Científica de Patagonia recibe prestigiosa distinción internacional por su contribución a los ecosistemas terrestres

Una investigadora argentina estuvo entre las cinco galardonadas en la vigésima edición del premio internacional L’Oréal-Unesco para las Mujeres y la Ciencia. Se trata de Amy Austin -que en 2015 había recibido esta distinción a nivel Nacional- doctora en Ciencias Biológicas de la Universidad de Stanford e investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas vinculada a la Agricultura (IFEVA).

El reconocimiento fue por su “contribución a la comprensión de la ecología de los ecosistemas terrestres en paisajes naturales y paisajes modificados por el hombre”, explicó la Unesco en un comunicado.

Sobre esta distinción, la investigadora le contó a Clarín que “ver resaltado mi trabajo de investigación en la Patagonia me trae una gran alegría. Además, el hecho de que la ecología de los ecosistemas esté reconocida por primera vez entre las galardonadas es particularmente gratificante para mí. Espero que la mayor visibilidad de las mujeres en la ciencia que aporta este premio pueda atraer a otras a seguir una carrera científica y tal vez incluso a la ecología de campo, porque buena ciencia no se trata siempre de estar en un laboratorio”.

Austin llegó al país en 1997 para una estadía postdoctoral financiada por la National Science Foundation de los EEUU. Desde entonces, desarrolló su carrera académica y se dedicó a la investigación de la ecología de los ecosistemas terrestres en la región patagónica de la Argentina.

“La Patagonia es como un laboratorio natural en donde el clima, en función de la orientación de los vientos y la cordillera de los Andes, puede cambiar en cuestión de kilómetros y ofrecer una gran diversidad de ecosistemas y flora. Nuestra misión es comprender el funcionamiento de los ecosistemas en parte para tener una ‘linea de base’ desde donde podemos medir con precisión estos ecosistemas que cambian cuando los humanos los alteran directamente u indirectamente”, señala.

El carbono es una parte fundamental de los organismos vivos, generando que la energía del sol fluye a través de los ecosistemas terrestres. “Nos enfocamos en el ciclo de carbono porque es clave para entender como la entrada de energía en el ecosistema a través de la fotosíntesis de las plantas, para convertir dióxido de carbono en carbohidratos está controlada por el clima y el sol. Pero también es crítico entender los controles de la degradación de material vegetal muerto en el suelo, liberando nutrientes para todos los organismos en el ecosistema”, explica Austin.

Otra de las razones por la que está estudiando el ciclo de carbono es “porque los seres humanos están desbalanceando dramáticamente el ciclo de carbono a escala global debido a las emisiones de dióxido de carbono que vienen de la quema de combustibles fósiles y a través de cambios en el uso de la tierra, como la agricultura y las forestaciones. Nuestra meta es tratar de entender la complejidad de interacciones que ocurre en los sistemas tanto no alterados como alterados por la actividad humana, con la esperanza de dar un contexto informado para buscar soluciones adecuadas para mitigar nuestro impacto” apunta Austin.

Fuente: clarin.com