Científica magallánica realiza hallazgo paleontológico mundial del período Cretácico en la Patagonia

Seis años después de que se reportara el hallazgo de ejemplares completos y articulados de ictiosaurios, el sitio paleontológico ubicado en las cercanías del glaciar Tyndall (Parque Nacional Torres del Paine, Región de Magallanes y Antártica Chilena) vuelve a deslumbrar a los científicos con su impactante riqueza inexplorada.

Los descubrimientos de relevancia mundial se dan en el contexto de la campaña en terreno autofinanciada y encabezada por la doctora en Paleontología Judith Pardo Pérez (investigadora principal), quien contó con la colaboración logística de la Universidad de Magallanes y el Instituto Antártico Chileno y la participación de Marcelo Arévalo, experto en expediciones en zonas remotas y gran conocedor del área.

La académica radicada temporalmente en Stuttgart, Alemania, detalla con emoción que “encontramos cinco nuevos ictiosaurios, cuatro de ellos virtualmente completos. Destaca una hembra en proceso de parto, con otros cuatro embriones completos en el área de su cavidad uterina. Este hallazgo corresponde al segundo registrado en el mundo para el período Cretácico (145 a 65.5 millones de años AP), después de uno reportado en Hay River (Northwest Territories, Canadá) el año 2003 por la Doctora Erin Maxwell del Museo de Historia Natural de Stuttgart”.

Para la investigadora, esta fue su séptima expedición al área. Explica que la importancia de estos fósiles radica en que la mayoría de los hallazgos de ictiosaurios del período Cretácico corresponden a material desarticulado y escasamente preservado. Esto no ocurre en el sitio paleontológico del glaciar Tyndall, pues “tanto los ejemplares adultos como las crías dentro de la madre conservan sus cráneos completos, incluyendo dientes cuya estructura, rugosidades y esmalte se han preservado de forma excelente, lo que en conjunto con las características anatómicas de la madre, ayuda a reconocer la especie”, indica.

El hallazgo adquiere además relevancia paleoecológica, pues indicaría que las crías de estos prehistóricos reptiles marinos habrían nacido anatómicamente maduras y listas para alimentarse por sí solas, lo que se conoce en biología como estrategia precocial, que involucra períodos de gestación extensos, como en algunas aves de la actualidad o ciertos mamíferos como los caballos. “En el caso de los ictiosaurios, las madres habrían agrupado cardúmenes de peces (su principal alimento), lo que habría facilitado que las crías cazaran por sí solas pues el área del Tyndall era rica en abundancia de peces y con escasa presencia de predadores”, añade la Doctora Pardo. “Esto nos hace pensar que pudo ser usada como un sitio de crianza, hipótesis que se refuerza con estos nuevos hallazgos”.

Otro aspecto que destaca la científica magallánica es que “el nacimiento de los ictiosaurios ocurrió de cola, siendo la cabeza lo último en salir. Esta es también una estrategia evolutiva desarrollada para la supervivencia de los embriones, ya que al ser reptiles marinos pulmonados, necesitan oxígeno. Así, inmediatamente luego de nacer, los neonatos habrían subido a la superficie para respirar y luego regresar al fondo marino, a diferencia de los ictiosaurios más primitivos que nacían de cabeza, lo que significaba una mayor tasa de mortalidad entre los recién nacidos, pues morían ahogados”.

La campaña en terreno duró cinco días, de los cuales las condiciones climáticas permitieron solo dos de prospecciones en terreno. Integraron el grupo los estudiantes del Magíster en Ciencias Antárticas de la Universidad de Magallanes Isaac Gurdiel y Jone Mungia del Pozo, quienes pudieron aprender in situ el trabajo que se realiza en paleontología de vertebrados, invertebrados y paleoecología.

Tesoro evolutivo único en el mundo

La doctora Judith Pardo es enfática al recalcar la necesidad de preservar el lugar mientras se obtengan fondos para continuar con el estudio de los ejemplares: “Es importante seguir con las investigaciones en esta localidad y obtener fondos para continuar con excavaciones, pues contamos con un tesoro evolutivo único en el mundo, que debemos valorar como magallánicos y chilenos. Con este valioso material podremos descifrar claves en el desarrollo, comportamiento y evolución de estos gigantes del mar. Dada la exposición de los esqueletos a la erosión causada por el viento, la lluvia y los cambios de temperatura entre el día y la noche, es urgente contar con medios que permitan proteger este sitio paleontológico”.

Coincide con esta necesidad el jefe de la Sección Paleobiología del Instituto Antártico Chileno, Doctor Marcelo Leppe Cartes: “Es importante articular alianzas estratégicas entre instituciones locales para obtener fondos que permitan preservar este material y continuar investigando el área. Es un privilegio contar en la región con hallazgos como este, que aporta gran cantidad y diversidad de datos que nos permiten explorar la conexión entre Sudamérica y la Antártica, información clave para reconstruir y entender lo que ocurrió hace 130 millones de años. Por ello, desde nuestra parte está el compromiso de continuar apoyando”.

En tanto, el director de Programas Antárticos y Subantárticos de la Universidad de Magallanes, Doctor Juan Carlos Aravena Donaire, destaca el valor que representa la investigación llevada a cabo por la Doctora Judith Pardo: “Para nuestra casa de estudios es motivo de orgullo por múltiples motivos: es una de nuestras estudiantes, formada en nuestra universidad desde el pregrado en Ciencias; su trabajo de Doctorado es para todos nosotros ejemplo de esfuerzo, perseverancia y éxito en la construcción de una línea de investigación en un tema que la apasiona. Finalmente, la formación de excelencia que ha alcanzado la Doctora Pardo en su tema y su vinculación con la Universidad de Magallanes, representa un valioso aporte a nuestros esfuerzos por transformarnos en un referente para la investigación científica a nivel regional, nacional e internacional”.

En los próximos días la científica chilena retorna a Alemania a continuar la investigación que desarrolla para el Museo de Historia Natural de Stuttgart, acerca de las patologías que afectaron a los ictiosaurios del período Jurásico que se han encontrado en dicho país.

Tyndall, lugar clave en la paleontología mundial

Los ictiosaurios fueron reptiles que durante 150 millones de años vivieron en los mares del planeta, mientras los dinosaurios dominaban tierra firme. Desde el primer hallazgo en 1997 de un fósil de ictiosaurio en el Parque Nacional Torres del Paine, se han encontrado en el área del glaciar Tyndall 46 ejemplares articulados, completos o semi completos, cuyos tamaños varían entre 1 y 9 metros de largo.

A simple vista se asemejaban a los actuales delfines. Tenían cuerpo en forma de huso, cuatro pares de aletas para locomoción y una dorsal para el equilibrio, hocico largo y puntiagudo, y ojos enormes para cazar en las profundidades del mar. Aunque necesitaban respirar aire atmosférico, su anatomía y adaptación al medio marino les permitió incubar internamente sus huevos y alumbrar sus crías dentro del agua.

Los ejemplares encontrados en el glaciar Tyndall son los más australes del planeta. Corresponden a ictiosaurios del tipo oftalmosáurido, los cuales aparecen a fines del periodo Jurásico hasta el Cretácico temprano. La mayoría de los hallazgos se hicieron en la campaña del proyecto “Ictiosaurios del Jurásico superior – Cretácico inferior en el Parque Nacional Torres del Paine” (2007-2010) que correspondió a la tesis de doctorado de Judith Pardo, financiado por la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG). En este contexto, las expediciones realizadas por los científicos en 2009 y 2010 reportaron tres importantes descubrimientos en la zona: un ictiosaurio con un embrión en su interior, un ejemplar de características anatómicas muy primitivas y posibles restos de médula ósea entre las vértebras de una columna.

En el marco de dicho proyecto y tras enormes esfuerzos logísticos, se logró extraer parte de los esqueletos descubiertos, uno de los cuales fue llevado a Alemania para su análisis y estudio. Pese a la experiencia y recursos técnicos disponibles, su preparación fue extremadamente compleja, debido a la dureza de la roca contenedora de los fósiles por su alto contenido de sílice. Sin embargo, la estadía en Europa de Judith Pardo mientras realizaba sus estudios de Doctorado, permitió usar tecnologías de punta en el Instituto Paul Scherrer (Suiza), como tomografía y radiografía de neutrones en algunas porciones del esqueleto.

Los fósiles retornaron al país y fueron presentados a la comunidad en mayo pasado para desde entonces permanecer en custodia en la “Colección Paleontológica de Antártica y Patagonia”, del Instituto Antártico Chileno en Punta Arenas.

Fuente: prensaantartica.com