Las primeras lluvias en 500 años fulminan a los microbios de Atacama, el desierto más árido

Dicen que el agua es vida pero para los microbios acostumbrados a subsistir sin ella, la inesperada caída de lluvia ha supuesto la muerte. Lo acaban de comprobar en el corazón del desierto chileno de Atacama, seguramente el lugar más seco de la Tierra. Las primeras lluvias significativas de las que se tiene constancia en 500 años han causado estragos en su vida microbiana, según sostiene un equipo internacional liderado por científicos españoles del Centro de Astrobiología (CAB/CSIC-INTA). Los resultados se han presentado esta semana en la revista Scientific Reports.

En este lugar extremadamente inhóspito situado al norte de Chile llueve tan poco que su precipitación media anual suele estar por debajo de los cuatro milímetros por metro cuadrado, frente a, por ejemplo, los 576 mm. de precipitación media que registra Sevilla o los 359 mm de Santiago de Chile.

Pese a su extrema aridez, durante el llamado invierno altiplánico, que tiene lugar entre diciembre y marzo, las corrientes de aire húmedo provenientes de los Andes propician que a veces caiga algo de nieve. Sin embargo, en los últimos tres años, ha habido tres sorprendentes episodios meteorológicos en el corazón hiperárido de Atacama que han desafiado a su clima habitual y que los autores de este estudio vinculan con el cambio climático: en 2015 llovió de manera significativa en dos ocasiones (el 25 de marzo y el 9 de agosto). Y el 7 de junio de 2017 volvió a haber precipitaciones que, según explica Alberto G. Fairén, coautor del estudio, “por primera vez desde que hay registros, formaron lagunas efímeras”.

Muerte por exceso de agua

Tras estudiar la microbiología de estos lagos hipersalinos encontraron algo inesperado: “Contrariamente a lo que cabría esperar intuitivamente, hemos descubierto que el aporte de agua no ha supuesto un florecimiento de la vida en Atacama. Ha causado una enorme devastación en las especies microbianas que habitaban estos lugares antes de las lluvias”, detalla Fairén, investigador del CAB, a través de un correo electrónico.

Sólo algunas bacterias, bautizadas como Halomonas, siguieron activas desde el punto de vista metabólico y siguieron siendo capaces de reproducirse en esas lagunas que se formaron con el agua de lluvia, según este estudio.

Así, dice Fairén, “el rango de extinción fue del 85 por ciento, principalmente debido al estrés osmótico”, es decir, por una situación de desequilibrio debido a los cambios en el aporte de agua. Lo más habitual en la naturaleza es que el estrés osmótico se produzca por la ausencia de agua pero en Atacama esas alteraciones han tenido lugar por la abundancia repentina de lluvia: estos microorganismos estaban perfectamente adaptados a vivir en condiciones de extrema sequedad y optimizados para sacar el máximo provecho de la escasísima humedad. Ante las nuevas condiciones de inesperada inundación, dice Farién, “no han sido capaces de adaptarse y han muerto por exceso de agua”.

Sus resultados, afirma Fairén, han sido sorprendentes, sobre todo teniendo en cuanto las conclusiones de otros estudios muy recientes realizados en este desierto chileno. “Otros grupos habían visto que las lluvias traen es un florecimiento de la vida en Atacama pero su estudio se hizo en zonas hiperáridas, donde suele llover cada década más o menos, y el nuestro se ha hecho en el corazón hiperárido del desierto, el punto más seco de la Tierra, donde nunca se han registrado lluvias desde hace 500 años. La respuesta de los microorganismos que habitan en uno y otro lugar después de las lluvias ha sido totalmente diferente”, detalla el científico.

Marte en la Tierra

Atacama, un amplio desierto que ocupa una superficie de 105.000 kilómetros cuadrados, es uno de los mejores laboratorios al aire libre para los científicos interesados en estudiar la habitabilidad de Marte debido a lo parecidos que son. Su superficie es muy salina, rica en nitratos, sulfatos y percloratos y extremadamente pobre en sustancias orgánicas. Además, la radiación es muy alta. Y pese a ello, hay organismos adaptados a este entorno tan hostil.

Por todo ello, desde 2003, se llevan a cabo allí investigaciones que tratan de conocer mejor los mecanismos que hacen posible aquí la vida y esclarecer qué sucedió en el planeta rojo, donde hace entre 4,500 y 3,500 millones de años había grandes cantidades de agua líquida en su superficie. Lo saben gracias a las pruebas hidrogeológicas que se han conservado en forma de minerales hidratados en la superficie y de huellas de ríos, lagos y deltas y lo que creen que podría ser un océano.

Después, el planeta rojo fue perdiendo su atmósfera y su hidrosfera, hasta convertirse en el mundo seco que se han encontrado los vehículos robóticos que lo exploran. No obstante, hace entre 3,500 y 3,000 millones de años hubo ocasiones en los que grandes volúmenes de agua excavaron su superficie formando canales y causando inundaciones catastróficas. La hipótesis de este equipo de científicos es que, si aún existían comunidades de microbios habituadas al clima seco extremo, estos microbios marcianos habrían sufrido un estrés similar al que han visto ahora en Atacama al tener que hacer frente de repente a abundante agua.

Por ello, según argumenta Fairén, su trabajo sirve “para establecer un análogo con lo que sucedió en Marte en la época en la que perdió su agua líquida, y contribuye a explicar el destino de una posible biosfera marciana primordial”.

Mirando al pasado, los científicos saben que el corazón de Atacama ha sido árido durante los últimos 150 millones de años, e hiperárido desde hace 15 millones de años. La gran sequedad de su ambiente ha hecho también de este desierto uno de los mejores lugares para la observación astronómica. Por ello, aquí se han instalado algunos de los más grandes y potentes telescopios del mundo, como ALMA, el Telescopio Muy Grande (en inglés, Very Large Telescope, VLT) y el Telescopio Extremadamente Grande (ELT), que está siendo construido actualmente.

Fuente: elmundo.es