Exitoso biólogo chileno fabrica enzimas que ahora utiliza el FBI

¿Qué interés tiene el FBI en las vísceras de un molusco que habita a casi 9 mil kilómetros de su sede de Washington, D.C. [EU]? La respuesta se encuentra en la ciudad chilena de Puerto Varas, donde además de grandes poblaciones de abalón rojo, vive el biólogo Manuel Rozas. A partir de este molusco, el joven fabrica enzimas que usa el servicio de criminalística estadounidense en sus análisis toxicológicos forenses.

Rozas es el fundador de Kura Biotec, start-up que ha diseñado y optimizado el proceso para aprovechar los restos de abalón para producir estas enzimas que baten records de eficiencia. Esta característica las convierte en las elegidas por las principales empresas de análisis de Estados Unidos y el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA, por sus siglas en inglés) además del FBI, y ha convertido a Rozas en uno de los ganadores de los premios Innovadores menores de 35 Chile 2016 de MIT Technology Review en español. En opinión del presidente del Grupo Suanfarma y miembro del jurado de esta competición, Héctor Ara, Rozas se ha convertido en “una autoridad internacional en bioprocesos aplicados a especies marinas”. El experto lo califica como un caso atípico de “perfecta conjunción de científico y empresario”.

Los clientes que ya confían en las ventajas de sus enzimas, las emplean para cuantificar las sustancias presentes en orina y sangre, tanto humana como animal; y realizar tests antidopaje y de consumo de drogas, entre otras aplicaciones. Normalmente las drogas y los fármacos forman agregados moleculares en el organismo cuando se metabolizan. En un test, las enzimas de Rozas cortan estos agregados para identificar la presencia de las moléculas de las sustancias prohibidas y cuantificarlas.

Rozas recuerda un ensayo que realizaron con el NIDA para detectar un tipo de drogas sintéticas conocidas como sales de baño en muestras de orina. Compararon el uso de su enzima BG100 con la que este organismo empleaba anteriormente. Sus resultados concluyeron que gracias a las de Rozas, necesitaban “ocho veces menos cantidad” de BG100 para realizarlo. Enzimas más eficaces generan resultados más “limpios” y precisos, y son capaces de detectar las sustancias en el organismo en concentraciones más pequeñas, explica el joven.

Kura Biotec trabaja desde hace dos años en el desarrollo de una nueva enzima para el análisis de drogas que, según sus previsiones, supera a las mejores del mercado. “Es entre dos y cuatro veces más efectiva”, afirma Rozas. Para ello han utilizado un enfoque de “evolución dirigida” de enzimas mutantes apoyado por modelado computacional. Junto a investigadores de la Universidad Andrés Bello (Chile), el equipo crea modelos virtuales de varias enzimas y las hacen interactuar con las moléculas de interés. Las que muestran mayor reactividad pasan a ensayos in vitro. De esta forma reducen la aleatoriedad en el proceso de selección de las mejores candidatas y aceleran su llegada al mercado.

No es extraño que el jurado considere a Rozas como “una fuente de inspiración, ejemplo de transferencia de tecnología”. Graduado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, Rozas fundó su primera empresa en 2009 y, en apenas siete años, ha conseguido introducir sus productos en Norteamérica, Europa, Asia y Australia, con ventas por valor de más de un millón de dólares. Sus inicios, recuerda, fueron en un laboratorio instalado en su casa, “haciendo pruebas durante más de un año hasta lograr un producto de calidad”. Hoy no existe otro laboratorio como el suyo, en la zona sur de Chile y “a pocos kilómetros de la fuente de su materia prima”, asegura Rozas.

Fue precisamente el interés por aprovechar un desecho de la industria acuícola en su región lo que le motivó a emprender. Chile es el quinto productor de abalón del mundo y quería revalorizar estos residuos y reducir su impacto ambiental. Rozas forma parte de una generación que quiere transformar el modelo productivo de sus países e ir un paso más allá, hacia ese futuro donde la tecnología permite competir de igual a igual con los grandes actores globales, desde cualquier rincón del planeta. Incluso desde una bucólica ciudad de 40 mil habitantes a las puertas de la Patagonia.

Fuente: MIT