El cocoliztli: armas biológicas involuntarias durante la conquista de México

Doctores José Luis Puente y Edmundo Calva

Con la llegada de los españoles a México a finales de la segunda década del siglo XVI, se inició la metamorfosis de un pueblo indígena cuya población se estimaba entre 15-30 millones de personas, pero que para finales del mismo siglo se piensa era ya sólo de dos millones. Las guerras, las sequías y el hambre fueron eventos que diezmaron a la población; sin embargo, fueron las enfermedades infecciosas las principales causas del dramático cambio demográfico que se dio en el país en ese entonces. Los conquistadores ganaron principalmente sus guerras en América mediante ataques biológicos involuntarios. Los historiadores han establecido que, principalmente, los brotes epidémicos acontecidos entre 1545-1548 y 1576-1580 diezmaron a una población indígena que nunca había sido expuesta a enfermedades provenientes del viejo continente y que se propone fueron importadas por los españoles durante la conquista. A estos brotes se les conoció como el cocoliztli (término náhuatl que significa peste) y el huey cocoliztli/ matlazahuatl, respectivamente. Acompañados de estos sucesos, los grandes cambios en el orden social, la evangelización, la destrucción de la cultura ancestral, la transformación arquitectónica, entre otros, empezaron a dar forma al México colonial.

En 1576 el cocoliztli fue descrito en gran detalle por el médico y naturalista español Francisco Hernández (Protomédico de su Majestad de todas las Indias), y el médico Alfonso López de Hinojosos, quien trabajaba para Hernández en el Hospital Real, como una manifestación clínica altamente contagiosa, diferente a la de otras enfermedades ya conocidas en la época, como la viruela, el sarampión y el tifo cuyos brotes menos mortales también marcaron el siglo XVI. Sin embargo, existe controversia sobre la identidad del agente causal del cocoliztli, cuya sintomatología fue descrita como un cuadro febril severo con fuertes dolores de cabeza, resequedad bucal, mareos, dolor abdominal y hemorragias, entre otros varios síntomas y manifestaciones, y que podía causar la muerte 3 ó 4 días después de la aparición de los primeros síntomas. En su conjunto dicho cuadro clínico distinguía al cocoliztli de otras enfermedades y por sus características ha sido históricamente referido como una fiebre hemorrágica (entonces llamada por los españoles pujamiento de sangre) y no como una de las varias enfermedades infecciosas reconocidas en la época.

Más aún, en los últimos años el desarrollo de tecnologías de secuenciación masiva que permiten conocer el contenido genético de prácticamente cualquier tipo de muestra, ya sea proveniente del entorno o de animales (incluido el ser humano) y plantas, ha revolucionado la forma como entendemos a los organismos vivos y principalmente a nosotros mismos. Hoy en día conocemos a muchas de las cientos de especies bacterianas que habitan todos los nichos de nuestro cuerpo y poco a poco vamos aprendiendo qué ventajas o desventajas representan para nosotros que algunas de ellas florezcan o que sus poblaciones se vean diezmadas por nuestro estado de salud. Asimismo, vamos comprendiendo mejor los efectos de la presencia de patógenos; o de otras circunstancias como son el uso de antibióticos, o la calidad de nuestra alimentación, u otros aspectos de nuestro estilo de vida. Sin embargo, a pesar de estos avances, ¿se puede identificar al agente causal de una epidemia sucedida hace cientos de años?

La respuesta parece ser sí. En 1998 un grupo de investigadores en Francia publicaron un estudio describiendo la detección de secuencias de ADN de Yersinia pestis a partir de ADN recuperado de la pulpa de los dientes extraídos de restos humanos que se encontraban enterrados en tumbas francesas de los siglos XVI y XVIII y que se cree fueron víctimas de la peste. La pulpa es un tejido altamente vascularizado que en individuos cuya causa de muerte fue una infección sistémica, podría haber acumulado sangre contaminada con bacterias y, por tanto, ser un registro de aquellas que pudieran haber estado circulando en la sangre de la víctima en el momento de la muerte hace cientos de años. De esta manera, se empezaron a revelar los orígenes de la cepa que llevó la Muerte Negra (Peste Bubónica) a Europa hace 670 años y que la devastó durante los años 1347- 1351 cuando Y. pestis se propagó a través de pulgas infestando ratas. En contraste, en 2015, se publicó un estudio reportando la identificación de genomas ancestrales de Y. pestis, a partir de muestras obtenidas de sitios arqueológicos en Europa y Asia los cuales datan de 2,800 a 5,000 años, que sugieren que la cepa virulenta de Y. pestis que causó la pandemia de la peste bubónica se desarrolló a partir de un linaje de Y. pestis menos patógeno que estaba infectando poblaciones humanas mucho antes de que se registraran evidencias de brotes de peste.

Más recientemente, a partir de ADN recuperado de muestras obtenidas de la pulpa dental de individuos enterrados en un cementerio asociado al cocoliztli que inició en 1545, localizado en el sitio Teposcolula-Yucundaa en la Mixteca Alta de Oaxaca, un grupo de investigadores de diferentes países (incluyendo México), reconstruyeron dos genomas bacterianos que identificaron, mediante la utilización de herramientas bioinformáticas y de una base de datos de referencia de 2,783 genomas bacterianos, como Salmonella enterica subsp. Enterica serovar Paratyphi C, un agente causal de fiebre entérica o fiebre tifoidea. Es así que este estudio proporcionó información relevante que apunta a que el cocoliztli de 1545- 1548 pudo haber sido ocasionado por dicha bacteria.

La fiebre tifoidea o fiebre entérica continúa siendo un importante problema de salud pública principalmente en países en vías de desarrollo, aunque hoy en día Typhi y Paratyphi A causan la mayoría de los casos reportados, mientras que Paratyphi C es cada vez más rara. Se trata de una enfermedad sistémica caracterizada por la diseminación de la bacteria a diferentes órganos incluyendo una infección sostenida del torrente sanguíneo la cual mal atendida puede llegar a ser fatal. La transmisión del patógeno es vía oral-fecal a través del consumo de alimentos o agua contaminados o el contacto con portadores crónicos asintomáticos. Durante la colonia, la esclavitud, la marginación, el hambre y las pobres condiciones sanitarias fueron potencialmente factores que contribuyeron a la diseminación de infecciones intestinales por esta bacteria. Los más vulnerables fueron los amerindios al nunca haber sido expuestos a los diversos virus y bacterias causantes de enfermedades en Europa y Asia.

Un estudio metagenómico realizado con ADN ancestral obtenido de esqueletos que fueron enterrados en Trondheim, Noruega entre los años 1100-1670, llevó a la caracterización de un genoma bacteriano proveniente de un diente del esqueleto de una joven probablemente enterrada alrededor del año 1200±50 en Noruega y el cual también fue identificado como Paratyphi C. Estos estudios han permitido especular que Paratyphi C circuló en Europa 300 años antes de que apareciera en México, lo cual refuerza la hipótesis de que fueron los europeos, probablemente portadores sanos, los que introdujeron este tipo de enfermedades en la población indígena del continente americano y que esta bacteria ha sido un patógeno de humanos por al menos mil años.

Si bien estos hallazgos no son prueba contundente de que el cocoliztli haya sido causado por Salmonella, o que no haya habido otras enfermedades involucradas, y por ende la muerte de millones de indígenas, sí demuestra que cepas potencialmente infecciosas se relacionan con cepas ancestrales encontradas en restos humanos en Europa aún más antiguos. De hecho, llama la atención que los síntomas del cocoliztli incluyen cuadros hemorrágicos cuando típicamente Paratyphi C no los causa. Esto abre otra posibilidad: que estos brotes epidémicos fueron el resultado de infecciones mixtas, esto es, que Paratyphi C hubiera coincidido con uno o más patógenos para causar tal mortalidad. De manera fascinante, se ha postulado que esto ocurrió durante el brote de influenza en 1918, en donde la infección por el virus hizo más susceptibles a los individuos al neumococo, una bacteria que causa infecciones en el tracto respiratorio.

Ciertamente, la mejor comprensión histórica de enfermedades del pasado no sólo nos hace entender la historia misma, sino que nos puede dar elementos para curar y controlar enfermedades en el futuro.

Fuente: Revista Biotecnología en Movimiento