante y clara, prácticamente transparente. Sin embargo, en muchos casos, por no decir la mayoría, sucede lo contrario, la pipí se observa escasa, amarilla de tonalidad oscura e incluso con un olor penetrante. Si esto último es el caso, la persona está deshidratada.

Es importante lo anterior, pues en general tendemos a sobrevalorar nuestra ingestión de líquidos. La recomendación de ingestión diaria de líquidos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” para adultos sanos es de 3 litros (L) para las mujeres y de 3.750 L en el caso de los hombres. Hay que resaltar que para alcanzar estas cantidades cuenta todo: agua, te, café, leche, jugo, refresco y cualquier otro líquido, así como sopas, alimentos caldosos y fruta.

Es importante, pues nuestro estado de hidratación está relacionado con nuestra salud. Por ejemplo, se ha asociado la hidratación inadecuada con deterioro de la salud mental, física y emocional. Puede afectarse el desempeño tanto en tareas que requieren de atención como de destreza psicomotora y memoria inmediata.

Cuando se restringe la ingestión de líquidos induciendo déficits tan pequeños como 1.3% al 1.5% del peso corporal, se ha mostrado declive del estado de alerta y de la capacidad para concentrarse, mientras que aumentan progresivamente tanto el cansancio como el dolor de cabeza.

Hay que aclarar que para que sintamos sed se requiere haber perdido el 2% del peso; es decir, lo anterior se presenta mucho antes de que siquiera se perciba sed.

También se han asociado con una hidratación inadecuada estado de ánimo, función anormal de los riñones y estreñimiento.

Por si esto no fuera suficiente, comparados con individuos adecuadamente hidratados, la probabilidad de ser obeso es 60% mayor en individuos deshidratados. Es decir, la hidratación se relaciona directamente con el peso corporal y este está íntimamente ligado con salud o enfermedad, pues el exceso del mismo es factor de riesgo para diabetes, presión arterial elevada y trastornos de las grasas (colesterol y triglicéridos) en sangre, que afectan en forma directa al corazón.

Así pues, para cuidar nuestro corazón, un buen principio es estar correctamente hidratados. Pero, ¿cómo lograrlo?

De entrada, por lo anteriormente explicado, jamás debemos esperarnos a tener sed para ingerir líquidos, pues ya estamos deshidratados.

Por otro lado, las señales de hambre y sed pueden ser confusas, por lo que muchas veces comemos en lugar de beber, lo cual puede contribuir a la ganancia excesiva de peso.

Por lo tanto, lo ideal es que consumamos líquidos a lo largo del día, tarde y noche (mientras estemos despiertos) a traguitos, de manera intermitente pero frecuente.

Cuando un bebé tiene diarrea y se deshidrata, no se le pone la bebida de rehidratación (“suero oral”) en el biberón y se le ofrece; lo que en realidad se lleva al cabo y ha salvado infinidad de vidas, es ofrecerle pequeños tragos de la solución de rehidratación oral (que contiene la combinación exacta de sodio y glucosa) en forma de cucharaditas o mediante chorritos en la boca provenientes de una jeringa sin aguja. Al final del día, la rehidratación consiste en pequeñas tomas intermitentes con frecuencia, no grandes volúmenes en poco tiempo.

Para la vida diaria, esto se traduce en buscar qué líquido(s) nos agrada(n) al paladar (muchas personas encuentran lo insípido del agua simple potable, desagradable) y consumirlo(s) a lo largo de nuestro día, a pequeños tragos, pero frecuentemente.

Hay personas que creen sin fundamento que el agua es lo único que hidrata y esto, es un error.

Absolutamente TODOS los líquidos hidratan.

De hecho, cuando ya se encuentra cierto grado de deshidratación, el agua simple no es buena opción, pues una vez ingerida, se absorbe a nivel intestinal, pasa a la sangre, se filtra en el riñón y se deshecha en la orina.

Para rehidratar a un sujeto, es requisito sine qua non que el líquido a utilizar contenga cierta cantidad de sodio (sal) y azúcar. De esta forma, se absorberá con mayores avidez y velocidad en el intestino pasando a sangre más rápido, se filtra en el riñón, pero se reabsorbe hacia la sangre precisamente por su contenido de sodio y glucosa, expandiendo el volumen de la persona; es decir, rehidratándolo.

Esto se aprendió cuando morían muchísimos menores de edad a consecuencia de enfermedades diarreicas hasta que se investigó y se halló que se perdían 90 partes de sodio (mili-equivalentes, mEq) por litro de heces, en niños con cólera. Se calculó cuánta glucosa se requería y a partir de entonces, se salvaron miles de vidas mediante la rehidratación oral. Luego se redujo la cantidad de sodio, pues afortunadamente no todas las diarreas son secretoras (como el cólera) y se introdujeron exitosamente las “soluciones de rehidratación oral de baja osmolaridad”, que contienen entre 45 y 75 mEq de sodio por litro.

Así, cuando un paciente está deshidratado, debe utilizar bebidas que contengan sodio y glucosa, lo que, de paso, evitará que tenga que levantarse durante la noche a orinar, pues retendrá el líquido que consuma en su torrente sanguíneo.

Festejemos el Día Mundial del Corazón tomado líquidos agradables a nuestro paladar, con o sin calorías, frecuentemente.

Referencias

  1. Chang T, Ravi N, Plegue MA, et al. Ann Fam Med 2016;14:320-4.
  2. Popkin BM, D’Anci KE, Rosenberg IH. Nutr Rev 2010;68(8):439-58.
  3. Adan A. J Am Coll Nutr 2012;31(2):71-8.
  4. Maughan RJ. Eur J Clin Nutr 2003;57(Suppl 2):S19-23.